viernes, 9 de mayo de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 4

Al lado mío había un señor que no paraba de toser. La verdad era bastante...irritante, pero daba igual, si así no hubiera sido probablemente ahora estaría volviéndome a Houston, ¿cierto?
Desde mi asiento podía ver a Max, sentado junto a una chica atractiva a la cual de vez en cuando miraba y eso me provocaba...celos. Éramos solo amigos, eso lo tenía claro, pero yo sentía otro tipo de lazo...Sentía que algo nos unía y no podía soportar verlo con esa. De todas formas era solo una tontería, ya se me iba a pasar y volvería a ser la chica fría de siempre.
Se hizo de noche y por la ventana del avión veía nubes y estrellas en el cielo oscuro. Miré para mi izquierda y a una considerable distancia estaba mi amigo, durmiendo. Tenía en mi mano una servilleta que me habían dado junto con una bandeja con comida. La abollé y me incliné hacia adelante mirando a Max, y sin pensar en el enojo que podría generar en los demás pasajeros o en él mismo, se la lancé. El bollo de papel le cayó en la cara y se despertó alarmado. Miró a su alrededor y me vio, riéndome como idiota.
-¿Qué rayos?-murmuró desde su asiento.
Solo contesté con mi incesante risa.
-¡No es gracioso!-dijo y me tiró el papel.
Me seguía riendo. Ya me daba vergüenza y no tenía idea de porqué nadie se había despertado con mis carcajadas. Max continuaba observándome.
-Bueno, no seas así, estaba aburrida.-le dije defendiéndome.
-Claro, y por eso me tiras papeles mientras duermo.-dijo sarcásticamente.
-Necesitaba hablar con alguien.
-Vamos a llegar en unas horas, duérmete.
Me di la vuelta y cerré los ojos, pero no pude dormirme.
Luego de un tiempo el avión aterrizaba. Me bajé junto al hombre que me había acompañado en el asiento, y después me encontré con Max.
-Bien.-dije al verlo.
-En mi departamento no se lanzan servilletas.-bromeó.
Me reí con inocencia.
-Perdón.-le dije.-No lo haré en tu casa.
-Mejor así.
Colombia se veía soleada, la gente era muy diferente que en mi país, pero todos sonreían y era un gesto que me parecía interesante, resultaba lindo ver personas tan felices.
-Me encanta.-dije.
Max me miró.
-La verdad, es un lugar muy bonito.-dijo él.
-Sí. ¿Te puedo hacer preguntas? He sido muy confianzuda contigo y apenas sé de ti.
-Es cierto.-dijo y rio.-Pregunta lo que quieras.
-¿Eres de Houston?
-No. Soy de Yosemite, Houston era otra de mis paradas, igual que Québec, por estudios y esas cosas. ¿Tú de donde eres?
-Tampoco, soy de Míchigan, bueno, Detroit.
-Lindo lugar.
-Mala vida.
-¿Mala vida?
-Sí. La secundaria fue un infierno para mí. Me iba mal en el colegio, la gente me rechazaba, mis padres estaban enfurecidos conmigo y yo solo sentía que todo me salía mal. Cuando me enviaron a Houston a estudiar pensé que cambiaría, pero solo conseguí unas falsas "amigas".-dije haciendo comillas con los dedos.
-Bueno...Espero que aquí mejore.
-Ya lo hizo.-dije y sonreí.
Se sonrojó tímidamente y pensé que eso lo hacía ver muy dulce.
-Nunca me dijiste, ¿qué estudiabas?
-Derecho. Lo odio. Yo quiero ser diseñadora de indumentaria.
-¿De verdad? Creo que puedo conseguirte algo de eso por aquí.
-¿En serio?
-Sí, es probable.
-¡Gracias!-dije sin intenciones de ocultar mi emoción.
-De nada.-respondió y curvó sus labios en una casi sonrisa.
Luego de un largo y reticente rato, decidí hablar.
-¿Te gusta tu carrera?
-Sí me gusta, ¿por qué?-preguntó extrañado.
-Solo decía. Me parece...aburrida.-dije sin filtro.
Se rió.
-¿Ah si? Bueno.-exclamó y fingió un enojo.
-Los economistas son aburridos.-lo desafié.
-¿Te parezco aburrido? Ya verás.
-¿Qué veré?
-Aburrido te va a parecer acomodar todo el apartamento.
-¡¿Qué?!-grité.
Me paró en el medio de la vereda y me tomó por los hombros suavemente.
-Mira, tú decidiste venir, aún no tienes trabajo, y te parezco aburrido. Por todo eso te toca limpiar.
-¡Ay no! ¡Te odio!-espeté en broma.
-Sé que no es verdad.
Y yo también lo sabía. Lo apreciaba mucho, en pocos días había aprendido cosas de él y me había ayudado en todo. Además tenía una especie de atracción hacia él, aunque aún no lo entendía muy bien.
Una imponente edificación se abrió paso ante nosotros. Era de color gris, con varios pisos y amplios ventanales de cristal en cada uno.
-¿Este es el departamento?-pregunté asombrada.
-Sí.-me contestó Max.
-¡Es genial!-solté con el entusiasmo de una niña de seis años.
-Ya lo creo.
Mi amigo abrió el portón y subimos por las escaleras hasta el cuarto piso, donde fue a una de las cuatro puertas que había y la abrió.
-Bien.-dijo haciéndome pasar. Entré y tiré los bolsos al suelo.
-Esto se ve...excepcional.-dije examinando cada detalle del lugar.
-Como tus ideas de escape.
Me sorprendió que se acordara de nuestra primera charla en el viaje a Québec.
-Exactamente.-afirmé.
Agarré uno de los bolsos que estaba en suelo y cuando lo abrí, me di cuenta de que no era el mío, pero había algo bastante desconcertante adentro.
-De casualidad...¿no te habrás dejado alguna novia en Yosemite?-pregunté mientras sostenía unas bragas de color rosa en la mano.
Se dio vuelta en una milésima de segundos con todo el desconcierto en su rostro.
-Mierda....-atinó a decir.-No tengo ninguna novia en Yosemite.
Parecía muy sincero.
-Mmm...No me habías contado de tu travestismo, Max.
Se empezó a reír.
-Debe ser de mi hermana. Es en serio, seguro se ha mezclado entre mi ropa por equivocación...
No sabía qué pensar.
-Creo que es más creíble lo de la novia en Yosemite o lo de tu identidad transgénero.
Sonrió.
-Es verdad. Tuve novias pero ninguna que viviera conmigo, ni que dejara su ropa interior en mi casa...Además el bolso lo preparé en donde vivía antes y saqué ropa de un canasto, así que debe ser de June.
-Está bien, solo porque no tienes cara de ser un quitador de bragas profesional, te voy a creer.
Se le escapó una carcajada.
-¿Quitador de bragas profesional?
-Quiere decir que no hay chica que conozcas que se resista a tus...¿poderes de seducción?
-Basta, me haces reír.-dijo entre las risas.-¿Y cómo que no lo soy?
-Tienes cara de economista, ya te lo dije.
Me fulminó con la mirada.
-Los economistas también podemos ser quitadores de bragas profesionales.
-Mmm...De eso no estoy segura. Ni siquiera tenías una novia en Yosemite.
-Quizás no en Yosemite, pero tengo la certeza de que tendré una en Cartagena.
Me ruboricé. Había dos extremos: o el comentario había sido una indirecta para mí o estaba dejándome totalmente en la friendzone.

La Anónima.






No hay comentarios:

Publicar un comentario