martes, 18 de marzo de 2014

¿Saldrías con él?-Capítulo 2

Merecidamente humillado

18 años. Y no hay fin de semana que Franco considere aburrido. Inmaduro, caprichoso e histérico, en resumen, insoportable. Cada viernes con una diferente, no deja de ilusionar a chicas ingenuas. No espera que su vida cambie, no piensa en casarse, ni en nada, pero todo tiene un límite...
-Franco, necesito hablar con vos.-le dijo su mamá apoyándose en el marco de la puerta de su habitación.
-¿Si?
-Empezás la universidad en unos días y pretendo que dejes de tomarte la vida tan en joda, no vas a salir cada viernes y sábado a menos que te mantengas solo, mientras vivas acá se cumplen mis reglas.
-Pero...
-No. Esta vez es en serio, así que aprovechá este fin de semana porque no te queda más.
Franco cerró la puerta y se quedó pensando, enojado, frustrado porque su vida le resultaba totalmente sin gracia en ausencia de salidas con sus amigos cada noche. Llamó a su mejor amigo, Gonzalo, quien le atendió rápidamente.
-¿Qué hacemos hoy?-le dijo apenas contestó.
-Lo mejor que se te ocurra porque va a ser la última salida por un tiempo.
-¿Qué decís, Franco?-reía.
-En serio, mi vieja no me va a dejar salir como antes porque empiezo la universidad y qué se yo que otras boludeces suyas.
-Qué bajón. Pero hoy se sale al boliche, no sabés, está lleno de minas que están re buenas...
-Si vos lo decís, Gonzalito. Nos tomamos un remis y vamos, avisales a los demás.
-Dale, nos vemos.
Franco cortó y se tiró en su cama sonriendo y pensando en la noche que le esperaba.
Después de cenar, y cambiarse, sintió la bocina de un auto y salió de su casa, en un taxi lo esperaban todos sus amigos para irse.
-La mejor noche, ¿no?-dijo uno de ellos, llamado Joaquín.
-Más vale que sí, hoy nadie vuelve sobrio ni virgen.
Se rieron, porque obviamente ninguno era virgen...¿o sí? A decir verdad, era el gran secreto de Franco, amaba buscar una chica para seducir toda la noche y luego besarla, pero él aún no había tenido relaciones, y lo escondía, él decía que 'se había llevado a la cama a miles de chicas', pero era una de sus mentiras más grandes.
Llegaron y una larga fila para entrar a aquel boliche los esperaba. Chicas, chicos, de todas las edades, estaban allí. Cuando finalmente entraron, él empezó a buscar a su presa. Esta vez fue una radiante pelirroja con ojos verdes y pelo hasta los hombros, no era de las más lindas, pero era algo diferente para Franco. Caminó hacia ella y le hizo la típica charla, su nombre para esta ocasión fue 'Daniel'.
-¿Me disculpás, Vanesa?-le dijo a la pelirroja para irse al baño, después de una larga conversación.
Iba con la mirada puesta en su teléfono móvil, cuando de pronto su mirada escudriñó entre la gente y vio a alguien que se le hizo muy conocido, una chica. Ella estaba llena de curvas, tenía el cabello hasta la cadera, un poco ondulado en las puntas, y dos grandes ojos marrones brillantes destacados por unas larguísimas pestañas. Franco la hubiera descrito como que 'estaba buenísima'. Empezó a pensar de quién se trataba, pero ya había estado con demasiadas, su mente era un lío de chicas distintas. ¿Katia? No. ¿Iara? Tampoco. ¿Marcela? Menos. ¿Jazmín? Esa era rubia. Pero, un minuto...Jazmín. Y los recuerdos volvieron, al día siguiente de que se había encontrado con ella, había conocido a la alumna de su madre, a quien nunca le preguntó el nombre. Era ella. La chica lo vio y le sonrió con complicidad, él hizo lo mismo y se desvió hacia ella, pero luego se dio cuenta de que estaba con alguien, un chico que hubiera definido como 'fachero'. En el interior de Franco, corrió un fuego, algo molesto que él no conocía, pero no supo explicarlo, no lo entendió. Esa noche él estuvo besándose con Vanesa buen rato, en un momento, se dio vuelta y la vio, lo estaba mirando de brazos cruzados, como esperando a que fuera por ella. Franco ni se molestó en decirle a Vanesa que aguarde por él un minuto, solo se fue en busca de la morena. Llegó hasta ella y la saludó.
-¿Desconocida?-le dijo él.
-Franco.
-Sabés mi nombre.
-Cristian, Álvaro, Juan, José, qué sé yo, yo te vi cara de Franco.
Él se rió.
-Y vos tenés cara de...no sé.
-Candelaria.
-Bueno, hola, tanto tiempo.
-Sí, no cambiamos nada, ¿eh?
-Igual que vos. Estás boludeándolo al rubio ese, ¿no?
Candelaria bajó la vista y se rió.
-No sé, osea, creo que él sabe que no quiero nada con nadie, así que no sería tanto como boludear...¿Vos qué onda con la colorada?
-Nada, bueno, lo de siempre.
-¿Nunca vas a dejar ese hábito?
-No sé, está muy bueno por ahora.-le dijo él y se rieron juntos.
-La verdad que sí. Igual no puedo creer que hayas pensado que yo podría haber sido como esas ilusas que andan detrás tuyo.
-Y no sé...No lo eras al parecer.
-No.
Él se le acercó lo suficiente como para darle un beso y ella lo miró extrañada.
-Pará, ¿qué hacés?-dijo ella en tono de histeria.
Él frunció el entrecejo.
-Mirá, no somos ni amigos, ni nada, así que mejor tocá de acá.
-Ah, bueno, sos re histérica vos, ¿no?
-Callate, gato.-le dio una cachetada.
Franco se tocó la mejilla en la que había recibido el golpe. Ella lo miraba con perplejidad.
-¿Qué te pasa?-dijo él y se fue.
Todos observaban a Franco, lo que le molestó mucho ya que lo hizo quedar bastante mal. Al encontrarse con sus amigos, lo miraron riéndose.
-Te calzó un guante más o menos...-se reía Gonzalo.
-Jodeme.
-¿Cómo se llamaba al final?
-No sé. Candelaria.
-¡Se acuerda el nombre! ¡Milagro de Dios! Parece que el golpe funcionó.
Franco puso los ojos en blanco.
-No me puede haber hecho quedar así una mina,
la vuelvo a ver y voy a hacer que quedemos a mano.
-¿Qué le podés hacer vos?
-No sé. Algo se me ocurrirá.
Planeaba humillarla un tanto. Franco llegó a su casa y seguía tocándose el pómulo que tenía rojo a causa de la cachetada, involuntariamente, sonrió recordando aquel momento, y al darse cuenta se quedó confundido sin saber qué pensar de sí mismo.

La Anónima.





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