jueves, 20 de marzo de 2014

¿Saldrías con él?-Capítulo 3

¿Odiar o amar?

Franco empezaba la universidad aquella mañana. Él eligió una carrera convencional: abogacía. Aquel día no era tan importante para él como para su madre, quien estaba demasiado emocionada.
-Bueno, te deseo toda la suerte, ¿si? Vas a ver que te va a ir...
-Sí, mamá, no es como empezar la primaria...
-Bueno. Andá.
Franco tomó su tarjeta de colectivo y fue a la parada. Mientras esperaba, en su mente aparecían imágenes de unas noches atrás, y sobre todo aquella, la de Candelaria. Se maldijo a sí mismo en sus pensamientos y se propuso poner la mente en blanco.

-¡A ver si te fijás por donde vas!-regañó Lola a Candelaria.
-Bueno, es que...-Candelaria no pudo terminar la frase porque sus libros cayeron al suelo. Ella soltó unas cuantas malas palabras por lo bajo mientras se agachaba para recoger lo que se le había caído, pero vio que otras manos se le adelantaron.
-Dejá, ni que fuera una de esas películas pedorras de adolescentes...-dijo sin mirar para arriba y no permitiéndole a esa persona que la ayudara con sus libros, actitud testaruda y típica de ella.
Candelaria se paró y finalmente vio la cara del chico que había querido levantar sus cosas, no pudo evitar prender su mirada en aquellos ojos durante unos segundos. Franco. Lo ignoró con desdén y se apartó de allí. Él también estaba asombrado. Estaban en la misma universidad...
-Qué lindo encontronazo, ¿no, Franco?-dijo Gonzalo burlándose.
Franco se mordió el labio y se tocó el cuello expresando confusión.
-No está mal. Capaz me puedo vengar de nuevo. Pero esta vez de la cachetada que me pegó la otra noche.-dijo Franco analizando la situación.
-¿Vos decís? ¿Y cómo?
-No sé...Ya se me va a ocurrir algo.
Mientras caminaban por un pasillo, Franco vio a Candelaria dejando su ropa en el locker. Tuvo una idea.
-Ya sé. Llamalo a Pablo.-dijo Franco dirigiéndose a su amigo.
Gonzalo gritó el nombre de Pablo y éste vino corriendo.
-¿Qué pasa?-preguntó el chico.
-Debe haber ropa interior entre esas cosas.-dijo Franco señalando el casillero de Candelaria.-Cuando la veas abrir el locker más tarde, distraela y sacale un corpiño o algo así.
Gonzalo empezó a reír.
-No creo que funcione...-afirmó Gonzalo.
-¿Por qué yo?-se quejó Pablo.
-De vos no sospecha.-aseguró Franco.
-Bueno. Yo me quedo acá y les aviso.-aceptó finalmente Pablo.

Más tarde, casi a la salida, Candelaria fue a dejar unos libros a su casillero cuando Pablo se acercó a ella patinando por el resbaloso piso del pasillo.
-Cande...-dijo.
Ella lo miró con indiferencia.
Pablo observó detrás del hombro de ella, hizo un gesto de preocupación y soltó:
-Uh...¿Qué habrá pasado allá?
Candelaria, crédula, se dio vuelta y Pablo aprovechó y sacó un brassiere negro que estaba ahí, fue de suerte. Escondió rápidamente la mano con la prenda detrás de su espalda y disimuló lo mejor que pudo. Todo esto fue cuestión de segundos, pero él era muy ágil.
-¿Y qué querés?-dijo ella sin paciencia.
-No, nada, ya fue.-dijo Pablo y se dio vuelta, ocultando la ropa interior de la chica al hacerlo.
Candelaria se encogió de hombros y cerró su locker. Luego se fue.

-¡Lo tengo!-exclamó Pablo al encontrarse con sus amigos.
-Bien. Dámelo.-le dijo Franco.
Pablo sacó de su mochila el brassiere y se lo dio. Franco lo agarró de un bretel y lo observó riéndose.
-Alta lencería.-dijo Gonzalo que estaba sentado en el sillón.
-La cosa ahora es ponerlo en la mochila de Leonel.-dijo Franco.
Leonel era el más feo, el clásico nerd de todos lados. Lo que Franco estaba por hacer era cosa de un infantil chico de secundaria, no de un universitario. En realidad, todos los alumnos mimados de aquella universidad privada, parecían de 15 años, eran bastante inmaduros.
Franco logró guardar el corpiño en el bolso de Leonel, medio a la vista, cuando no había nadie en el salón. Cuando Leo se estaba yendo a su casa, dos bravucones, como de costumbre, lo agarraron de la mochila y lanzaron ésta al suelo para quitarle su almuerzo o pertenencias, pero se encontraron con el brassiere.
-Ah, bueno...Miralo vos a Leo.-dijo uno de ellos.
Leonel estaba rojo como un tomate.
-¿De quién será?-dijo el otro con el corpiño en la mano.
Hasta eso ya estaban todos alrededor de ellos, riéndose al presenciar eso. Candelaria, encendida en furia, emergió de la multitud y pasó al centro de la ronda para gritar lo siguiente:
-¡¿Quién mierda puso eso ahí?!
-Ah, mirá, la Cande y el Leo...-dijo el bravucón, pero no pudo terminar la frase.
-Callate.-dijo Candelaria arrebatándole el brassiere de la mano.-¡Llego a descubrir quién fue el pelotudo que hizo esto y va a ver! No pueden estar más al pedo ustedes, ¿no?-se fue, muy enojada.
Franco, Pablo y Gonzalo hicieron gestos de triunfo y se marcharon.

Un chismoso de la facultad ayudó a Cande a cambio de dinero.
-Te acabo de dar $20, ahora decime qué viste.
-Y mirá...Yo estaba con unos amigos y vos estabas en el locker, con Pablo, pero te distrajiste y el pibe te lo sacó.
Ella se quedó en silencio un minuto y empezó a recordar.
-Tenés razón...-afirmó finalmente.-Gracias.
Candelaria salió, aún enfadada, y se dirigió a la clase particular de gimnasia que tenían los chicos. Vio a Pablo sentado en una banca y corrió hacia él, y cuando llegó lo agarró de la manga de la remera, haciéndolo pararse de un golpe.
-Así que fuiste vos.-le dijo ella, acusadora.
Pablo temblaba, le tenía miedo a todo, a cualquier persona que lo amenazara mínimamente aunque sea ridículo.
-Perdón...No fue mi idea, en serio.-dijo él.
Era obvio que era cierto, Pablo era demasiado inocente.
-¿Y de quién fue?-preguntó ella sin aflojar.
Pablo se quedó callado, pero Candelaria asimiló todo y lo soltó.
-Claro, ¿cómo no lo pensé antes?-se dijo a sí misma y se dio la vuelta dirigiéndose al final del gimnasio.
Lo encontró por su pelo, todo despeinado, como de recién levantado, pero sexy, y también se dio cuenta por su físico. Lo tomó por el brazo y lo hizo darse vuelta. Antes de que él pudiera reaccionar, Cande empujó a Franco contra una pared, y sin soltarlo de su remera, inclinándose hacia él, ya que era más alto que ella, le dijo:
-No tendrías que haber hecho eso.
Él reía.
-¿Qué me vas a hacer?-dijo provocándola.
Candelaria sabía que él era fuerte, además ella tenía sus puños contra él, y a su vez, apretaba fuerte su remera para que no se escapara, lo que la hacía saber que no iba a ser fácil hacerle daño. Ella empezó a golpearlo inútilmente en el pecho, pero él la tomó por las muñecas, oprimiéndola aún más contra él, dejando sus labios demasiado cerca de los suyos y manteniéndola en puntas de pie. Candelaria vaciló un momento, miró la boca de Franco, debilitada, atraída, engañada, pero no se dejó seducir. Se soltó, mostrándose molesta, y al final se alejó de allí. Al verla irse, él sonrió. Era diferente. Ella lo hacía sentir diferente.

La Anónima.




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