martes, 11 de febrero de 2014

Amy's Disguise-Capítulo 10

Lo encontré sentado en un sillón del patio, aún con su traje de novio puesto.
-Y bien.-dije antes de que él me viera ahí.
-¿Amy?-preguntó muy extrañado.
-Taylor McKlein de Ruffini.
-Para ti no soy ese.
-¿Cómo no?
-Solo McKlein, Taylor, Tay. Pajarito meón.
Me eché a reír pero también se me escapó una lágrima de nostalgia.
-¿Ya eres feliz?
-Amy...Soy un 95% feliz. Tengo mi familia, mis amigos, una carrera, ¿pero sabes qué? Estoy casado. Y jodido.
-¿Porqué te casaste si no la amas realmente?
-La quiero, pero no te olvido.
-No deberías lastimar a terceros.
-No estaré solo toda mi vida, prometo superarte.
-Pues, estamos igual, solo que yo no tengo una relación seria desde aquel día.
-Te he extrañado.
-Y yo a ti.
-No me molestaría estar aquí, con este traje y teniendo 22 años, si la que me hubiera acompañado en aquel altar hubieras sido tú.
Allí me quedé helada, hace tanto que no lo oía decirme algo así.
-Taylor...-dije y luego hice un silencio.-¿Puedo pedirte algo?
-Por ti todo.-dijo, exactamente igual que cuando tenía 17 años.
-¿Podemos tener un día, solo uno, 24 horas, ni más ni menos, solo para nosotros?-pregunté descaradamente, casi olvidando que estaba recién casado.
-Propuesta aceptada.-respondió.-Nuestro tiempo empieza aquí.
-Haz de cuenta que estás soltero.-agregué.
Eran justo las 12 de la noche. Él le hizo un mensaje a su mujer y le dijo que iría esa noche a visitar a un amigo suyo que estaba muy enfermo y que volvería al día siguiente, por las dudas ella volvía a casa antes de lo esperado. Al enviarlo, lanzó su celular hacia otro lado, se acercó a mí, puso una de sus manos debajo de mi oreja y recordó el lugar en el que tantas cosquillas tenía. Empecé a reír al sentir su tacto allí y luego, de un momento a otro, su torso estaba encima del mío.
-Taylor...-dije, pero no pude terminar la frase porque él me silenció haciendo la seña del 'sh' sobre mi boca.
-Hace cinco años que me privo de esto, no puedo permitírmelo más.-dijo y sus labios hicieron contacto con los míos, haciendo que me tiemblen las piernas, que mi corazón se acelere y que mis manos bajen a su cintura.
Hace tanto que no sentía eso tan agradable y mágico. Duró mucho, y yo me dejé llevar por él, acariciaba su espalda suavemente mientras él torcía las puntas de mi cabello. Cuando el beso terminó, abrí los ojos, él me miraba con ingenuidad, mientras sonreía y recorría con sus manos cada parte de mi cuerpo. Me reí.
-Jamás pensé que volvería a tenerte así junto a mí.-dije.
-Yo menos.
Luego lo abracé por la cintura bajo su remera, todos saben lo que insinúo. Él hizo lo mismo, y así, lentamente, fue pasando todo. Seguía siendo el mismo chico tierno, suave, cuidadoso, lindo, dulce y divertido de siempre. El trato que tenía conmigo era perfecto, nunca me había sentido tan querida, valorada y respetada por alguien. Cuando nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho, sobre todo él, nos quedamos en silencio.
-Me sentiré una mierda después, ahora disfrutaré estas 24 horas contigo.-dijo.
Me dormí abrazada con él, y pude imaginarlo todo como si no fuera 'clandestino'. Soñé con un 'nosotros' totalmente real.
A la mañana siguiente, desperté junto a él, pero ya estaba despierto y había estado mirándome, con sus ojos llenos de remordimiento y a la vez felicidad. Me levanté de un salto de la cama.
-Haré algo que nunca hice mientras estuvimos juntos.-dije dirigiéndome a la cocina.
Preparé jugo, café y un poco de galletas con mermelada, y luego lo llevé al cuarto. Cuando llegué, él me miró sonriente y distinguí en sus ojos castaños una mirada enamorada.
-Amy...Hiciste el desayuno.-dijo riendo.
-Vaya, no me digas...
Tomó una taza de café e hizo una seña con la mano para decir que sabía bien.
-Y, ¿cómo va tu experiencia en la cocina?-preguntó.
-Mejorando.-le dije.-¿Y tú? ¿Le cocinas a Valerie siempre?
-No me surge cocinarle a Valerie. Además tiene una cocinera.
Me di cuenta de que en realidad nada le surgía con ella, me sentía un poco mal por Valerie, pero recordé que ella no era ninguna santa, y aparte estaba disfrutando demasiado ese día, no podía dejar que se arruinara.
-Sabes, da igual si nos ven, ¿si? Me acompañarás a un lugar.-dijo.
-¿Y Valerie?-pregunté con miedo.
-Mi relación con Valerie es prácticamente un título, ella no me ama, ni yo a ella. Ella quería casarse y simplemente le dije que sí, porque soy un idiota, pero la verdad es que ya no sé qué hacer con mi vida y por eso me sale así, si ella me quisiera realmente, no le haría esto. Al diablo con ella y los demás si nos ven, hoy el día es nuestro.
Sonreí y lo abracé como nunca.
-¿Y a dónde vas a llevarme?-le pregunté intrigada.
-Es una sorpresa.-dijo y me dio un beso en la frente.
Sacó su auto del garage y me subí en el asiento del acompañante. Fuimos hablando de estupideces, como siempre hacíamos antes. Cuando llegamos, vi un lugar muy lindo, desconocía donde estábamos, pero aquel prado floreado y colorido era realmente hermoso.
-Dios mío. ¿Dónde estamos Tay?-pregunté.
-¿Te gusta?
-Me encanta, es precioso.
-Bienvenida al lugar al que planeaba traerte en 2016.
Me quedé colgada viéndolo. Me dolió saber que eso nunca pasó finalmente.
-No te asustes, pero me gustaba planear a dónde podría llevarte para nuestros aniversarios, salidas o lo que fuera. En realidad, me encantaba pensarte y no podía esperar para verte, imagínate que aquel día al enterarme de que no habría un próximo encuentro entre nosotros dos, estaba devastado, una razón de vivir que tenía de repente se había terminado, y por mi culpa.
Culpa. Sentí mucha culpa. Pero era al menos un 2% de lo que merecía por ser tan imbécil.
-No fue tu culpa. Era inmadura.-añadí.
-No, te dije la verdad, pero yo en ese tiempo era un estúpido que no valoraba nada, y Charlotte no era cualquier cosa, era muy insistente conmigo, tu desconfianza era entendible.
-De todas formas debí haberte creído, eras mi novio, una relación se basa en la confianza.
-Puede ser, pero no te culpes, Amy, ya pasó. Disfrutemos el momento.
Se me ocurrió preguntar algo muy inoportuno y estúpido.
-¿Porqué no estamos juntos?
Él me miró boquiabierto, luego miró al suelo y después de nuevo a mí.
-Me dejaste, hicimos nuestras vidas, nos desaparecimos por dos años, nos vimos, te confesé algo, volvimos a desaparecer y aquí estamos.
-Pues, somos estúpidos.
-Claro que lo somos. Volvería el tiempo atrás...
-Yo debería hacerlo.-dije y la voz se me cortaba, una lágrima empezaba a caer por mi mejilla.
-Amy, escucha, tú no tuviste la culpa de nada, no te sientas mal. Me has hecho muy feliz, y ninguna pelea entre nosotros, ni siquiera los años, van a cambiar eso. Tú fuiste, eres y serás la mujer de mi vida.
-Ay...Taylor...-dije y solté el llanto.
Me abrazó y me pidió que no llorara. Me secó las lágrimas como solía hacerlo cuando éramos novios y peleábamos, o simplemente porque yo me sentía triste.
-No debes llorar en un día así, tú eres mía, y yo tuyo, ¿recuerdas?
Una sonrisa brotó al instante de que oí esas palabras salir de su boca, mi impulso me venció y le di un intenso beso.
Eran ya las 9 de la noche cuando nos fuimos de ahí, lo llevé a mi casa.
-Bueno, McKlein, aquí vivo.-dije al entrar.
-Está lindo, ¿vives sola?-preguntó.
-¿Crees que te traería aquí si tuviera compañía?-le dije burlona.
Yo vivía en un departamento con vista al mar, había conseguido algo muy lindo y a buen precio. Taylor salió al balcón y se apoyó en él para ver hacia afuera.
-Qué linda vista.-dijo.
-Es un buen lugar.-le dije mientras le pasaba un vaso de jugo.
-Aquí no hay champagne como en esas películas soft porno.-agregué.
Se rió.
-Extraño oírte decir esos chistes.-dijo.
El cielo estaba estrellado y la luna era llena esa noche. Miré para arriba, cerré los ojos y dejé que el viento soplara en mi cara. Sentí sus brazos rodearme por la cintura y sus labios rozando mi mejilla.
-¿Titanic?-pregunté.
Él rió.
-No exactamente.-añadió.
Volteé la cara para besarlo.
Esa noche cocinamos entre los ods, pero fue más equitativo que aquella vez con la pizza.
-Pensé que dirías que amase los spaghetti y que tú los ponías en el agua.
Me reí y casi escupo el jugo.
-No, ya no, tuve que aprender a cocinar.
-Menos mal. Sino iba a tener que ser tu esclavo de por vida.
-Esclavo sexual.-dije bromeando y me empecé a reír como idiota.
Taylor soltó una carcajada.
-Amy, no estabas así de porno la última vez que nos vimos.
-Lo sé, es que te extrañaba.
Sonrío algo triste, y desvió la mirada al reloj. Marcaban las 11:30 p.m.
Mi sonrisa radiante se fue al darme cuenta que solo nos quedaba media hora para estar juntos.
Fuimos al living y empezó la despedida, o algo similar.
-Mira, si no es Valerie, sé que encontrarás una chica que...
-Shh...-dijo tranquilizando mi voz ansiosa por soltar apresuradamente todas las palabras antes de irme.-Ninguna como tú, ninguna.
-No digas eso...
-No serán como tú, Amy, eres inigualable y jamás en toda mi vida volveré a querer a alguien como lo hice contigo.
-Créeme que yo tampoco encontraré otro como tú, Taylor.
-Te creo porque siempre he confiado en ti y nunca he dudado de tu amor, me lo demostraste como yo lo necesitaba y me hiciste amarte.
Entonces me puse a llorar, porque yo no había confiado en él y había dudado de su amor, y si no fuera por eso hoy estaríamos riendo en un 'juntos para siempre' y no llorando en un 'solo por hoy' del cual quedaban 20 minutos.
-No quiero que se acabe.-dije casi sin poder articular palabra.
-Tampoco yo, pero el tiempo vuela, Amy.-dijo tocando un mechón de mi cabello que bajaba por mi sien.
Y los dos sentimos lo mismo, nos acercamos mutuamente y ambos con lágrimas en los ojos nos dimos un desesperado beso, que de a poco fue tomando forma y transformándose en uno de esos besos perfectos de siempre. Vi sus lágrimas y él las mías. Nos preguntamos qué hacíamos llorando porque deberíamos separarnos, en vez de dejarlo todo para estar juntos, pero ninguno de los dos decía nada. Y eran las 11:58 p.m.
-Taylor...-dije forzando mi voz, ya que se me hacía difícil hablar por haber llorado.-Búscame.
Se quedó callado y no dijo nada. Un minuto pasó.
-Te amo, Amy.-me dijo y me dio el último beso.
Nos separamos allí.
-Yo más, Taylor.-dije y me acerqué pero vi las 12:00 marcadas y me quedé quieta, era como si alguien estuviera contando el tiempo justo.
-Amy, estoy casado.-dijo y se apartó de mí.
Me miró, limpió mis lágrimas, agarró sus cosas y tomó mi mano. Luego la soltó y se despidió de mí.
Me quedé allí sola, llorando, todo había sido un sueño, real, pero solo duró aquel día. Todo volvería a ser como antes.

Fin

La Anónima.





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