miércoles, 28 de mayo de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 6

-¿En verdad crees que funcionará?-pregunté al ver el intento de arreglo que Max hacía en una pata de silla rota.
-No...
-Pues, deberías rendirte.-me reí.-Oye, ¿crees que pueda salir a buscar un trabajo?-le pregunté cambiando de tema.
Se levantó de su incómoda posición y se puso de pie.
-Sí, igual si quieres puedo ir a ver si consigo algo para tus diseños...si es que tienes.
-¿Que si tengo? ¡Claro que tengo! Son millones, me pasé días diseñando...-notaba que a medida que hablaba y le contaba sobre mí, él sonreía con admiración. Al darme cuenta de esto, dejé de emitir palabras y mi cara quedó inexpresiva.
-¿Qué? ¿Tengo algo?-pregunté a la defensiva, a modo de respuesta a su inexplicable sonrisa, y tocándome la barbilla como si intentara quitarme algún resto de comida o manchita que pudiera haberme quedado allí.
-No...-dijo riendo.-Solo me gusta escucharte hablar de ti.
Me extrañó su contestación, ya que a nadie le interesaba oír mis estupideces, ni siquiera a mis padres, que cada vez que yo les expresaba lo que me sucedía, solo fingían atenderme, pero me ignoraban.
-¿En serio es eso?-interpelé.
-Claro, ¿por qué te mentiría?
-Pues, no lo sé...
-Ya. Ahora debo irme, pero volveré a la noche.
-Está bien.
Nos despedimos y me quedé sola en el apartamento. Me acordé de mi otra vida al sentarme en un sillón del living, y me quedé pensando allí. ¿Qué pasaría luego? Conseguiría un trabajo, y...¿si él encuentra una novia? Yo no podré seguir viviendo aquí si eso pasa...ella no lo soportaría. ¿Y si fuera yo?
Allí mis pensamientos se trabaron. No sería yo, él no se fijaría en mí...Entonces tendría que irme, volver a Houston, o quedarme en Cartagena...O tal vez regresar a mi ciudad natal: Detroit. Dejé mis ideas pendientes y me paré de mi asiento, empezando así a dar vueltas por toda la casa sin tener ni idea de qué hacer, y al descubrir que nada sería de mi agrado allí, decidí irme a dar vueltas por la ciudad que, además, era muy bella.
Usé el ascensor para bajar del edificio, y luego salí por el amplio portón enrejado que nos otorgaba seguridad a todos los inquilinos. Caminé por la acera con el sol que me daba en los ojos, por lo que se me entrecerraban y si quería ver algo debía colocar una mano horizontalmente sobre mi frente. Iba vestida con mis jeans más cómodos, una remera simple y mis tacones favoritos. Era una costumbre usar pantalones con zapatos de taco para mí, amaba esa combinación. Todo iba perfecto, hasta que una grieta en la vereda hizo que se me doblara un pie y que cayera al suelo, mi taco crujió y sentí un intenso dolor en el tobillo. Mi cabeza golpeó con mi mano, que coloqué en el cordón justo antes de caer. Sentí que alguien me agarraba por el brazo.
-¿Estás bien?
La voz era masculina y tenía la tonada colombiana. No entendí lo que decía porque hablaba español. Alcé la vista y vi un chico de tez morena clara, ojos azules y un alborotado cabello café. En fin, totalmente atractivo. No respondí.
Él me ayudó a pararme del suelo, y al verme, al parecer se dio cuenta de que yo no era de allí, porque de inmediato me preguntó en inglés:
-¿Estás bien?
-Sí.-respondí.
Noté que mi taco se había quebrado, algo que era de esperarse, así que me lo quité.
-¿Te irás a casa sin un zapato?-se rió.-¿Eres acaso Cenicienta?
No sabía cómo interpretar aquella pregunta...Una broma, una burla, un cumplido. Me sonrojé y solté una risa casi imperceptible.
-¿Cómo te llamas?-me preguntó.
-Shailene.-respondí temerosa.-¿Y tú?
-Octavio.
El nombre era latino, o español, pero sonaba raro.
Sonreí.
-¿Y qué hace una chica de las afueras caminando sola por aquí?
Me reí.
-Vine con un amigo a vivir aquí y quería conocer la ciudad.-le contesté.
-Interesante...¿y él también es extranjero?
Asentí con la cabeza.
-Bien...¿y de dónde vienen?-interrogó.
-Larga historia...
-Tengo todo el día.
Entonces comenzamos a caminar, quizás era raro, pero anduve todo el tramo sin zapatos.
-Pues, él y yo nos conocimos en un avión a Québec, yo estudiaba en Houston, pero soy de Míchigan, y él de Yosemite. Nos hicimos amigos, y él tenía que venir aquí, pero yo estaba en plan de fuga de mi antigua y aburrida vida, entonces no tenía a dónde ir, y me dijo que venga con él, así que acepté. No me arrepiento, este lugar es hermoso.
Me impresionaba el poco tiempo en el que había conocido a otro chico, y nuevamente de una manera muy insólita. Viajes en avión, caídas en la calle, ¿qué seguía? ¿Un ladrón intentaba robarme y veía mi cara y decía "hola, ¿qué tal extranjera?"?
-¿Trabajas?-siguió cuestionando.
-Max está buscándome algo en diseño de indumentaria, es lo que más me apasiona. Allí en Houston estudiaba abogacía, una de las razones por las que huí.
-¿Max? Tu amigo, ¿verdad?
-Sí.
-Pues, una huida parece divertida.
-No vayas a creerlo, me fue bastante difícil y si no fuera por Max de seguro estaría tirada en una fría calle de Québec pidiendo comida.
Se rió levemente.
-Con lo linda que eres dudo que te hubieran dejado en la calle.
Me ruboricé y se me escapó una diminuta y tímida risa.
-¿Y ese Max es solo tu amigo o algo más?
Curiosamente dudé al querer responder. Yo sentía muchas cosas distintas por Max, pero nuestro título era de "amigos".
-Es mi mejor amigo.-le contesté.
Cambió su mirada por la de un triunfador y clavó los ojos en mí.
-Entonces no le interesaría verte conmigo...
Dudé todavía más de lo que debía contestarle.
-Pues no lo sé.-me sentí algo incómoda. Si bien Octavio era lindo, yo apenas lo conocía y además sentía que era infiel...¿A quién?
-Está bien.-se rió.-No haré nada.
Noté que estaba oscureciendo.
-Bueno, creo que debería irme a mi departamento.
-Te acompaño.
En parte no quería ir sola, pero por otro lado no sabía si ir con él era lo mejor que podía hacer. Finalmente accedí. Durante el camino hablamos, pero yo observaba la luna llena en el cielo, y las estrellas alrededor. Era increíble el paisaje nocturno.
-Aquí es.-dije al ver mi edificio.
-Bien. Entonces ya sé dónde visitarte.
Estaba a punto de replicar, cuando vi a Max aparecer por la dirección opuesta, y me vio. Nos vio. Su expresión se tensó y se acercó a nosotros.
-Hola Shai y...hola.-dijo mirando a Octavio.
-Soy Octavio.-objetó.-Tú debes ser Max.
-Sí...¿cómo supiste?
-Shailene me ha hablado mucho de ti...así que mejores amigos, ¿eh?
-Sí, mejores amigos...-dijo él, no muy convencido.
Temblé, tenía frío porque mi ropa era veraniega y la noche congelaba mis pies descalzos.
Max bajó la vista y vio mis zapatos agarrados en mi mano.
-¿Qué te pasó?-preguntó Max.
-Em...Pues me caí.
Él advirtió lo gélido de mi piel y se acercó a mí para darme una campera.
-Estás helada. Vamos dentro.-se apresuró a decir.
Era lo que más deseaba en ese momento.
-Bueno, Lene, los dejo. Otro día quizás venga a verte.-dijo Octavio.-Adiós.-se refería a Max y a mí.
-Adiós.-dijo Max fríamente y entre dientes.
-Adiós Octavio.-lo saludé.
Él se alejó caminando y nosotros nos fuimos adentro del edificio.
-Lene...-repitió Max imitando a Octavio.-Queda feo.
No pude evitar reírme. Estaba histérico, quizás...¿celoso?
-¿Qué pasa? Es un nuevo amigo y le gusta decirme Lene. Tú me dices Shai, entonces, ¿qué problema hay?-dije molestándolo.
-Nada...-protestó.
-Ay, Max, estás celoso.-lo fastidié.
-No es cierto.
-Sí.
-No.
-¡Sí! Estás celoso...-canturreé mientras daba vueltas alrededor de él.
Me agarró de la cintura y me subió a su hombro.
-¡Max! ¡No! ¡Suéltame!-dije riendo y golpeando su espalda.
-No te voy a bajar. Ahora te la aguantas, por cargosa.
-Vas a ver que me tienes que bajar. O sino voy a irme con Octavio a pasear por ahí.
-Ve con él, a ver si te consigue algún trabajo, o casa, o alojamiento, o comida...Mmm...
Me reí todavía más.
-¡Me rindo!
Me dejó en el suelo.
-Eres tú mi mejor amigo, imbécil.
Él sonrió y me dio uno de sus protectores abrazos que tanto me gustaban.
-Tú eres la imbécil que se va con colombianos flirteros.-me reprochó en broma.
-Mentira. A que tú tienes por ahí alguna amiga economista...rubia...y que se llama Brittany o algún nombre de esos.
Nos reímos juntos.
-De verdad no voy a cambiarte.-le dije, ahora hablando en serio.
-Sé que no lo harás, ni yo a ti.-me dijo él.
-Vamos algo así como una semana de amigos y eres incomparable, de verdad.
-Es verdad, lo soy.-bromeó.
Me dejé caer en su hombro y me di cuenta de que volteaba hacia mí. Hice lo mismo que él y quedamos mirándonos a los ojos. Mi deseo de rozar sus labios con los míos era irreprimible, y él se veía ávido por hacer exactamente eso. Quise dejarme llevar...

La Anónima.



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