miércoles, 15 de enero de 2014

Mine forever.-Capítulo 3

Una mañana, creo que en mayo, estaba junto a mi amiga Lexy, esperando para formar la fila de alumnos, y fue ahí cuando me dijo:
-¿Viste ese chico que está parado ahí? Ese me gusta, McKlein, está tan bueno...
-Ah-murmuré.
Fue mi única expresión. Ese McKlein, era el que me había cruzado y había llamado mi atención, era quien me gustaba.
Sabía que Lexy cambiaba de chicos como de ropa interior, así que no me preocupé y fui indiferente. Mi mejor amiga, Sophie, había faltado, y yo quería hacer algo para que se de cuenta de que sentía algo por alguien. Al día siguiente, cuando la vi, le dije:
-Hola Sophie.
-Hola-respondió.
-Te iba a decir...¿Recuerdas ese chico lindo que desapareció en gimnasia aquella vez?-juro que traté de remarcar la palabra 'lindo'.
-Eso creo, ¿porqué?
-A Lexy le gusta. Sí es lindo.
-Ah, sí.
Sophie siempre era muy fría con todo y yo sabía que no le atraía nada del mundo de los chicos, pero yo trataría de convencerla de que es un lindo sentimiento y sabía que me haría caso.
Creo que fue ese mismo día, yo estaba en la galería con mis amigas, y se me ocurrió ir a comprar. Como ninguna quiso acompañarme, fui sola. Cuando llegué a la escalera, me encontré con una escena bastante incómoda: McKlein y mi compañera de clase, Liz, abrazados y contra la pared. Le eché una mirada fulminante a él y noté cómo me miraba, con preocupación. Bajé las escaleras, no sentí celos porque no sentía nada por él, o sí, pero no era tan fuerte. Cuando subí, seguían ahí, me sentí muy metida y volvimos a mirarnos. Sentí algo muy raro en aquel cruce de miradas, algo especial, algo que jamás había sentido antes.
Yo había visto a McKlein como un chico normal, pero no me di cuenta de que era uno de esos populares bonitos que andan de mujer en mujer, y no me molestó. Ni siquiera comprendía lo que me pasaba.
En aquellos días estábamos preparando el festival para el colegio, y con mi curso nos habíamos sentado en la galería a hacer el cartel. Estaba escribiendo en el afiche, cuando de pronto, alcé la vista y los vi: Liz y McKlein tomados de la mano, sin sonrisa, como una pareja obligada a estar juntos. Me hice la estúpida y seguí con mi tarea. Por primera vez sentí algo que era molesto, pero al mismo tiempo era hermoso. Celos. Eso era. Cuando los vi juntos, me dieron ganas de gritarles y golpearlos, es una sensación de presión en el corazón que te causa preocupación y enojo, pero sabes que es por algo, que te importa esa persona, tanto que tienes miedo de que otra descubra lo maravillosa que es. Eso lo hace increíblemente hermoso.

La Anónima.


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