viernes, 17 de enero de 2014

Con vos hasta el final-Capítulo 2

No sé porqué rayos olvidé que los sábados también trabajo, desde las 8:00, y obviamente no dormí nada. Hoy dejé mi pelo suelto, me vestí con un jean gris gastado, una remera blanca con un corazón negro estampado y unas sandalias bajas negras. Me maquillé como siempre, y como había ahorrado tiempo por no haber dormido, me pinté las uñas de rojo. Tenía el pelo tan lacio como anoche, así que era algo bueno al menos. Luego me fui, hicé lo de siempre, y me preparé para otra mañana en el trabajo, llena de clientes malhumorados que piden café, o estudiantes que quieren licuados, viejas que apetecen jugos de naranja, etc. De repente, estaba sentada esperando que llegara alguien, y vi que por la puerta entraba Etchegoyen. Otra vez me quedé colgada en sus ojos. Y no me vio por suerte. Bajé la vista y me di vuelta, cuando sonó la campanita de clientes, miré para el mostrador y me dijo:
-Hola.
-Hola.-respondí, tratando de ocultar mi obvia sonrisa.
-Un cortado, por favor.-dijo.
-Claro, ya sale.
Le di a Alisa la orden, y volví a mi silla. 
-Disculpa, ¿puede ser que te haya visto ayer? Dos veces.
-Pues, eso creo.-dije sin poder creer que me recordaba.
-Soy Facundo.-me dijo con una sonrisa muy grande en el rostro, y yo fingí no saber su nombre de antes.
-Emma. 
-Entonces, ¿tomas el '7 D' para irte a vestir matadora y salir de fiesta?
Me reí bastante.
-Pues no. Tomo el '7 D' cuando salgo de la facultad muy cansada, y casi ni salgo de fiesta. Omitiendo que jamás me visto matadora.
-Ayer lo estabas. De verdad.
-Gracias, supongo.
-Entonces...¿No te gusta mucho salir?
-La verdad, me gusta, pero no me gusta lo que conlleva. Beber, fumar y ligar extremadamente. Tal vez alguna que otra vez, pero prefiero solo estar con amigos y bailar. Algo...más tranquilo.
-Comprendo. Pues a veces es mejor ser así, pero no está mal salirse un poco de las reglas y sentir adrenalina aunque sea una vez en la vida.
-Claro está. 
Siento que Alisa me grita desde la cocina ¡EL CORTADOOOOOOO!
-Un momento-le digo a Facundo.
Agarro el cortado y se lo doy al cliente.
-Gracias, Emma.
Me sonroja que me llame por mi nombre. Vaya estupidez. Vaya.
-Bueno, pues, ¿Qué estudias?
-Medicina, en la Universidad Pública. ¿Tú estudias?
-Música, en Lancaster University.
Era una de las universidades más prestigiadas de la ciudad.
-Ah...¿Música? Pues, cuando era pequeña, era mi sueño ser una guitarrista mundialmente conocida.
Se rió un poco.
-¿Y luego ya no? 
-No...Tal vez. Tengo mi guitarra aún, y a veces la toco, pero desde que vivo sola se me han quitado las ganas, mi tía decía que sería muy difícil para mí, y que seguramente no llegaría a nada. Una vez escuché que ella hablaba con mi tío, y él le decía que yo no era talentosa, que no era bonita, y que difícilmente triunfaría. Le dijo que no podía permitirme estudiar música. Y yo no pude hacer más que llorar. Me sequé las lágrimas al ver que mi tía venía a hablarme y cuando quiso empezar, solo le dije que no pasaría nada, que estudiaría otra cosa y ya. En ese tiempo tenía 16 años.
Noté que él se había quedado callado.
-Perdón, creo que conté muchas cosas.-dije tratando de evitar que la situación fuera todavía más incómoda.
-No, no pasa nada.-dijo- Vivir solo debe ser divertido. Fiestas en casa, no hay control de padres, haces lo que quieres.
-No creas. No vivo sola por decisión propia.
-¿Entonces...?
-Me quedé huérfana a los 14 y me fui a vivir con mi única tía. Luego, cuando cumplí los 18, me mudé aquí e hice mi vida. 
-Vaya. Perdona por lo que dije anteriormente. No imagino una vida sin mi familia.
-Está bien. Valóralos, porque yo no lo hice, y los perdí. Me arrepiento tanto...
Hicimos unos segundos de silencio que parecieron eternos.
-Volviendo al tema de la música. ¿Qué carajo le pasa a tu tío?
-Pues, creo que él tenía razón.
-Eres linda. No te he visto tocar pero no dudo que seas talentosa. Y no entiendo porqué si podías irte y hacer lo que quisieras no estudiaste lo que te hacía feliz.
-Pues...Solo temo no llegar a nada y estar sola en el mundo, muriendo de hambre. La medicina me gusta mucho desde que la estudio, pero nada me hace sentir como cuando toco mi guitarra y canto. Nada en el mundo.
-No deberías...-no pudo terminar la frase porque le llegó una llamada, pero colgó.-Ya. Debo irme. Pero quiero quedar contigo, ¿qué dices?
-Pues...¿Porqué no?
Sacó un papel y anotó su número.
-Cuando quieras. 
Sonreí.
-¿Cuando quiera?
-Cuando quieras-dijo y me sonrió.-Aquí está lo del cortado. Y toma una propina extra. Quiero verte en la calle con tu guitarra al menos, debes ser feliz. 
-Me verás. 
Se paró de su asiento y se acercó a mí para despedirme con un beso en la mejilla.
-Adiós Emma.
-Adiós.
Se fue, yo miré el reloj de pared y eran las 11:30 a.m. Había estado una hora sin atender a nadie y no entendía cómo mis compañeras no me habían reprochado. Me di vuelta y estaban Lucía y Rita sentadas en bancos.
-Nos debes una-dijo Rita.
-Buena ligada-añadió Lucía.-De verdad ese tipo está buenísimo.
-Calma las hormonas Lucía, ese tipo es muy sexy, lo he visto sin remera en el gimnasia, y ¡mamma mía! ¡Qué cuerpazo!
-Emm...-interrumpí.
-Es broma, lo que digo es cierto, pero está todo reservado para ti linda.
-Gracias por cubrirme.
-Ya vete, te lo mereces por ganarte ese bombón. Termina el turno 20 minutos antes, ve y diviértete.
-En verdad eres buena Rita, te quiero.-dije y le di un abrazo, el cuál me devolvió. 
Me despedí de Lucía y Alisa y me fui a mi casa.
Apenas llegué, me senté en mi cama, abrí mi ventana y agarré mi guitarra. Era una electro acústica negra de marca Fender que me había comprado mi madre cuando tenía 13 años, sabía que amaba la música y mi sueño era ser como Steve Vai.
Luego de tocar una sencilla melodía en mi cuarto, fui al balcón e hice todo tipo de cosas extrañas con el instrumento, me encantaba descubrir cosas nuevas. Pensé en lo que había dicho Facundo y no supe qué hacer. Jamás nadie me había apoyado en mi sueño luego de que mis padres murieran. Guardé la guitarra en su estuche y me la llevé a la calle. Me senté en un banco de la plaza, saqué la guitarra y una latita para que alguna persona generosa pusiera algunas monedas. Me sentí un poco observada, pero perdí mi vergüenza al deslizar mis dedos por las cuerdas y empezar a tocar una canción inventada por mí y totalmente improvisada. Empecé a ver la gente acercándose a mí y quedándose parada viéndome. Luego, un niño de unos 5 años depositó 10 dólares en la lata. Se hacía tarde y yo seguía allí. De repente vi las propinas y la lata estaba bastante llena, pero yo seguí tocando, solo por placer y felicidad. 
Era ya de noche y vi unos pies acercándose a mí y escuché:
-Eres increíble.
Alcé la vista y estaba ahí. Facundo.
-¿Me has visto?
-Hace rato pasaba por la esquina y oí que alguien tocaba la guitarra. Me di vuelta y había una gran multitud rodeando un banco, así que me acerqué y te vi. 
-Te dije que me verías tocando en la calle.
Se rió.
-Sí que has conseguido propinas. Si cantas no me imagino la cantidad de latas que llenarás. 
-Qué lindo. Estuve pensando y creo que haré algo, no dejaré mi carrera, pero intentaré llegar al mundo de la música y hacerme oír por otra parte.
-Bien pensado.-dijo sonriéndome.-¿Puedo invitarte a salir hoy?
-No veo el problema. 
-¿Te acompaño a dejar tu guitarra o te subirás a la mesa a dar un escandaloso show para todos?
-Ay ya-dije riéndome.-Vamos a mi casa un rato.
Alzó mi guitarra en su espalda y fuimos hablando todo el camino sobre muchas cosas.
Cuando llegamos le sorprendió la forma de mi casa.
-Pues, sí, es algo rara, pero es lo que puedo pagar.-le dije.
-Pero está muy buena. En verdad parece genial vivir aquí.
-Lo es. 
Dejó mi guitarra en el piso, al lado de una pared. 
-Deja me baño, si quieres puedes ver la televisión, o lo que quieras, al rato vuelvo.
Se me quedó mirando un rato y luego asintió con la cabeza y se sentó en el sofá a ver la TV.
Salí de la ducha y me puse un vestido corto ajustado a mi medida de color negro, strappless, unos zapatos del mismo color, altos, y un collar rojo para darle un toque de color a mi atuendo. Me maquillé como siempre, y salí. Él estaba jugando con mi perro, Twiggle, raza desconocida, de color muy blanco. Creo que nunca había mencionado que tenía un perro antes. Pero bueno, cosas que se me pasan.
Cuando me vio se quedó asombrado.
-Bueno, si es así, yo también debo cambiarme. En verdad estás hermosa. Lo eres, en realidad.
Me ruboricé y asentí como diciendo gracias.
-Ya en serio, acompañame a cambiarme. 
-Estás bien.
-No, a comparación tuya no, solo demoraré un rato, ¿si? No te sorprendas pero mi papá no me presta el auto, tal vez hoy haga una excepción porque estás tú. 
-Bien, no importa. Vamos.
Tenía una gran casa. La verdad que las de mis amigas se quedaban cortas al lado de la suya. Entramos a su casa y estaba su padre.
-Facundo, qué alegría, nunca has traído una chica a casa.-dijo su padre.
-Papá...-se limitó a decir.
-¿Cómo es tu nombre?-me preguntó.
-Emma.-le dije.
-Mucho gusto.
-Igualmente.
-Ya vengo. Papá no digas tonterías mientras no esté.-dijo Facundo y se fue a cambiarse.
Nos quedamos callados durante varios minutos.
-Bueno, ¿Eres amiga de mi hijo?
-Sí, lo soy.
-¿Dónde se conocieron?
-Nos conocimos...En una parada de colectivo. Luego lo vi en una fiesta. Y finalmente me habló cuando fue a tomar un cortado al bar donde yo trabajo.
-Vaya, es interesante, han de estar destinados.
Solo me reí.
-Ojalá.-se me escapó, pero traté de disimularlo.-No demore mucho más.
El padre de Facundo no se la creyó y solo rió.
-Mira, solo te diré algo niña. Sé que no debería hablarte mal de mi hijo, pero tiene esa fama de ligador, amante de las fiestas y todo eso. No le permitas que te lastime, me has parecido una buena chica, aunque creo que le importas, jamás trajo una chica a casa, lo digo en serio.
-Gracias.-fue lo único que pude decir. Luego llegó él, tenía el pelo mojado y se había puesto una camisa blanca y unos pantalones rojos, a decir verdad, sí que era sexy, cómo había dicho Rita.
-Bueno, creo que ya podemos ir. Espero que mi papá no te haya dicho nada perturbador.
-Nada-me reí-Tranquilo.
Abrió la puerta y salí primero, pero escuché a su padre acercarse y decirle.
-Cuídala. 
-Lo haré, ¿si?-dijo él.
Me alegré de saber que podía ser la primera chica a la que le prestaba atención verdaderamente.

La Anónima.


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