martes, 29 de abril de 2014

Beyond the appearence-Capítulo 2

Mis impulsos fueron incontrolables y le tomé la mano. El avión descendía en picada para aterrizar y tenía muchísimo miedo, era la primera vez que viajaba en uno. Max iba demasiado tranquilo y cuando sintió mi mano apretando fuerte la suya, me miró con extrañeza. Solté un casi imperceptible grito cuando las ruedas rozaron la pista. Finalmente estacionó.
-Bien.-dije y me solté de su mano, avergonzada porque creo que el miedo me había hecho sudar.
-Bajemos, así busco mi equipaje.-dijo Max y se paró de su asiento. Lo seguí.
Luego de que nos dieron nuestras maletas, nos quedamos sin hablar. La gente en el aeropuerto caminaba con mucha ligereza, mientras que otras leían revistas o diarios sentadas en asientos. Miré a mi...¿amigo? No sabía cómo llamarle exactamente a Max. Quizás debería decirle "compañero de viaje en avión". Bien, él iba mirando hacia adelante, y daba la impresión de que era un hombre que tenía muy definido lo que quería en su vida, aunque todo cambiaba cuando hablabas con él, todo se tergiversaba y aparecía un chico tímido e inseguro que apenas te daba charla. Me gustaba su personalidad.
-Y...¿cuánto tiempo te quedas en Qúebec?-me animé a preguntar.
-Solo esta noche.-contestó.-¿Y tú?
Me preocupé.¿Qué haría yo ahora? No tenía tiempo de conseguir más dinero para hospedarme mucho más. Me fui en plan de escape y ahora no tenía a dónde ir. 
-Pues...no lo tengo definido.-contesté insegura.
Luego de que pronuncié la última palabra, vi en frente mío un edificio con puertas altas talladas en madera, con paredes de color beige y amplias ventanas, y allí entramos.
-¿Este es el hotel?-pregunté con curiosidad.
-No, solo entro y pido la llave porque es mi hobbie.-respondió irónico.
Lo fulminé con la mirada. Le dieron la llave de su habitación y yo lo seguí.
-Oye. ¿Qué haces?-preguntó al verme en su puerta.
Sonreí con vergüenza y esperé a que adivinara.
-No me digas que...
Miré al suelo.
-¿No tienes dinero para alojarte?
-Digamos que...mis fondos son...insuficientes.-respondí.
Él puso los ojos en blanco y se agarró la frente con una mano. En ese momento pensé: "¿Qué diablos te ocurre? Ni siquiera es tu amigo, apenas lo conoces, vete y déjalo en paz, arruinarás todo, como siempre." Y mi mente tenía razón, no podía seguir molestándolo.
-Disculpa, ni sé que hago aquí, mejor me voy, he venido por mi cuenta y no quiero ser una carga, quizás algún día...-no terminé la idea.
-No, no, no, ¿cómo crees? No te vayas, no tienes dinero, no te voy a dejar por ahí a tu suerte.
-Pero no te corresponde ayudarme, apenas me conoces y...
-No importa, así se empiezan las relaciones, ¿verdad?
Pensé un minuto.
-Verdad...
-Preguntaré si quedan habitaciones. 
Él salió del cuarto y fue a la recepción. Con un gesto negativo me dijo que no quedaban.
-Gracias por intentar ayudarme, pero tendré que seguir yo sola.
No quería dejarlo. Pensaba que había encontrado un amigo, pero volvería a la soledad.
-A menos que...
Me volteé para ver qué iba a decirme.
-Es algo incómodo y vergonzoso, pero si no quieres pasar la noche en la calle puedes aceptar. 
Me preparé para su propuesta.
-¿Qué?-interrogué.
-Mi habitación es para dos personas, pero el problema es...la cama es de dos plazas.
Me sonrojé.
-Eh...
-No sé si te importaría compartir...-se tocaba el cuello, típico de chicos cuando se sienten incómodos.
-Pues si a ti no te importa, a mí tampoco.-dije en actitud lanzada.
Me miró sorprendido y se encogió de hombros.
-Ya, vamos.-dijo y me hizo un ademán de que lo siguiera.
¡Iba a dormir con un extraño! Bueno, con mi compañero de viaje de avión. De repente no era yo, estaba dispuesta a todo por independizarme y poder encontrar lo que realmente era que olvidé por completo mis "modales", como diría mi madre. De todas formas le daría la espalda y me dormiría.
Entramos en el dormitorio, tenía una vista única de toda la ciudad. Québec en verdad era maravilloso. Me quedé lo que restaba del día allí, Max salió no sé a donde, y cuando volvió, llegó la peor parte.
Quise romper con lo fastidioso del momento y dije:
-Yo me canto el lado izquierdo.
Él rió.
-Está bien. Encima que te doy hospedaje me robas el lugar.
No oculté mi risa.
-Sí. Así soy yo, deberías saberlo.
Fui al baño y me puse mi pijama, que por suerte no era nada sexy, sino una remera y unos pantalones blancos con un estampado de corazones, muy infantil.Cuando salí él aún no se había puesto la remera, pero no me oyó abriendo la puerta. Estaba de espaldas y se dio vuelta para buscar su parte de arriba del pijama, fue ahí cuando me vio y se notó una expresión de perturbación en su rostro, aunque quiso disimularlo y mientras yo miraba lo detalladamente trabajado que estaba su cuerpo, agarró la remera rápidamente y se la puso. 
-Bueno.-dijo sacándome de mi trance "baboso".-Voy al baño.
Me reí cuando desapareció tras la puerta. Estaba bastante bien, y recién me daba cuenta. Me acosté del lado izquierdo de la cama, apartándome lo más que pude del derecho, y apagué la lámpara de mi mesita de luz. Luego él salió del baño y se acostó, pero casi que ni lo noté y al poco tiempo caí en un sueño profundo. 

Me desperté y todavía estaba oscuro, sentí que me caía de la cama, y volteé mi cabeza para ver a Max. Ahí estaba, se había explayado por toda la cama y me estaba tirando al suelo. Lo empujé y se despertó sobresaltado. Me miró y no pude evitar reírme. Me empujó y me caí al piso, y lo escuché matándose de la risa. Me senté en el suelo y lo observé desde allí. Luego me paré y me tiré en la cama donde quise devolverle el empujón, pero se apartó, y al hacerlo, cayó como yo lo esperaba. Estallé en carcajadas y él volvió a su lugar deprisa, y ahí nos miramos, la risa paró, y sonreímos juntos. Fue raro todo aquello, me quedé pensando y me volví a dormir.

La Anónima.



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