domingo, 6 de julio de 2014

¿Saldrías con él?-Capítulo 6

-¡Qué noche!-exclamaba Gonzalo al salir de un bar seguido por sus amigos.
-La verdad muy buena previa. ¿Qué decís que hagamos ahora? No son ni las 2 y están todos hasta el tronco.
Gonzalo rió.
-Los llevo a mi casa, la tengo sola. Andá yendo a lo de Luciano, después avisame y te alcanzo.-dijo.
-Dale.-le respondió Franco.
Gonzalo se acercó a su auto estacionado a unos metros, y sus tres amigos borrachos fueron detrás de él caminando muy desprolijamente, bajo los efectos del alcohol. Franco se dirigió unas cuadras más allá, a la casa de Luciano. Al llegar, las ventanas retumbaban y se oía música muy fuerte. Golpeó la puerta.
-¡Eh, Franco!-lo saludó Luciano.
-¿Cómo andás, che? Parece que está bueno esto.
-Sí, pasá.
Franco se adentró entre las mujeres que había allí, decidido a encarar a alguna, pero alguien se le adelantó.
-Hola.-le dijo ella. Era alta, delgada y con una voluminosa cabellera  negra.
-Hola.-le contestó él, sonriente.
-Me llamo Raquel, ¿vos?
-Fr...-se detuvo.-Francisco.-se apresuró a ocultar su verdadero nombre.

Candelaria no paraba de marcar el número de Franco.
-Ay, lo odio.-decía al darle el contestador.-Le voy a dejar un mensaje.
El tono sonó y el celular comenzó a grabar un mensaje de voz.
-Franco, me dejaste tirada, te odio. ¿Cómo te vas a olvidar? Ya vas a cagar. Y todo por pichero, drogadicto, mujeriego, seguro. ¡TE ODIO!
Ella cortó y no sabía si sentirse enojada, triste, o simplemente indiferente. Llamó a Manuela, quien la atendió rápidamente.
-¿Hola?
-Manuela, ¿me harías un favor enorme?
-¿Te dejaron plantada?
-Digamos...
-Ya paso. Dios, ¿qué harías sin mí?
-No sé...Gracias, sos la mejor.
Manuela se rió y cortó. Al instante, Candelaria oyó el bocinazo de Manuela en su puerta. Salió de su casa y corrió hasta el auto de su amiga, al que se subió de inmediato.
-Pobre de vos.-dijo Manuela sin expresión alguna.
-No seas así.
-Bueno, era obvio que se iba a olvidar, si no le interesa nada.
Aunque él no recordó que iba a ir a aquella fiesta con Candelaria, ella aún albergaba la esperanza de importarle al menos un poco.

Franco bailaba junto a Raquel mientras acariciaba su espalda, cuando sintió su celular vibrando en el bolsillo de su pantalón. Intentó ignorarlo, pero no dejaba de sonar.
-Disculpá.-le dijo a Raquel y se apartó de ella dándose vuelta para ver los mensajes.
Miró la pantalla de su celular y decía:
5 llamadas perdidas de Cande. 1 mensaje de voz.
-Ay no...-pensó y se acordó de que iba a ir con ella a la fiesta.
Apretó un par de botones y el mensaje de voz empezó a reproducirse. La suave voz de Candelaria resonó en sus oídos en un tono enojado. Antes de que pudiera guardar su celular, Raquel lo sorprendió abrazándolo por detrás. Él se dio vuelta quedando frente a ella, y una canción romántica comenzó a sonar.
-Me gustaste mucho.-le dijo ella.
Él no dejaba de pensar en su amiga, pero a la vez ella lo convencía más y más de seguir.

La puerta estaba abierta cuando Candelaria llegó junto a su amiga Manuela, así que pasaron y vieron muchas caras conocidas.
-Mirá toda la gente que hay...-dijo Manuela.
De repente apareció Virginia y las saludó.
-¡El living está lleno de pibes y minas chapando!-gritó para que se la escuchara por arriba de la música.
Ellas se rieron.
-Vamos a ver.-sugirió Candelaria y se encaminó al living.
Miró para todos lados y abundaban las parejas abrazándose y besándose, pero su mirada se detuvo en un chico de cabello moreno junto a una chica con una melena oscura.
-¿Es...Franco?-preguntó Virginia asombrada.
Candelaria no quería creerlo.
-No sé...creo.-le respondió.
El chico se apartó de la chica, dejando ver sus rasgos, y allí Candelaria pudo comprobar que era Franco. Por primera vez se sintió herida. Las lágrimas querían salir, pero ella no lo permitía. Le daba vergüenza que sus amigas la vieran llorar por un chico, más si era él. No despegó la vista de él, hasta que desvió sus ojos hacia ella, y no pudo evitar que lo notara.
Franco no le dijo nada a Raquel, y fue a buscar a Candelaria, que ya no pudo aguantar, y dejó escapar el llanto mientras se ocultaba caminando hacia otro lado, bajando la mirada y tapándose en la multitud.
-¡Cande!-la llamaba él, pero ella no hacía caso.
Finalmente ella llegó a un baño, en el que se metió y se descargó. No podría esconderlo, la máscara de pestañas y el delineador se le habían corrido, dejando gotas negras debajo de sus ojos. Se limpió como pudo y salió de allí, queriendo aparentar dureza y tratando de sonreír. El lugar dejaba un espacio vacío, y Franco estaba en él. Con rapidez, fue hasta Candelaria y la tomó de las manos.
-Perdón.-le dijo él.
-¿Por qué?-preguntó ella.
-Por olvidarme de que tenía que venir con vos.
-Ah. No importa.
-Sí importa. No me odies.
-No te odio.
-Pero estás enojada.
-No...estoy...
Él quería escuchar, pero ella no decía nada.
-¿Estás?
-Estoy mal.-resurgió el llanto, pero más tranquilo.
-No llorés, perdoname...
-No me interesa si te olvidaste, no importa, ya te dije.
-Entonces, ¿qué pasa?
-Nada, soy yo.
-¿Vos? ¿Por qué?
-Por estúpida, nada más.
-No sos eso...No digas...
-¡Sí!
Ella se soltó de su mano y se dio vuelta, dispuesta a alejarse, pero él volvió a aferrarse a ella sin dejarla ir.
-Perdón por dejarme llevar, perdón por besarla.
Ella se asombró y lo miró con extrañeza.
-¿Qué?-preguntó confundida.
-Te dolió. Por eso llorás, te ilusioné.
Candelaria seguía desconcertada.
-¿Importa?
-Obvio que importa. Sabías cómo era yo, sabías que no me interesaba nadie ni nada y aún así te dejaste llevar por mí. Y ahora seguro pensás que me chupa un huevo, pero no es así. Nunca llegue a valorar a alguien como a vos.
-¿Qué estás diciendo? Dejá de mentirme.
-No te estoy mintiendo. Pudiste conmigo, rompiste mis esquemas. Me conocés, ¿alguna vez volví por alguien a pedirle perdón?
Ella se quedó pensativa. La respuesta estaba clara: no.
-Nunca lo hice. Esta vez me arrepiento porque te quiero, porque sos diferente a las demás...Me hacés sentir...de otra forma.
-¿Cuánto más pensás hacerme sufrir?
-Nunca más.
Él la abrazó y se acercó a su rostro. La besó y ella no se resistió. Se sintieron atraídos, iguales, pero diferentes, y eso los unió. Se sintieron el uno al otro y no pudieron parar. Se separaron al mismo tiempo y se miraron fijamente.
-No soy el mismo desde que te conocí.
-Yo tampoco.
-Con vos aprendí a...
-Querer.-completó.
Suspiraron y ellá cerró los ojos mientras lo tomaba por el cuello.
-Te quiero.-le dijo ella.
-Y yo te amo.-susurró él en su oído, y ella sintió como su cuerpo se electrizaba. Sonrió.

La Anónima.







domingo, 29 de junio de 2014

El amigo de mi hermano-Capitulo 3

El fin de semana pasó prácticamente volando. Lunes, cómo te odio, pensaba mientras me alistaba para partir rumbo al colegio.
En el auto, mi hermano y yo ni nos dirigimos la palabra. La verdad es que seguía enojada por lo mal que me había hecho sentir aquel día.
-Oye Mar, por favor perdóname, ya hacen dos días que no me diriges la palabra, ¿cuánto más seguirá 
esto?-me dijo Francisco
-El tiempo que sea necesario.-pensé y lo fulmine con la mirada.

Al llegar a la prisión, (que es así como yo lo llamo al colegio), nos encontramos con Agustín.
-Hola perro, gracias por esperarme aquí.-dijo mi hermano.
-En realidad, esperaba a tu hermana, pero después podemos vernos.- contestó Agus y me hizo una mueca para que lo siguiera.
No podíamos hablar, caminábamos en silencio. Era realmente incomodo.
La campana de entrada sonó pocos minutos después.
-Emm... tengo que ir a clase.-dije algo nerviosa.
En el momento en el que me di vuelta para ir a mi salón, nuestras manos se rosaron, la suya era cálida, masculina, fuerte, mientras que la mía era pálida y siempre se encontraba fría.
-Están frías.-dijo sujetando mi brazo para que no me fuera.
-¿De qué hablas?-respondí.
-De tus manos.-comento, antes de tomarlas.
Solté una risita nerviosa.
-Siempre están así, es normal, o al menos para mi.
Así estuvimos hablando por un buen rato hasta que se me ocurrió preguntarle sobre aquella chica, con la cual lo había visto ,obviamente de una manera más sutil.
-Y...¿tienes novia?-me anime a preguntar.
-No, ¿y tu?
-No, ¿tampoco amiga con derecho?
-No, nada de eso.
Mi corazón festejaba, literalmente.
-¿A qué se deben todas estas preguntas?-agregó rompiendo el silencio que nos envolvía.
-Solo quería saber.-respondí.

Cuando llegó el receso, me di cuenta de que había faltado a clases.
Mire a mi alrededor en busca del profesor de la clase a la cual no había asistido, quería darle una explicación. Pero en vez de encontrarme con él, noté como una chica rubia se acercaba a nosotros, bueno, en realidad a Agus. ERA LA CHICA CON LA QUE LO HABÍA VISTO.
-¡Primo!-gritó la muchacha.
-¡Prima!- exclamó él un poco más fuerte.
-Ella es tu novia, ¿verdad?-le dijo.-Eres muy afortunada.-agregó volviéndose hacia mi.
-No somos novios.- titubee.
-Que lastima, harían linda pareja.-comentó.-Bueno, me tengo que ir, adiós chicos.

Al llegar a casa, solo pensaba en dormir, estaba realmente agotada. Ademas no podía dejar de pensar en el "harían linda pareja" de aquella chica, no solo porque me gustaba como sonaba sino porque mil preguntas se asomaban cuando decía o pensaba esta frase, por ejemplo: ¿él pensará lo mismo?, ¿Le habrá caído bien el comentario de su prima?, y muchas más. 
Luego de unos minutos, al fin me pude dormir.


©Srta. Misteriosa.

sábado, 14 de junio de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 7

Esta vez no permití que nadie ni nada me arruinara el momento. Sentí sus labios deslizarse sobre los míos y poco a poco cerré mis ojos y acaricié su cuello. Todo se volvió automático en nuestras acciones, y sentí su mano sobre mi espalda bajando hacia mi cintura, pero paramos. Al separarnos, actuamos como si nada hubiese sucedido, y nos despedimos.
-Hasta mañana.-le dije parándome del sillón.
-Que descanses.-me respondió.
Me encerré avergonzada en mi habitación. Nos habíamos besado. Max, mi mejor amigo, y yo. Quizás no significó nada para él...No, quizás no, simplemente no lo hizo. No fue un hecho de importancia en su vida y nunca lo será, porque solo somos amigos, o amigos con derechos, pero nada más. Debía dejarme eso en claro. Quería hablarle sobre el tema, pero no me animaba, no quería resultar ridícula dándole tanto interés a algo que seguro para él fue un simple desliz. Tenía miedo de enamorarme. Error. Ya estaba enamorada.
Esa noche soñé algo muy extraño...
Me encontré caminando sola por un pasillo vacío, estrecho y polvoriento, en completa penumbra. Mis pies hacían ruido con hojas y escombros que decoraban el suelo cubierto por una rota alfombra de color rojo. Tenía el pelo enmarañado y estaba descalza, con un horrible vestido blanco hecho jirones. De repente una puerta irrumpió en mi camino y la abrí decidida. Allí todo cambió, el arenoso suelo del escenario anterior se transformó en césped verde y fresco, el pasillo se abrió de par en par dejando ver un cielo anaranjado crepuscular y las copas de los árboles. Volaban pájaros de aquí para allá y flores de variados colores adornaban esa especie de pradera de ensueño. Miré para abajo y llevaba puesto un vestido rosa largo repleto de tules y cintas, en mis pies unos zapatos negros con un pequeño taco y en la cabeza tenía puesta una corona de flores rosadas. Mi pelo se acomodó con tan solo el resoplido del viento, y sentí cómo de pronto alguien me tomaba de la mano y me giraba en su dirección. Era Max, que me sonreía y me miraba con ojos tímidos, con aquellos que tenía cuando lo conocí y le hablé por primera vez. Me abrazó y sentí su aroma perfumado, y luego me besó, pero fue inmediato y caí al suelo, al tiempo que todo se desvaneció y volví a donde estaba antes, quedándome sola y con mi ropa desgarrada otra vez. Todo se puso negro...
Me desperté. No entendía el sueño, pero al tratar de interpretarlo se me ocurría que desde mi triste vida, una puerta se abrió, y lo encontré a él, fue allí cuando todo mejoró. El beso simbolizaba mi enamoramiento, y al desaparecer todo lo que había prosperado, deduje que significaba que todo en mi vida volvería a ser como antes. No podía enamorarme de él ni siquiera en sueños...
Miré el reloj y marcaban las 5:00 A.M. Hacía como 4 horas que me había dormido, y estaba sufriendo de insomnio. Las sábanas estaban frías y pensé en traer una frazada, pero éstas se encontraban en el cuarto de Max, así que prefería helarme en mi cama que ir a buscar algo con que abrigarme, pero eso no fue un problema porque cuando menos lo imaginé, golpearon a mi puerta.
-¿Si?-dije intentando aparentar que me había despertado.
Max abrió la puerta y por la rendija que dejó, veía la mitad de su persona.
-Disculpa, pero en mi cuarto hace frío y supuse que aquí también, te traje algo para taparte.
Sonreí y su gesto me resultó tan delicado y dulce que no pude reprimir correr hacia él.
-Gracias Max.-le dije.
-De nada.
Nos contemplamos el uno al otro, acusándonos con la mirada de algo que fingíamos desconocer, pero ambos sabíamos perfectamente de qué se trataba. Un paso más y cometería nuevamente el error de besarlo.
-Sigue descansando, o no podrás hacer tus aburridas tareas de economista.-le comenté para cortar con el silencioso momento.
-Está bien.-sonrió.-Mañana te veo.
Él cerró mi puerta y yo volví a mi cama, me recosté, cerré los ojos y me aferré a la frazada como una niña pequeña abraza a su oso de peluche. Me pregunté por qué no podía enamorarme de él, ¿qué tenía de malo? Entonces mi mente proyectó una respuesta: me haría sufrir. Jamás pensé que él pudiera hacerle daño ni a una mosca, pero no se me ocurría otra razón por la cual algo me hiciera sentir insegura de estar con él. Pensé maneras de quitármelo de la mente, y recordé a Octavio. Quizás este chico era algo raro, pero no le quitaba lo atractivo, y además tal vez era una buena pareja. Decidí que empezaría a hablar con él, y que si salíamos a algunos lados juntos, probablemente conseguiría aceptar que Max era solo mi amigo, y que no saldría bien parada si me metía en algo con él.

La Anónima.





lunes, 2 de junio de 2014

¿Saldrías con él?-Capítulo 5

Ilusiones
Franco y Candelaria se fueron juntos al colegio a la mañana siguiente, y al llegar, ella vio a su amiga, Manuela, mirándola con una expresión de asombro en el rostro. De inmediato, se separó del chico, y se despidió.
-Te veo después.-le dijo ella.
-Dale.-contestó Franco.
Candelaria se apartó de allí y fue hacia donde estaba Manuela.
-Che, ¿qué onda vos?-le preguntó Manuela al tenerla a su lado.
-Nada, ¿por?
-No sé, estabas ahí, fraternizando con tu enemigo.-se rió.
-Nada que ver, boluda, le estaba diciendo una cosa de la facu.
-¿De la facu?-volvió a reír.-Dale, no me mientas, ¿en qué andás?
-¡Nada, te digo! Es en serio.
-¿Ni siquiera es tu amigo?
La chica dudó al responder, sentía afecto por él debido a lo ocurrido la noche anterior, pero le daba vergüenza contárselo a Manuela.
-No. No somos absolutamente nada.-respondió con seguridad.
-Bueno...
Candelaria se arrepentía un poco de la mentira porque si apreciaba a Franco, y temía que si él se enterara de que ella no lo consideraba un amigo, le doliera.
Se dirigieron a los lockers donde dejaban sus pertenencias, y luego entraron al salón de clases. Candelaria se sentó al lado de Manuela, adelante suyo estaba Virginia, otra amiga. 
-Eu, ¿no van a ir a la juntada de Luciano este finde?-preguntó ella.
-¿Hace una juntada?-quiso saber Candelaria.
-¡Sí! ¿No te enteraste?
-No...
Luciano era un chico un año mayor que Candelaria y sus amigos, concurría a la facultad de abogacía, junto a Franco, por lo que las mejillas de Candelaria tomaron color y no supo qué decir.
-Yo sí voy.-dijo Manuela.
-Yo también, prendete Cande.-la animó Virginia.
-No...no sé...¿quiénes van?
-Y...seguro Maxi, Nacho, Fer, Franco...-no pudo seguir nombrándolos.
-¡No!-gritó Candelaria.
-¿Qué? ¿Qué pasa?
Manuela soltó una risita.
-Ella y Franco son los peores enemigos, ¿no sabías?-comentó.
Candelaria se mordió el labio y cerró los ojos, pensando qué hacer para revertir la situación y contarle a sus amigas que ella y Franco eran amigos.
-Ay, ¿es por eso?-se sorprendió Virginia.-No te hagás drama, va a estar demasiado ocupado levantándose minas.
Candelaria sintió una pizca de celos, pero luego siguió aparentando la normalidad de siempre.
-Bueno, voy a ir.-aceptó al fin.

Era la hora de irse, y Virginia se fue apurada, mientras que Manuela se quedó con Candelaria.
-¿Me esperás? Voy al baño.-dijo Manuela.
-Dale, me quedo acá.-le dijo Candelaria, sentándose en un banco.
La chica miró al suelo y se quedó pensativa, hasta que la conocida voz de Franco la hizo volver en sí.
-Ey.-dijo él.
Candelaria entró en nervios, y no supo qué hacer, pronto llegaría Manuela y descubriría que le había mentido, o de lo contrario, haría confundir a Franco y volvería a ser su enemiga.
-Hola.-dijo ella con dureza.
-¿Te pasa algo?
-No, ¿por qué?
-No, nada, es que estás...cortante.
-Ah, no, es que estoy cansada...-mintió.
-No te habrás arrepentido del cambio en nuestra relación, ¿no?
Ella se rió.
-¡No!-le contestó y miró hacia arriba.
Él se sentó a su lado, y erizó toda su piel con tan solo un contacto. Candelaria vio venir a Manuela.
-¿Qué es esto?-dijo Manuela cuando estuvo junto al banco en el que los chicos estaban sentados.
Franco no entendió.
-¿Qué es qué?-cuestionó él.
-Ustedes se odian.
Él rió.
-Pero ya no, somos amigos...¿no sabías?-le informó él.
-Ah...-fingió Manuela.-¿Y desde cuándo?
-Desde ayer.
-Qué bueno, entonces, los dejo solos.
Manuela le guiñó un ojo cómplice a Candelaria y se fue.
-No puedo creer que no les contaras a tus amigas de lo bien que nos llevamos ahora.-bromeó Franco.
-Callate. Ellas creen que seguís siendo mi peor enemigo y que te odio.
-Pero no es así, ¿no?
Se hizo un silencio, ella lo miró fulminante y luego sonrió.
-No.-dijo y le revolvió el pelo.
Él tomó confianza y la abrazó, un gesto que hizo estremecer a Candelaria, y no tuvo idea de cómo responder, así que se dejó llevar por sus emociones y le devolvió el abrazo. Luego se soltaron.
-Te iba a preguntar, ¿vas a lo de Luciano?-interpeló Candelaria.
-Sí, más vale, ¿vos?
-No sé...
-¡Vení! Va a estar buenísimo, te prometo.
-Bueno, si voy a ir...
-Pero vení conmigo.
-¿Qué?-se desconcertó.
-Que vengas conmigo, ¿no querés?
Ella lo pensó y aceptó sin dudar.
-¡Sí! Bueno, es que es raro que me lo pidas.-admitió ella.
-No seas tonta, sos mi amiga, acordate. 
Candelaria reprimió una sonrisa delatora.
-Me faltó preguntarte...¿cuándo es?-dijo riendo la chica.
-¿Ves que sos tonta? El viernes.-le respondió entre risas.
-¡No soy tonta!-lo golpeó en broma.
-Bueno, Cande, creo que nos las tenemos que tomar...-dijo Franco al ver que estaba anocheciendo.
-¿Nos...? ¿Qué? ¿Juntos?
-Dejá de hacer preguntas pelotudas y vamos.
Ellos se pararon y se fueron hacia la casa de Candelaria. 
-No hago preguntas pelotudas.-se defendió ella en el camino, luego de varios minutos de no hablar.
-¿Recién reaccionás?-él rió.
Ella volvió a pegarle, pero esta vez en la cara.
-Qué violenta que sos.-le dijo él tocándose el rostro y con una sonrisa traviesa.
-Callate. Ahí está mi casa, así que te voy diciendo chau.
-"Casa" dice, alto rancho.
-Andá a cagar, gil.
Ambos se rieron juntos, y luego se despidieron.
-Te veo mañana.-le dijo ella.
-Sí, dale. 
Ella entró, cerró la puerta y lo vio alejarse por la ventana. Se dio vuelta y se encontró con una sorpresa.
-Qué lindo, ¿eh?-era Manuela.
-¿Qué hacés acá?
-Disculpá mi visita imprevista, pero me moría por averiguar que pasaba entre ese chabón y vos.
-Bueno, ahí tenés, es mi amigo.
-Te gusta.
-¿Qué? ¡No! Callate ya, Manuela.
-¡Te encanta! Es obvio.
-No me gusta...
-¡Sí!
Candelaria puso los ojos en blanco.
-Es verdad lo de "los que se pelean se aman".-argumentó Manuela.
-¡No me gusta, Manuela!
-Soy tu mejor amiga. Me tenés que contar.-dijo recalcando la palabra "tenés".
-Y eso hago, te digo la verdad, no me gusta en lo más mínimo.
-Ay Candelaria, por favor, es obvio.
-Bueno, está bien, sí, callate ahora.
-Ay, ay, ay, me muero, qué amor.
-¿Cómo entraste?-cambió de tema Cande.
-Estás tan enamorada que te olvidaste de pedirme la llave que me diste hoy a la mañana, y como quería ver tu nivel de distracción te dejé la puerta abierta, ¿no te diste cuenta? Franco te tiene en otro lado.
Candelaria se rió.
-Sos una estúpida. No pasa nada, es porque es imposible que no te atraiga alguien que te chapaste en el pasado, o no sé, algo de eso.-mintió.
-Sí, claro. En la joda aquella le pegaste tremeda cachetada sabiendo que te lo habías chapado. Es cuestión de que lo conociste y te re enamoraste.
Candelaria se mortificaba y sabía que su amiga estaba en lo cierto, pero no quería reconocerlo. Se quedaron calladas.
-¿Saldrías con él?-preguntó al fin Manuela.
La otra chica no dominó la respuesta, no supo qué decir.
-Te lo pregunto porque sabés que es un toga...
Al recordarlo, Candelaria se decepcionó y hasta pensó en volver a la relación de antes, solo para no quedar más enredada en él.
-No, me gusta, pero...no me voy a ilusionar. 
-Amiga, no quiero ponerte mal, pero ya te ilusionaste...
-¿Y cómo sabés?
-Se te nota. Se te nota en la cara, en la forma de hablar, en la mirada, se te nota en todo.
Los ojos de Candelaria brillaron y su mente se difuminó. Se apretó las sienes con las manos y se lamentó el día en que cayó en el amor, como nunca antes. Ella antes de Franco, no se había enamorado, no le juraba fidelidad a nadie y no sentía nada por ningún chico. Él era igual a ella, ¿cambiaría él por Candelaria? 

  

La Anónima.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 6

-¿En verdad crees que funcionará?-pregunté al ver el intento de arreglo que Max hacía en una pata de silla rota.
-No...
-Pues, deberías rendirte.-me reí.-Oye, ¿crees que pueda salir a buscar un trabajo?-le pregunté cambiando de tema.
Se levantó de su incómoda posición y se puso de pie.
-Sí, igual si quieres puedo ir a ver si consigo algo para tus diseños...si es que tienes.
-¿Que si tengo? ¡Claro que tengo! Son millones, me pasé días diseñando...-notaba que a medida que hablaba y le contaba sobre mí, él sonreía con admiración. Al darme cuenta de esto, dejé de emitir palabras y mi cara quedó inexpresiva.
-¿Qué? ¿Tengo algo?-pregunté a la defensiva, a modo de respuesta a su inexplicable sonrisa, y tocándome la barbilla como si intentara quitarme algún resto de comida o manchita que pudiera haberme quedado allí.
-No...-dijo riendo.-Solo me gusta escucharte hablar de ti.
Me extrañó su contestación, ya que a nadie le interesaba oír mis estupideces, ni siquiera a mis padres, que cada vez que yo les expresaba lo que me sucedía, solo fingían atenderme, pero me ignoraban.
-¿En serio es eso?-interpelé.
-Claro, ¿por qué te mentiría?
-Pues, no lo sé...
-Ya. Ahora debo irme, pero volveré a la noche.
-Está bien.
Nos despedimos y me quedé sola en el apartamento. Me acordé de mi otra vida al sentarme en un sillón del living, y me quedé pensando allí. ¿Qué pasaría luego? Conseguiría un trabajo, y...¿si él encuentra una novia? Yo no podré seguir viviendo aquí si eso pasa...ella no lo soportaría. ¿Y si fuera yo?
Allí mis pensamientos se trabaron. No sería yo, él no se fijaría en mí...Entonces tendría que irme, volver a Houston, o quedarme en Cartagena...O tal vez regresar a mi ciudad natal: Detroit. Dejé mis ideas pendientes y me paré de mi asiento, empezando así a dar vueltas por toda la casa sin tener ni idea de qué hacer, y al descubrir que nada sería de mi agrado allí, decidí irme a dar vueltas por la ciudad que, además, era muy bella.
Usé el ascensor para bajar del edificio, y luego salí por el amplio portón enrejado que nos otorgaba seguridad a todos los inquilinos. Caminé por la acera con el sol que me daba en los ojos, por lo que se me entrecerraban y si quería ver algo debía colocar una mano horizontalmente sobre mi frente. Iba vestida con mis jeans más cómodos, una remera simple y mis tacones favoritos. Era una costumbre usar pantalones con zapatos de taco para mí, amaba esa combinación. Todo iba perfecto, hasta que una grieta en la vereda hizo que se me doblara un pie y que cayera al suelo, mi taco crujió y sentí un intenso dolor en el tobillo. Mi cabeza golpeó con mi mano, que coloqué en el cordón justo antes de caer. Sentí que alguien me agarraba por el brazo.
-¿Estás bien?
La voz era masculina y tenía la tonada colombiana. No entendí lo que decía porque hablaba español. Alcé la vista y vi un chico de tez morena clara, ojos azules y un alborotado cabello café. En fin, totalmente atractivo. No respondí.
Él me ayudó a pararme del suelo, y al verme, al parecer se dio cuenta de que yo no era de allí, porque de inmediato me preguntó en inglés:
-¿Estás bien?
-Sí.-respondí.
Noté que mi taco se había quebrado, algo que era de esperarse, así que me lo quité.
-¿Te irás a casa sin un zapato?-se rió.-¿Eres acaso Cenicienta?
No sabía cómo interpretar aquella pregunta...Una broma, una burla, un cumplido. Me sonrojé y solté una risa casi imperceptible.
-¿Cómo te llamas?-me preguntó.
-Shailene.-respondí temerosa.-¿Y tú?
-Octavio.
El nombre era latino, o español, pero sonaba raro.
Sonreí.
-¿Y qué hace una chica de las afueras caminando sola por aquí?
Me reí.
-Vine con un amigo a vivir aquí y quería conocer la ciudad.-le contesté.
-Interesante...¿y él también es extranjero?
Asentí con la cabeza.
-Bien...¿y de dónde vienen?-interrogó.
-Larga historia...
-Tengo todo el día.
Entonces comenzamos a caminar, quizás era raro, pero anduve todo el tramo sin zapatos.
-Pues, él y yo nos conocimos en un avión a Québec, yo estudiaba en Houston, pero soy de Míchigan, y él de Yosemite. Nos hicimos amigos, y él tenía que venir aquí, pero yo estaba en plan de fuga de mi antigua y aburrida vida, entonces no tenía a dónde ir, y me dijo que venga con él, así que acepté. No me arrepiento, este lugar es hermoso.
Me impresionaba el poco tiempo en el que había conocido a otro chico, y nuevamente de una manera muy insólita. Viajes en avión, caídas en la calle, ¿qué seguía? ¿Un ladrón intentaba robarme y veía mi cara y decía "hola, ¿qué tal extranjera?"?
-¿Trabajas?-siguió cuestionando.
-Max está buscándome algo en diseño de indumentaria, es lo que más me apasiona. Allí en Houston estudiaba abogacía, una de las razones por las que huí.
-¿Max? Tu amigo, ¿verdad?
-Sí.
-Pues, una huida parece divertida.
-No vayas a creerlo, me fue bastante difícil y si no fuera por Max de seguro estaría tirada en una fría calle de Québec pidiendo comida.
Se rió levemente.
-Con lo linda que eres dudo que te hubieran dejado en la calle.
Me ruboricé y se me escapó una diminuta y tímida risa.
-¿Y ese Max es solo tu amigo o algo más?
Curiosamente dudé al querer responder. Yo sentía muchas cosas distintas por Max, pero nuestro título era de "amigos".
-Es mi mejor amigo.-le contesté.
Cambió su mirada por la de un triunfador y clavó los ojos en mí.
-Entonces no le interesaría verte conmigo...
Dudé todavía más de lo que debía contestarle.
-Pues no lo sé.-me sentí algo incómoda. Si bien Octavio era lindo, yo apenas lo conocía y además sentía que era infiel...¿A quién?
-Está bien.-se rió.-No haré nada.
Noté que estaba oscureciendo.
-Bueno, creo que debería irme a mi departamento.
-Te acompaño.
En parte no quería ir sola, pero por otro lado no sabía si ir con él era lo mejor que podía hacer. Finalmente accedí. Durante el camino hablamos, pero yo observaba la luna llena en el cielo, y las estrellas alrededor. Era increíble el paisaje nocturno.
-Aquí es.-dije al ver mi edificio.
-Bien. Entonces ya sé dónde visitarte.
Estaba a punto de replicar, cuando vi a Max aparecer por la dirección opuesta, y me vio. Nos vio. Su expresión se tensó y se acercó a nosotros.
-Hola Shai y...hola.-dijo mirando a Octavio.
-Soy Octavio.-objetó.-Tú debes ser Max.
-Sí...¿cómo supiste?
-Shailene me ha hablado mucho de ti...así que mejores amigos, ¿eh?
-Sí, mejores amigos...-dijo él, no muy convencido.
Temblé, tenía frío porque mi ropa era veraniega y la noche congelaba mis pies descalzos.
Max bajó la vista y vio mis zapatos agarrados en mi mano.
-¿Qué te pasó?-preguntó Max.
-Em...Pues me caí.
Él advirtió lo gélido de mi piel y se acercó a mí para darme una campera.
-Estás helada. Vamos dentro.-se apresuró a decir.
Era lo que más deseaba en ese momento.
-Bueno, Lene, los dejo. Otro día quizás venga a verte.-dijo Octavio.-Adiós.-se refería a Max y a mí.
-Adiós.-dijo Max fríamente y entre dientes.
-Adiós Octavio.-lo saludé.
Él se alejó caminando y nosotros nos fuimos adentro del edificio.
-Lene...-repitió Max imitando a Octavio.-Queda feo.
No pude evitar reírme. Estaba histérico, quizás...¿celoso?
-¿Qué pasa? Es un nuevo amigo y le gusta decirme Lene. Tú me dices Shai, entonces, ¿qué problema hay?-dije molestándolo.
-Nada...-protestó.
-Ay, Max, estás celoso.-lo fastidié.
-No es cierto.
-Sí.
-No.
-¡Sí! Estás celoso...-canturreé mientras daba vueltas alrededor de él.
Me agarró de la cintura y me subió a su hombro.
-¡Max! ¡No! ¡Suéltame!-dije riendo y golpeando su espalda.
-No te voy a bajar. Ahora te la aguantas, por cargosa.
-Vas a ver que me tienes que bajar. O sino voy a irme con Octavio a pasear por ahí.
-Ve con él, a ver si te consigue algún trabajo, o casa, o alojamiento, o comida...Mmm...
Me reí todavía más.
-¡Me rindo!
Me dejó en el suelo.
-Eres tú mi mejor amigo, imbécil.
Él sonrió y me dio uno de sus protectores abrazos que tanto me gustaban.
-Tú eres la imbécil que se va con colombianos flirteros.-me reprochó en broma.
-Mentira. A que tú tienes por ahí alguna amiga economista...rubia...y que se llama Brittany o algún nombre de esos.
Nos reímos juntos.
-De verdad no voy a cambiarte.-le dije, ahora hablando en serio.
-Sé que no lo harás, ni yo a ti.-me dijo él.
-Vamos algo así como una semana de amigos y eres incomparable, de verdad.
-Es verdad, lo soy.-bromeó.
Me dejé caer en su hombro y me di cuenta de que volteaba hacia mí. Hice lo mismo que él y quedamos mirándonos a los ojos. Mi deseo de rozar sus labios con los míos era irreprimible, y él se veía ávido por hacer exactamente eso. Quise dejarme llevar...

La Anónima.



sábado, 24 de mayo de 2014

What the heart really feels-Capítulo 5

Sentí mareos y la visión se me difuminó.
-¿Qué?-pregunté incrédula.
-Lo que oyó, señorita.
-¿Qué le pasó?-titubeé con el corazón yéndome a mil.
-A unas cuadras, en el supermercado, lo han asaltado y no quiso ceder, así que hubo un tiroteo.
La rebuscada historia era demasiado patética, excesivamente armada, pero mi trance no me dejaba razonar y lo tomé como cierto.
Sophie apareció por detrás de mí.
-¿Qué le sucedió al tarado de tu novio?-dijo despreocupadamente.
La desesperación pudo conmigo y me solté envuelta en un llanto desconsolado.
-¡Amy! ¡¿Qué sucedió?!-gritó mi amiga.
-Él...él murió.-respondí con la voz cortada.
-¡¿Qué?! ¡¿Este farsante te ha dicho eso?! ¡Y qué sabe usted viejo impotente!-le regañó mi amiga.-Vamos a buscarlo, ven.-me tomó por el brazo y me hizo salir de mi casa.
Noté que el señor se quedaba en mi puerta y sospeché, pero no me interesó ya que mi principal problema era descubrir si mi novio estaba con vida o no.
Mi estado era en un shock completo de no saber si creer en lo que me había dicho aquel hombre o no.
-¿A dónde piensas irlo a buscar?-hablé por fin, cuando íbamos ya a la mitad del camino.
-No lo sé, pensaba que tú me dirías.-dijo Sophie.
-En el supermercado, eso me dijo el tipo.
-¿Qué te dijo exactamente?
-Que lo habían asaltado y que como no se dejó robar, lo mataron.
-¿Acaso escuchaste tiros?
-No.
-¿Entonces de qué te preocupas? Dios, Amy, de seguro él está bien, cálmate, lo vamos a corroborar.
Me quedé callada porque sabía que tenía razón, pero eso no impedía que el miedo se apropiara de mí. Cada paso era sentirme más insegura de qué habría pasado, quería averiguarlo en ese mismo instante, hasta que por fin estuvimos en la puerta del autoservicio. Él no estaba, pero aquel lugar parecía en perfecto orden.
-Aquí no está.-confirmó Sophie.
No pude sosegarme.
-No sé qué pensar.-solté.
-Se nota que no hubo ningún incidente aquí, tranquila.
Las palabras de mi mejor amiga hicieron que me mitigue un poco, pero seguía angustiada.
Volvimos en dirección a mi casa, y mientras me mortificaban los pensamientos, vi a Taylor venir corriendo hacia nosotras. La plenitud me inundó.
-¡Taylor!-grité soltándome de la mano de mi amiga y yendo a los brazos de mi novio.
Apenas su piel hizo contacto con la mía, me dejé envolver por su abrazo.
-¿Qué pasó?-pregunté alarmada.
-¿Por qué lloraste?-dijo sin contestar a mi pregunta.
-Un hombre, un viejo...
-Un viejo de mierda.-se entrometió Sophie enfurecida.-Le ha dicho que estabas muerto.
A Taylor se le fue el alma a los pies.
-¿Qué?-se asombró.-¿No tenía una boina marrón?
-Sí.-respondí.
-¡Él me ha robado!-dijo Taylor alterado.
-¡Amy, la casa!-gritó Sophie, y recordé que habíamos dejado al hombre en mi puerta, de seguro ya tenía la mitad de mis cosas en su pertenencia.
Sophie salió corriendo, Taylor y yo la seguimos.
-¿Cómo fue?-me preguntó mi novio.
-Estábamos en mi casa con Sophie, y yo vi tu auto, y pensé que eras tú, entonces fui a abrir la puerta y ese viejo desagradable estaba allí, entonces me llamó por mi nombre y luego me preguntó si era tu novia, le dije que sí y me dijo que habías muerto, dios, qué idiota soy.-le conté con la voz apresurada.
-No lo eres, Amy, yo también le hubiera creído en ese momento si me hubiera dicho que algo te había sucedido.
-Es que si algo te pasa me muero.-confesé.
Dejamos de correr y me miró fijamente. Me rodeó la cintura con sus brazos y me besó, eliminando todo mi miedo y mis nervios, que aún no me habían dejado en paz, y de a poco me fue soltando.
-Ya pasó.-me consoló.-Yo tampoco soportaría que te sucediera algo malo, por eso nunca dejaré que pase.
Sonreí y me ceñí a su cuerpo.
-Te amo.-le dije.
-También te amo.-me contestó.
Me vi en medio de la vereda junto a él y me acordé del posible robo en mi apartamento.
-Deberíamos seguir yendo hacia mi casa.-aporté.
-Cierto.
Seguimos corriendo hasta llegar, Sophie ya estaba adentro. Cuando pasamos, oí maldiciones provenientes de la voz de mi amiga. Noté que faltaba mi tostadora.
-¿Qué pasó, Sophie?-le pregunté.
-Tu ropa, Amy, quedan pocas cosas.
Me fijé en toda mi casa y había cosas que no estaban. Despotriqué un rato y luego me senté junto a Taylor y Sophie.
-¿A ti que te robó?-le preguntó mi amiga a mi novio.
-Mi billetera y mi celular. Mi auto estaba al frente porque iba a venir aquí, pero quise ir al supermercado y de camino me encontré con este tipo, que me quitó mis cosas. No pude seguirlo y me encaminé hacia donde se me ocurrió, pero me equivoqué.
-Planeábamos una noche genial con Amy...-dijo ella.-Todo lo arruinó, viejo fanfarrón.
-Al menos vimos su cara, quizás podemos hacer algo...-dije yo.
-La denuncia, obviamente, pero tus cosas no van a volver, Amy.-me reprochó.
-No me digas.
-¿Cómo vas a dejar la puerta así? ¿Es que no piensas?
-Ya, Sophie, no es momento para que me eches en cara lo que hice.
-¡Es que no puedes ser tan idiota!
-Basta...-dijo Taylor.
-¡Tú cállate, inútil! Por tu culpa ella no pensó al actuar.-espetó Sophie.
-¿Qué dices? ¿Por qué eres así? ¡No ha sido su culpa!-le dije enojada.
-Todo lo haces mal, Amy, y encima has vuelto con este idiota. Me decepcionas.
No podía creer sus palabras.
-¿Te decepcionan mis decisiones? No sé si lo recuerdas pero tu solías decirme que era una estúpida por no volver con él cuando se me presentaba la oportunidad, y ahora que lo hago, "te decepciono". Pues bien, no eres dueña de mis relaciones, así que puedes irte cuando quieras.
Me miró con ira. Taylor estaba escéptico observando nuestra pelea y sin saber qué decir, se lo veía incómodo.
-Sí lo haces, porque siempre estás con la cabeza en otro lado, no lo soporto, ¿captas? Lo mejor sería que ahora, cuando cruce aquella puerta, no vuelvas a hablarme nunca más.
Sophie taconeó el piso con sus botas y salió de mi casa, dando un portazo. Involuntariamente, las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos y mi novio vino a mi lado.
-Se le pasará.-me dijo él.
-La conozco, no se le va a pasar...Y además tiene razón, soy una idiota, mira lo que he hecho.-dije refiriéndome a todo lo que ahora me faltaba por culpa de mi distracción.
-No fue tu culpa...No lo pensaste en ese momento, y además es tu problema, a ti te robaron, ¿y ella se enoja? Si tanto le importaba, ¿no podía cerrar la puerta con llave ella? Déjala, se dará cuenta de que cometió un error y te pedirá perdón.
-Hemos peleado muchas veces, pero nunca así. Creo que hablaba en serio, Taylor. Podría hacer lo mismo que ella cuando cree estar en lo cierto: esperar hasta que el otro pida perdón. Pero yo no puedo, no tolero estar peleada con alguien que quiero, aunque yo sepa que yo debería estar enojada y no esa persona.
-Ya lo sé. Trataré de hablarle, también puedo pedirle a Mitchell que la haga reflexionar, de seguro él podrá.
-Eso espero.
-Te prometo que haré lo posible.
-Gracias, amor.
-¿Es que nunca me habías dicho así?-dijo.
-¿Amor? Pues...No lo sé. No recuerdo.
-Suena bien.

La Anónima.



jueves, 22 de mayo de 2014

La ex-Capítulo 4

Clandestino
-¿Me vas a explicar que fue lo del viernes o no?-exclamó Jackie una vez más en tono enojado.
-¡Ya te lo he dicho mil veces! Nos conocíamos de antes y siempre nos odiábamos, punto.-le respondió Adeline.
-No te creo. Hasta que no me digas la verdad no pienso hablarte.-dijo Jackie y se alejó de su amiga.
-¡Jackie!-le gritó Dely.-Ay dios...-murmuró.
Adeline quiso perseguir a su amiga, pero inesperadamente fue tomada por el brazo y un aroma muy particular la abrumó.
-Hola Adeline.-era Chase.
-Chase, ahora no es momento...
-Nunca es momento para ti. La otra noche me dejaste muy rápido, ¿podríamos hablar?
-¿De qué? ¡Tengo cosas que arreglar!-chilló exaltada.
-Cálmate.
Chase se estaba tornando pesado para la chica, sobre todo porque no estaba interesada en lo más mínimo en él.
-No voy a calmarme, no somos nada y no tenemos porqué hablar, es algo que quiero que quede claro, ¿si? Ahora, si me dejas, iré a terminar de hacer lo que debo.
El joven no entendía las exasperadas reacciones de Adeline, pero se había sentido rechazado y no le gustaba ese papel, no era lo común para él.

-Te perseguí por todos lados.-le dijo Adeline a Jackie cuando la tuvo en frente.
-Y yo te dije que no te hablaría hasta que me dijeras la verdad.
-Y ya te la he dicho, no sé qué pretendes.
-Mira, Adeline, sea lo que sea lo que me ocultes, cuanto más tiempo esperes para decírmelo, más tiempo pasara para que te perdone. Suéltalo de una vez, ¿quieres?-amagó Jackie.
-Está bien. Voy a decírtelo, pero debes jurarme que no vas a dejar de ser mi amiga por eso.
-No voy a jurarte algo que no sé si podré cumplir. Solo dime lo que pasa entre ustedes dos. Ahora.
-Bueno...Lo que sucede es que, en mi antigua escuela de St. Smith, fue donde conocí a Drake. Él y yo éramos amigos...y...pues ya, es mi ex.
A Jackie se le desfiguró el rostro al instante que escuchó esas palabras salir de la boca de su amiga.
-¿Q-qué?-tartamudeó.
-Sabía que no iba a gustarte. No puedo cambiar mi pasado, aunque seguro lo haría.
-No puede ser.
-Sí, lo es.
-¡No! Adeline, ¿por qué no me lo dijiste antes?
-¿En qué momento? Nunca me imaginé que él sería tu novio.
-No, antes de esto, apenas te lo pregunté. No sé porqué no lo hiciste, ahora no puedo confiar en ti. Si me lo has ocultado todos estos días es porque sigue pasando algo entre ustedes, ¿verdad? ¡Sabía que no tenía que acercarme a ti!
-¿Puedes dejar de exagerar tan solo un minuto? ¡No lo hice porque no tenía idea de cómo te caería esa noticia! Él y yo no nos soportamos, entiéndelo de una vez.
-Me tomaré un tiempo para asimilarlo. Mientras, no quiero verte a ti, ni a él.
La puerta del instituto se cerró detrás de Jackie y el aire proveniente del exterior levantó el cabello de Adeline. La chica miró al suelo, pero a los pocos segundos el portón volvió a abrirse y alguien asomó, por lo que alzó la vista. Drake. Observó a Dely con atención y luego, como si nada hubiera sucedido hace unos días, le dirigió la palabra.
-¿No has visto a Jackie?
-Hola, ¿no?-respondió con un dejo de furia en las palabras.-Sí, acaba de irse. No quiere verte.
Drake frunció el entrecejo.
-¿Por qué?-dijo al fin.
-Porque ya sabe la verdad.
-¿Qué?
-Tuve que decírselo, no quería creerme otras cosas y me amenazó con no hablarme nunca más. Al final se enojó contigo y conmigo, y dice que no quiere vernos.
-¿Por qué aquí? ¿Justo aquí tenías que venir?-la culpó él.
-Claro, ahora yo soy la causante. Para el caso yo podría decir, ¿por qué ella? ¿Justo a ella la tenías que elegir? Imbécil, siempre fuiste un imbécil.
-La amo, Adeline, por eso la elegí. Si ha sido tu error, ¿cómo se te ocurre golpearme y perseguirme por todo el salón?
Adeline digirió aquellas palabras: "la amo", antes de responder, porque apenas él las pronunció, ella sintió una intensa punzada en el pecho.
-Fue involuntario, es normal en mí querer atizar a los que odio.-contestó Dely.
-Ah, y ahora me odias.
-Sí, lo hago desde hace tiempo, ve enterándote.
-No lo creo. Es más, lo dudo muchísimo.
-No te pienses tan importante.
-No me pienses tanto.
Ella lo miró a los ojos y se quedó en silencio. Sabía que él decía lo evidente: jamás dejaba de pensarlo. Finalmente, liberó una risa sarcástica.
-¿Que no te piense tanto? Eso es lo que tú quisieras...
Sobrecargada de nervios y en un intento de apartarse de allí, Adeline dio un paso en falso sobre el resbaloso piso y casi cae al suelo, pero Drake la sujetó a tiempo, aunque quedaron muy cerca el uno del otro.
-¿Estás bien?-preguntó él.
-Sí, casi me caigo y me has atrapado, ¡guau!-dijo ella con ironía.
-Adeline...
Mientras ella tanteaba un espacio para escapar de la situación, no se dio cuenta de que cada vez se aproximaba más a él.
-Mira Drake, no sé que pretendes con esto, pero...
Por alguna razón, sus labios se unieron en un beso junto a sus manos que se entrelazaron perfectamente, y ninguno de los dos se resistió. Luego se soltaron, Drake la estrechó más contra su cuerpo y ella le rodeó la cintura con sus brazos.
Un molesto sonido los hizo parar, y fue ahí cuando sus miradas se cruzaron, extrañadas, con ojos culpables y apesadumbrados, aunque por dentro solo deseaban que se pudiera detener el tiempo para no dejarse nunca más.
-Me voy.-dijo ella y se alejó avergonzada.
Él quiso contenerla, pero no logró nada y se dio por vencido, quedándose pensativo y sin saber qué hacer. Acabó yéndose de allí, sin poder dejar de preguntarse si lo que había pasado era real o no.

La Anónima.




domingo, 18 de mayo de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 5

-¿Y todos estos papeles? ¿Dónde los dejo?
Silencio. Max no contestaba mi pregunta.
-¡Juro que si no me respondes lanzaré todo por la ventana y al diablo!-grité amenazando.
Lo oí venir corriendo hacia la habitación en la que yo me encontraba.
-¡No! Son mis papeles empresariales, Shailene, les haces algo y no vives para contarlo.-dijo con agitación en sus palabras.
-Vaya, típico de economistas.-farfullé.
Me miró de reojo, con un semblante exasperado, luego juntó el papelerío que yo le dejé sobre la mesa y se retiró del cuarto.
Seguí rebuscando entre las cajas, ordenando todo aquel desastre, y entre las blancas hojas de esos documentos, colores variados lograron captar mi atención. Mis ojos se abrieron de par en par al ver una foto de Max junto a una chica, bastante parecida a él, solo que con el cabello negro y ondulado, dientes perfectos y ojos grises. La tuve entre mis manos un buen rato y observé cada detalle de la imagen con detenimiento, mientras me preguntaba '¿quién es?'.

-Shai, ¿no viste mis...?-él fue bajando el tono de voz a medida que se me acercaba.-¿Qué haces con eso? ¿De dónde lo sacaste?
Su repentina aparición me hizo dar un sobresalto.
Me avergoncé y dejé rápidamente la fotografía sobre el escritorio.
-Lo siento, estaba entre tus cosas...
-No pasa nada.-dijo, tomó la foto e hizo un intento de irse de allí, pero mi voz lo interrumpió.
-Disculpa, sé que te molestará mi pregunta, pero como verás no tengo filtros. Me ha intrigado saber, ¿quién es ella?
Se quedó callado.
-Eso no te incumbe.-respondió al fin.
-Claro que me incumbe, sino no te hubiera preguntado, ¿no crees?
-Es mi hermana.
Arqueé las cejas y enmudecí.
-¿Y qué tiene?-quise saber.
-Era.
No entendí al instante, pero luego lo hice perfectamente. Ella ya no estaba en este mundo.
-Lo lamento, no quería...-traté de excusarme.
-No importa.-dijo y esta vez sí se largó.
Recordaba que hace tan solo un día, cuando las bragas rosadas ocupaban su valija, él me había dicho que posiblemente eran de su hermana. ¿Acaso era ella su hermana? ¿Habría sido hace poco tiempo el terrible suceso? En ese momento me carcomía la culpa y a la vez la curiosidad. Quería preguntarle, pero no debía, solo conseguiría atormentarlo y traerle trágicas memorias.
Temía descubrir cosas sobre Max que él quizás no quisiera darme a conocer. No quería ahuyentarlo de mi lado por ser una invasora compulsiva. Terminaría haciéndolo si seguía con esa conducta.

Después de pasar todo un día arreglando el apartamento junto a mi amigo, aunque en completo sigilo y sin dirigirnos ni una sola palabra, él se fue a su cuarto, y yo al mío. Di mil vueltas en mi cama, sin poder pegar un ojo en horas, hasta que finalmente decidí salir de la pieza y hablar con Max, le debía una disculpa, y además tenía demasiado que conversar con él. Me paré, me puse unas zapatillas y atravesé la puerta. Me fijé por la rendija de debajo de su puerta y vi luz, así que la golpeé sin dudar.
-Pasa.-me dijo él desde el otro lado.
-Max...necesitaba hablar contigo.-dije apenas entré en la alcoba y cerré la puerta.
Me aproximé a su cama y cuando estuve lo suficientemente cerca me senté a su lado.
-¿Sobre qué?-preguntó a la defensiva.
-Sobre lo que hice hoy. De verdad lo siento, me picó la curiosidad e hice esa innecesaria pregunta, pero no quería molestarte...es solo que...sabes que soy así y...-las palabras se me dificultaban al hablar.
Él me corrió un mechón que me cubría la mitad del ojo y lo colocó detrás de mi oreja.
-No te pongas así, no fue queriendo, lo sé muy bien.
-Perdón.
-Está bien, ya pasó.
Me dio un reconfortante abrazo.
-Eres...mi único amigo.-mis ojos se llenaron de lágrimas al terminar de pronunciar esas palabras, y era porque sabía que eran ciertas. No tenía amigos.
-No digas eso, no es verdad, Shai, eres maravillosa y hay mucha gente dispuesta a quererte, solo debes dejarte conocer.-me consoló con una sonrisa en sus labios.-Como lo hiciste conmigo.-terminó de decir.
La felicidad se dibujó en mi rostro.
-Gracias, de verdad. Te quiero.-le dije secándome las gotas.
-Te quiero.-contestó.
Era la única persona que en vez de responderme 'yo también' o 'yo más', me había devuelto la frase.
-Sabes...Ella tenía 22 años, como tú. Se llamaba Erica y vivió muy bien hasta que enfermó de diabetes, a los 15. Su vida fue haciéndosele cada vez más insignificante, no quería seguir las dietas y todo se complicó, hasta que entró en un coma y falleció...hace un año.
No pude articular ninguna palabra.
-Yo...
-No digas 'lo siento', es una frase que expresa culpa cuando en realidad tú no tienes nada que ver.
Reflexioné y tenía razón. ¿Por qué decimos "lo lamento" o cosas así?
-Pues, entonces, me quedo sin qué decir. Es muy triste. La querías mucho, ¿verdad?
-Claro que sí. Era muy importante para mí, era mi hermanita.
Me enterneció su mirada y vi una lágrima caer para su mejilla. El corazón se me partió de verlo llorar, nunca pensé que me mostraría esa parte suya. Lo rodeé por la cintura con mi brazo y me apoyé en su hombro. Luego me separé de él y con mi pulgar toqué su suave rostro para secar su llanto. Me miró fijamente y no aparté mis ojos de los suyos, me acerqué a él con pudor y observé cada uno de sus finos rasgos con mi examinante mirada, acercándome cada vez más a sus labios. Un estallido hizo que me separara de su cuerpo.
-¿Qué ha sido eso?-solté con temor en mi voz.
-No tengo idea, será mejor que bajemos a ver.-dijo él con determinación.
Se levantó de un salto y salió por la puerta, yo lo seguí con desgano.
Ese ruido había interrumpido un momento clave en nuestra relación. Maldecía el momento en el que sonó, y también el segundo en el que decidí ser tan...lanzada con él.
Después de que ambos fuimos por el pasillo y bajamos las escaleras del edificio, cruzamos por el portón y fuimos a ver qué había sucedido. Era un accidente, una camioneta se había estrellado contra un poste en la esquina, pero la mujer que conducía se encontraba en perfecto estado.
-Mierda.-dije entre dientes para mis adentros. Estaba enojada porque, quizás podría haber resultado peor, pero, ¿justo en ese momento? Qué oportuno.

La Anónima.

viernes, 9 de mayo de 2014

Ella y él

Ella vivía en su mundo, acompañada pero sola por dentro. Caminaba junto a los demás y deseaba mimetizarse entre la multitud y no sobresalir, omitía ser ella misma solo para pasar desapercibida y evitar el "qué dirán". Su mirada se perdía por un camino, sin entender el mundo aún, cuando lo vio a él. Clavó sus ojos en los suyos y no apartó la vista hasta que él se dio por aludido. Se unieron en una sonrisa, y ella creó una ilusión. Insufribles se volvieron los días al observarlo y no poder decir nada, ella lo mantenía en secreto. Él no podía dejar de mirarla, no quería, y ella cambió. Él la cambió. Quiso ser alguien, se animó a más. Cada día esperaba ser un poco mejor y buscaba llamar la atención de él, buscaba la felicidad a su lado. Él siguió sus costumbres y repartió amor a infinitos corazones, menos al de ella... Y ella sufrió, derramó lágrimas, pero continuó el sendero. Un aluvión de sensaciones se encendía en todo su ser siempre que advertía la presencia de él, no podía pasar cerca suyo porque sus extremidades temblaban y su corazón se aceleraba, un desconocido y mágico sentimiento se apoderaba de ella y no podía pararlo. Él le dirigió palabras que afloraron aún más su ensoñación en un mundo cercano a él, pero finalmente se acobardó y se alejó de ella. El aire no volvió a transmitir mensajes de él para ella, ni de ella para él. Ella quiso vencer al orgullo, y lo hizo, pero tal vez se arrepintió, porque no transformó su relación. Su vida tiene una motivación desde que él entró en ella, pero también siente el miedo de la perdición, el temor a que la olvide otra vez. ¿Cree ella que él la quiere, o la valora? No es exactamente lo que piensa, pero su irreal artificio mental no la deja despertar a la realidad y aceptar que no es así. Lo dejará ir, él se enamorará de alguien más, y podrá ser feliz. Tan feliz como fue ella con él, aunque apenas se conocían.


La Anónima.

Beyond the appearance-Capítulo 4

Al lado mío había un señor que no paraba de toser. La verdad era bastante...irritante, pero daba igual, si así no hubiera sido probablemente ahora estaría volviéndome a Houston, ¿cierto?
Desde mi asiento podía ver a Max, sentado junto a una chica atractiva a la cual de vez en cuando miraba y eso me provocaba...celos. Éramos solo amigos, eso lo tenía claro, pero yo sentía otro tipo de lazo...Sentía que algo nos unía y no podía soportar verlo con esa. De todas formas era solo una tontería, ya se me iba a pasar y volvería a ser la chica fría de siempre.
Se hizo de noche y por la ventana del avión veía nubes y estrellas en el cielo oscuro. Miré para mi izquierda y a una considerable distancia estaba mi amigo, durmiendo. Tenía en mi mano una servilleta que me habían dado junto con una bandeja con comida. La abollé y me incliné hacia adelante mirando a Max, y sin pensar en el enojo que podría generar en los demás pasajeros o en él mismo, se la lancé. El bollo de papel le cayó en la cara y se despertó alarmado. Miró a su alrededor y me vio, riéndome como idiota.
-¿Qué rayos?-murmuró desde su asiento.
Solo contesté con mi incesante risa.
-¡No es gracioso!-dijo y me tiró el papel.
Me seguía riendo. Ya me daba vergüenza y no tenía idea de porqué nadie se había despertado con mis carcajadas. Max continuaba observándome.
-Bueno, no seas así, estaba aburrida.-le dije defendiéndome.
-Claro, y por eso me tiras papeles mientras duermo.-dijo sarcásticamente.
-Necesitaba hablar con alguien.
-Vamos a llegar en unas horas, duérmete.
Me di la vuelta y cerré los ojos, pero no pude dormirme.
Luego de un tiempo el avión aterrizaba. Me bajé junto al hombre que me había acompañado en el asiento, y después me encontré con Max.
-Bien.-dije al verlo.
-En mi departamento no se lanzan servilletas.-bromeó.
Me reí con inocencia.
-Perdón.-le dije.-No lo haré en tu casa.
-Mejor así.
Colombia se veía soleada, la gente era muy diferente que en mi país, pero todos sonreían y era un gesto que me parecía interesante, resultaba lindo ver personas tan felices.
-Me encanta.-dije.
Max me miró.
-La verdad, es un lugar muy bonito.-dijo él.
-Sí. ¿Te puedo hacer preguntas? He sido muy confianzuda contigo y apenas sé de ti.
-Es cierto.-dijo y rio.-Pregunta lo que quieras.
-¿Eres de Houston?
-No. Soy de Yosemite, Houston era otra de mis paradas, igual que Québec, por estudios y esas cosas. ¿Tú de donde eres?
-Tampoco, soy de Míchigan, bueno, Detroit.
-Lindo lugar.
-Mala vida.
-¿Mala vida?
-Sí. La secundaria fue un infierno para mí. Me iba mal en el colegio, la gente me rechazaba, mis padres estaban enfurecidos conmigo y yo solo sentía que todo me salía mal. Cuando me enviaron a Houston a estudiar pensé que cambiaría, pero solo conseguí unas falsas "amigas".-dije haciendo comillas con los dedos.
-Bueno...Espero que aquí mejore.
-Ya lo hizo.-dije y sonreí.
Se sonrojó tímidamente y pensé que eso lo hacía ver muy dulce.
-Nunca me dijiste, ¿qué estudiabas?
-Derecho. Lo odio. Yo quiero ser diseñadora de indumentaria.
-¿De verdad? Creo que puedo conseguirte algo de eso por aquí.
-¿En serio?
-Sí, es probable.
-¡Gracias!-dije sin intenciones de ocultar mi emoción.
-De nada.-respondió y curvó sus labios en una casi sonrisa.
Luego de un largo y reticente rato, decidí hablar.
-¿Te gusta tu carrera?
-Sí me gusta, ¿por qué?-preguntó extrañado.
-Solo decía. Me parece...aburrida.-dije sin filtro.
Se rió.
-¿Ah si? Bueno.-exclamó y fingió un enojo.
-Los economistas son aburridos.-lo desafié.
-¿Te parezco aburrido? Ya verás.
-¿Qué veré?
-Aburrido te va a parecer acomodar todo el apartamento.
-¡¿Qué?!-grité.
Me paró en el medio de la vereda y me tomó por los hombros suavemente.
-Mira, tú decidiste venir, aún no tienes trabajo, y te parezco aburrido. Por todo eso te toca limpiar.
-¡Ay no! ¡Te odio!-espeté en broma.
-Sé que no es verdad.
Y yo también lo sabía. Lo apreciaba mucho, en pocos días había aprendido cosas de él y me había ayudado en todo. Además tenía una especie de atracción hacia él, aunque aún no lo entendía muy bien.
Una imponente edificación se abrió paso ante nosotros. Era de color gris, con varios pisos y amplios ventanales de cristal en cada uno.
-¿Este es el departamento?-pregunté asombrada.
-Sí.-me contestó Max.
-¡Es genial!-solté con el entusiasmo de una niña de seis años.
-Ya lo creo.
Mi amigo abrió el portón y subimos por las escaleras hasta el cuarto piso, donde fue a una de las cuatro puertas que había y la abrió.
-Bien.-dijo haciéndome pasar. Entré y tiré los bolsos al suelo.
-Esto se ve...excepcional.-dije examinando cada detalle del lugar.
-Como tus ideas de escape.
Me sorprendió que se acordara de nuestra primera charla en el viaje a Québec.
-Exactamente.-afirmé.
Agarré uno de los bolsos que estaba en suelo y cuando lo abrí, me di cuenta de que no era el mío, pero había algo bastante desconcertante adentro.
-De casualidad...¿no te habrás dejado alguna novia en Yosemite?-pregunté mientras sostenía unas bragas de color rosa en la mano.
Se dio vuelta en una milésima de segundos con todo el desconcierto en su rostro.
-Mierda....-atinó a decir.-No tengo ninguna novia en Yosemite.
Parecía muy sincero.
-Mmm...No me habías contado de tu travestismo, Max.
Se empezó a reír.
-Debe ser de mi hermana. Es en serio, seguro se ha mezclado entre mi ropa por equivocación...
No sabía qué pensar.
-Creo que es más creíble lo de la novia en Yosemite o lo de tu identidad transgénero.
Sonrió.
-Es verdad. Tuve novias pero ninguna que viviera conmigo, ni que dejara su ropa interior en mi casa...Además el bolso lo preparé en donde vivía antes y saqué ropa de un canasto, así que debe ser de June.
-Está bien, solo porque no tienes cara de ser un quitador de bragas profesional, te voy a creer.
Se le escapó una carcajada.
-¿Quitador de bragas profesional?
-Quiere decir que no hay chica que conozcas que se resista a tus...¿poderes de seducción?
-Basta, me haces reír.-dijo entre las risas.-¿Y cómo que no lo soy?
-Tienes cara de economista, ya te lo dije.
Me fulminó con la mirada.
-Los economistas también podemos ser quitadores de bragas profesionales.
-Mmm...De eso no estoy segura. Ni siquiera tenías una novia en Yosemite.
-Quizás no en Yosemite, pero tengo la certeza de que tendré una en Cartagena.
Me ruboricé. Había dos extremos: o el comentario había sido una indirecta para mí o estaba dejándome totalmente en la friendzone.

La Anónima.






jueves, 1 de mayo de 2014

Between the sky you and I.-Capítulo 1.

Ya pasaron diez horas desde que estoy aquí, en esta sala de mierda escuchando a gente estúpida contarme sus problemas sin sentido. La verdad es que no sé porque rayos elegí esta carrera, solo quería complacer a mis padres, que siempre me decían que estudiara una carrera tradicional porque si no me moriría de hambre. Pero ahora me arrepiento, mi vida es infeliz, me dedico a algo que no me gusta, sabiendo que algún día me moriré sin haber aprovechado mi tiempo en la Tierra a algo que realmente me apasionara.
Muchas personas dicen que esta profesión es algo sensacional, pero... para mí es una completa pérdida de tiempo, solo ves a personas inútiles llorar por cosas inútiles. TODO ES INÚTIL. 

Al salir del trabajo, decidí dar un paseo por el parque, tomar aire fresco de vez en cuando, pensar en lo miserable que era vida, ver a familia felices divirtiéndose mientras yo solo me tenía a mi misma. Me gustaba pensar que algún día esa sería yo, feliz, con mi familia pero eso no era así, mi vida era esta, la de una solitaria chica de 25 años, residente de un hospital, estudiando algo que no le gusta. Pero no crean que todo era tan malo, había algo que siempre me motivaba todas las mañanas y era saber que yo seguía viva, que si quería podía cambiar mi vida, tan solo tenía que renunciar a esa ocupación y ya.
Luego de que pasaron diez minutos, decidí caminar un poco al lado de un estanque lleno de patos que no podía dejar de observar.
Al llegar a cierta parte del parque, vi a varias personas vestidas de manera muy elegante, también había un sacerdote y dos personas en junto a él. Era una boda, la novia era muy bella, se notaba el amor que se tenían.
Me senté en un banco a observar la celebración, era algo fuera de lo común pero me agradaba. 
Una vez visto todo, decidí marcharme, la novia estaba por tirar el ramo y eso era algo que ya no me importaba ver. Pero... al momento en que lo lanzó, al parecer fue muy lejos porque lo atrapé.
Todas las mujeres me miraban con envidia y yo seguía ahí, sin saber que hacer, congelada. Desvié la vista a las flores y luego hacia la multitud cuando noté que la chica con el vestido blanco, se dirigía a paso apurado hacia mí articulando palabras que me eran imposibles de descifrar.
Luego de unos cuantos minutos, la tuve en frente mío, temía lo que me fuera a decir, así que me adelanté:
-Lo siento, ya me iba.-titubeé.
-No, no, por favor, tú agarraste el ramo en buena ley y... ¿sabes lo que significa?-me dijo con una radiante sonrisa. No sabía a dónde quería llegar y empecé a preocuparme.
-No, la verdad que ni idea.- respondí.
-Bueno...se ve que como aún no te has casado, digo porque no tienes ninguna sortija, te lo explicaré. Como verás, es una tradición en las bodas que cuando la novia, en este caso yo, tira el ramo, la persona que lo atrapa, en este caso tú, deberá bailar el vals con cualquier chico que haya sido invitado y se ofrezca.
Me queda atónita. Debía bailar y no sabía como, ¿y que alguien se ofreciera? Con la pinta que llevaba seguro nadie lo haría.
-¿Qué? Pero...yo no sé bailar.-me animé a contestar.
-Pues tendrás que hacerlo.-dijo mientras me llevaba a la pista de baile.
Al llegar allá, me dejó parada en el medio mientras todas las personas hacían un círculo alrededor de mí.
-Muy bien, ¿quién quiere bailar con...? ¿Cómo era tu nombre?-preguntó.
-Amber.-respondí algo nerviosa por lo que iba a pasar.
-¡Amber! ¿Quién quiere bailar con Amber?-volvió a decir.
En ese momento, vi salir a un chico de entre medio de la multitud, tenía pelo castaño y algo alborotado, le quedaba realmente bien.
-Yo bailaré con ella.-le dijo a la novia con una sonrisa de par en par.
Luego se acercó a mí.
-De verdad no sé hacer esto, solo atrapé el ramo por error.-susurré.
-Tú solo sígueme.-dijo tomándome de la mano y pasando la otra por mi cintura mientras me pegaba a su cuerpo.
En ese momento, la música empezó a sonar. La verdad es que bailaba muy bien.

Al fin había terminado el baile, yo miraba al piso mientras él sonreía.
-Bailas muy bien.-me animé a decir.
-Y tú también.-contestó.-Digo para ser tu primera vez.
-Gracias.-balbuceé. Me ponía muy nerviosa que me pegara tanto a su cuerpo.-Bueno... ya tengo que irme, pero fue una linda experiencia.-dije y me marché lejos de aquel lugar.
Mientras caminaba, pensaba en que rayos había sido eso. Después de dar unos cuantos pasos, sentí que alguien me estaba siguiendo, era el chico con el que había bailado.
-Amber... te olvidaste esto.-dijo y me entregó el ramo de rosas blancas de la boda.
-Te lo agradezco.-contesté.
Él sonrió.
-Me llamo Will.-dijo.
-Mucho gusto.-contesté.
-¿Eres alguna clase de médica aburrido que dedica doce años de su vida al estudio?-preguntó.
-Pues...sí ¿y... tú... a qué te dedicas?-vacilé.
-Oye...tranquila.-respondió agarrándome fuerte de la mano.-Parece que nunca hablaste con un chico...un minuto, te has enamorado de mí, por eso estas tan nerviosa.
-¿Qué? Estás loco, recién te conozco.-dije poniéndome a la defensiva.
-Recién me conoces, pero de tan solo verme seguro que te quedaste hipnotizada, tanta belleza no la vas a poder encontrar en cualquiera.-agregó riéndose como estúpido.
Realmente no la iba a encontrar en cualquiera, pero igual él no me gustaba.
-¿Me puedes responder que estudias?-dije para evadir esa conversación que me ponía tan incomoda.
En ese momento llegó otro chico de traje, al parecer el novio.
-Will, hermano, vamos, la fiesta ya esta por comenzar.-dijo e hizo un gesto con la mano para saludarme.
Enseguida se lo devolví.
-Si si, ya voy.-contestó Will.
-Debes irte, tal vez otro día podamos hablar.-dije marchándome.
-Espera.-respondió y me agarró la muñeca.-Podemos vernos mañana, aquí, en el parque, digo si te parece.
-De acuerdo.

Al llegar a mi departamento, solo pensaba en comida. Después de cenar, me fui a la cama, pero no me pude dormir tan rápidamente como siempre. Solo pensaba en una cosa, y era en Will.


©Srta. Misteriosa.


Beyond the appearance-Capítulo 3

Un almohadazo me despertó a la mañana.
-Au...-dije abriendo un ojo.
-Debes despertarte. Te dije que solo me quedaría una noche y era cierto.-me dijo Max con la almohada aún en sus manos.
-¡No hacía falta golpearme con una almohada en la cabeza!-me quejé.
Él reía divertido.
-Bueno, lo siento, vayamos a desayunar al comedor.
Salió por la puerta y me dejó en la habitación para que me vistiera. Luego me cambié, cepillé mis dientes y guardé todas mis cosas en mi bolso, ¿qué haría cuando se fuera? Eso no lo sabía. Pequeño detalle. Me fui del cuarto hacia la cantina y me senté en la mesa donde mi amigo estaba.
-Espero que te guste el zumo de naranja, el cortado y las medialunas.
Sonreí.
-Me encanta.-afirmé.
Él me devolvió la sonrisa y sacó su teléfono móvil.
-Creo que debería tener tu número por si las dudas, ¿no crees?-dijo.
-Em, pero hay un inconveniente con eso...
-¿Cuál es?
-Recuerda que vine aquí en plan de huida. Lo que menos me apetecía era llenarme de llamadas teléfonicas de mis padres o quien sea, ¿no te parece? Así que olvídalo, no tengo móvil, lo he dejado en Houston.
Me miró expectante.
-Bueno...-dijo al fin.
El mesero salió de la cocina con una bandeja que tenía lo que habíamos pedido. Con sumo cuidado y delicadeza dejó la comida sobre la mesa y se retiró con una sonrisa complaciente.
-Gracias.-dijo Max.
Eché azúcar de un sobrecito en el cortado y corté un pedazo de la medialuna.
-Y bien, ¿a qué hora te vas?-le pregunté.
-Por la tarde-noche.-me respondió al tiempo que le daba un sorbo a su jugo de naranja.-¿Qué tienes pensado hacer?
-No lo sé...
Noté que se llevaba la mano al bolsillo trasero de su pantalón y sacaba su billetera. Extrajo varios billetes de ésta y me los tendió.
-Los necesitarás. Aquí en Québec no te será difícil encontrar un trabajo, pero hasta eso, te servirá.
-No tienes que...-me apresuré a decir.
-Acéptalos, ¿si? Solo eso. Regalo de amigos.
Sonreí al oír que éramos amigos y agarré el dinero.
-Gracias.-le dije.
-No es nada.
-¿A dónde viajas?-lo interrogué con curiosidad.
-Voy a viajar a Sudamérica, hay grandes oportunidades allí para mí. Vine a hablar con unos colegas y arreglar otras cosas aquí.
Sudamérica me llamó siempre la atención, sus paisajes eran increíbles y distintos a los de aquí. Además su gente derrochaba buena energía por lo que me habían contado.
-Qué lindo. Y, ¿a qué parte?
-A Cartagena, en Colombia.
-Vaya, es un lugar hermoso.
-La verdad que sí.
-Tienes suerte.-dije y noté una sonrisa triste brotar de sus labios. ¿Estaba apenado por mí? ¿Por que yo no tenía esa suerte?
-Bien, es hora de que me vaya a hacer unos trámites, ¿te quedas aquí o sales?
-Saldré a conocer un poco el lugar...Además, tal vez encuentre algún puestito, ¿verdad?-bromeé.
-Está bien.-dijo riendo.
Nos despedimos y yo me quedé en la calle. Estaba frío afuera, así que entré un momento al hotel para buscarme un saco y luego volví a salir.
En parte sentía que si no regresaba a Houston iba a morirme de hambre o algo parecido en pocos días, me repetía a mí misma que la decisión de escapar había sido una de las peores que tomé en mi vida, pero algo muy extraño me decía que si no fuera por eso no habría conocido a Max, como si significara tanto para mí...¿Lo hacía? No podía describir exactamente lo que sentía por él. Estaba agradecida porque si no me hubiera ayudado estaría tirada en la calle mendigando, a la vez me caía muy bien y por otro lado me hacía sentir algo raro en el pecho. Bien, no, no es amor. Todo eso pensaba mientras caminaba por la ciudad, y no me di cuenta de que el tiempo se había volado. Miré el reloj en mi muñeca y eran las 3 de la tarde. Fui a un kiosco que estaba cerca y con un poco de dinero que tenía en el bolsillo delantero me compré unas galletas. Tenía hambre, pero era tarde para que fuera a comer un plato muy elaborado, así que opté por algo más simple.
Luego decidí retornar a mi hospedaje. Sentía el viento fresco en mi cara y como alborotaba mi largo cabello. Esa sensación me encantaba. Cuando llegué al hotel y entré en el dormitorio, mi amigo ya estaba ahí y se encontraba recogiendo sus cosas y dejándolas en su valija.
-¿Ya te vas?-lo cuestioné.
-Me han adelantado un poco el vuelo.-se justificó.
-Ah...-dije desganada.
-¿Me acompañas afuera?-preguntó.
-Claro.-le dije aún desanimada.
Estábamos en la vereda con sus cosas y me dijo:
-Voy a ir yendo a la parada de taxis que hay en la otra esquina, ya pagué la estadía, así que no te preocupes. Bueno...
Era una despedida. Lo sabía.
-Creo que es hora de decir adiós, ¿no?-dijo con una mirada alejada.
-Sí...
-Ha sido bueno conocerte, Shailene. Quizás volvamos a vernos en otra ocasión.
-Quizás...
-¿Estarás bien?
-Sí.
-¿Te alcanza con lo que te di?
-Sí.
Me dio un beso en la mejilla, lo que me hizo dar todavía menos ganas de alejarme de él. Lo abracé fuertemente casi por instinto y luego lo solté.
-Que te vaya bien.-le dije y para no hacer más largo el momento que tanto me lamentaba que hubiera llegado, me di vuelta para entrar al hotel.
-Adiós.-pronunció y sentí el ruido de las ruedas de su valija girando en el piso.
Nuevamente mi tentación pudo conmigo y me volteé.
-¡Max!-grité. Él no estaba muy lejos.
Él se volvió y me miró desde la mitad de la cuadra. Corrí hacia él.
-¿Qué sucede?-preguntó impaciente.
-Es que...-no sabía qué decirle.
Se quedó observándome, esperando una respuesta.
-No sé. No quiero separarme de ti.-solté.
Permaneció contemplándome ante él con una mirada interesada.
-¿De verdad lo dices?-preguntó impresionado.
-Me siento sola.-confesé.-He venido aquí y no quiero molestarte, pero has sido el único que me brindó ayuda cuando más la necesitaba y ahora no sé cómo seguir, sé que es problema mío pero...
-No sigas...Entiendo perfectamente.
Estaba impresionada, ¿me entendía?
-¿En serio?-curioseé.
-Sí.-tendió su brazo haciendo una ademán de que fuera a su lado y lo hice. Me abrazó.-Ven conmigo. Los amigos no se separan.
No contuve mi amplia sonrisa al escuchar eso. Ya tenía a alguien en el mundo que se preocupaba por mí y me hacía muy feliz.
-¿Que vaya contigo? ¿No es una locura?
-¿Por qué lo sería? Tengo un departamento donde vivir allí, puedes conseguir un trabajo, conocer gente y todo eso, ¿verdad? Los pasajes los tengo gratis.
-¿Gratis?
-Sí. La empresa con la que voy a trabajar ahora me los da gratis, no hay problema en llevarte. Lo que sí...Creo que estaremos en asientos separados, así que limítate a comportarte.
Solté una risotada.
-Voy a comportarme...con mi acompañante de viaje...pero eso no significa que no pueda molestarte estando lejos de tu asiento.
-¿Ah si? Ya veremos.-dijo y nos fuimos hacia la parada de taxis.                                                                
♥La Anónima.

martes, 29 de abril de 2014

Beyond the appearence-Capítulo 2

Mis impulsos fueron incontrolables y le tomé la mano. El avión descendía en picada para aterrizar y tenía muchísimo miedo, era la primera vez que viajaba en uno. Max iba demasiado tranquilo y cuando sintió mi mano apretando fuerte la suya, me miró con extrañeza. Solté un casi imperceptible grito cuando las ruedas rozaron la pista. Finalmente estacionó.
-Bien.-dije y me solté de su mano, avergonzada porque creo que el miedo me había hecho sudar.
-Bajemos, así busco mi equipaje.-dijo Max y se paró de su asiento. Lo seguí.
Luego de que nos dieron nuestras maletas, nos quedamos sin hablar. La gente en el aeropuerto caminaba con mucha ligereza, mientras que otras leían revistas o diarios sentadas en asientos. Miré a mi...¿amigo? No sabía cómo llamarle exactamente a Max. Quizás debería decirle "compañero de viaje en avión". Bien, él iba mirando hacia adelante, y daba la impresión de que era un hombre que tenía muy definido lo que quería en su vida, aunque todo cambiaba cuando hablabas con él, todo se tergiversaba y aparecía un chico tímido e inseguro que apenas te daba charla. Me gustaba su personalidad.
-Y...¿cuánto tiempo te quedas en Qúebec?-me animé a preguntar.
-Solo esta noche.-contestó.-¿Y tú?
Me preocupé.¿Qué haría yo ahora? No tenía tiempo de conseguir más dinero para hospedarme mucho más. Me fui en plan de escape y ahora no tenía a dónde ir. 
-Pues...no lo tengo definido.-contesté insegura.
Luego de que pronuncié la última palabra, vi en frente mío un edificio con puertas altas talladas en madera, con paredes de color beige y amplias ventanas, y allí entramos.
-¿Este es el hotel?-pregunté con curiosidad.
-No, solo entro y pido la llave porque es mi hobbie.-respondió irónico.
Lo fulminé con la mirada. Le dieron la llave de su habitación y yo lo seguí.
-Oye. ¿Qué haces?-preguntó al verme en su puerta.
Sonreí con vergüenza y esperé a que adivinara.
-No me digas que...
Miré al suelo.
-¿No tienes dinero para alojarte?
-Digamos que...mis fondos son...insuficientes.-respondí.
Él puso los ojos en blanco y se agarró la frente con una mano. En ese momento pensé: "¿Qué diablos te ocurre? Ni siquiera es tu amigo, apenas lo conoces, vete y déjalo en paz, arruinarás todo, como siempre." Y mi mente tenía razón, no podía seguir molestándolo.
-Disculpa, ni sé que hago aquí, mejor me voy, he venido por mi cuenta y no quiero ser una carga, quizás algún día...-no terminé la idea.
-No, no, no, ¿cómo crees? No te vayas, no tienes dinero, no te voy a dejar por ahí a tu suerte.
-Pero no te corresponde ayudarme, apenas me conoces y...
-No importa, así se empiezan las relaciones, ¿verdad?
Pensé un minuto.
-Verdad...
-Preguntaré si quedan habitaciones. 
Él salió del cuarto y fue a la recepción. Con un gesto negativo me dijo que no quedaban.
-Gracias por intentar ayudarme, pero tendré que seguir yo sola.
No quería dejarlo. Pensaba que había encontrado un amigo, pero volvería a la soledad.
-A menos que...
Me volteé para ver qué iba a decirme.
-Es algo incómodo y vergonzoso, pero si no quieres pasar la noche en la calle puedes aceptar. 
Me preparé para su propuesta.
-¿Qué?-interrogué.
-Mi habitación es para dos personas, pero el problema es...la cama es de dos plazas.
Me sonrojé.
-Eh...
-No sé si te importaría compartir...-se tocaba el cuello, típico de chicos cuando se sienten incómodos.
-Pues si a ti no te importa, a mí tampoco.-dije en actitud lanzada.
Me miró sorprendido y se encogió de hombros.
-Ya, vamos.-dijo y me hizo un ademán de que lo siguiera.
¡Iba a dormir con un extraño! Bueno, con mi compañero de viaje de avión. De repente no era yo, estaba dispuesta a todo por independizarme y poder encontrar lo que realmente era que olvidé por completo mis "modales", como diría mi madre. De todas formas le daría la espalda y me dormiría.
Entramos en el dormitorio, tenía una vista única de toda la ciudad. Québec en verdad era maravilloso. Me quedé lo que restaba del día allí, Max salió no sé a donde, y cuando volvió, llegó la peor parte.
Quise romper con lo fastidioso del momento y dije:
-Yo me canto el lado izquierdo.
Él rió.
-Está bien. Encima que te doy hospedaje me robas el lugar.
No oculté mi risa.
-Sí. Así soy yo, deberías saberlo.
Fui al baño y me puse mi pijama, que por suerte no era nada sexy, sino una remera y unos pantalones blancos con un estampado de corazones, muy infantil.Cuando salí él aún no se había puesto la remera, pero no me oyó abriendo la puerta. Estaba de espaldas y se dio vuelta para buscar su parte de arriba del pijama, fue ahí cuando me vio y se notó una expresión de perturbación en su rostro, aunque quiso disimularlo y mientras yo miraba lo detalladamente trabajado que estaba su cuerpo, agarró la remera rápidamente y se la puso. 
-Bueno.-dijo sacándome de mi trance "baboso".-Voy al baño.
Me reí cuando desapareció tras la puerta. Estaba bastante bien, y recién me daba cuenta. Me acosté del lado izquierdo de la cama, apartándome lo más que pude del derecho, y apagué la lámpara de mi mesita de luz. Luego él salió del baño y se acostó, pero casi que ni lo noté y al poco tiempo caí en un sueño profundo. 

Me desperté y todavía estaba oscuro, sentí que me caía de la cama, y volteé mi cabeza para ver a Max. Ahí estaba, se había explayado por toda la cama y me estaba tirando al suelo. Lo empujé y se despertó sobresaltado. Me miró y no pude evitar reírme. Me empujó y me caí al piso, y lo escuché matándose de la risa. Me senté en el suelo y lo observé desde allí. Luego me paré y me tiré en la cama donde quise devolverle el empujón, pero se apartó, y al hacerlo, cayó como yo lo esperaba. Estallé en carcajadas y él volvió a su lugar deprisa, y ahí nos miramos, la risa paró, y sonreímos juntos. Fue raro todo aquello, me quedé pensando y me volví a dormir.

La Anónima.