Un prado de flores y pastos verdes me esperaba aquel día. Los pájaros cantaban ya, pero pocos, era el final del atardecer y la luna iba a salir en poco tiempo. Había asientos por todos lados, desperdigados como cualquier cosa, algo tan descontracturado que solo podía ser idea mía y de Facundo...Algunos de los invitados ya habían llegado, pero faltaban unos cuántos. No sería un casamiento de iglesia, ni menos uno de civil. Iba a ser una ceremonia inigualable, solo nuestra, única. Luego haríamos papeles legales, pero nosotros no sentíamos el hecho de "casarse" a firmar un par de papeles y darse un beso en frente de un cura, sino a sentir la vida que corrió, recordar lo que habíamos vivido, estar con los que amábamos y compartir nuestro amor a nuestra forma, simplemente eso...Prometiendo estar juntos: hasta el final.
La noche cayó y mis nervios afloraron como nunca. Me miré al espejo por última vez y abracé a mis amigas. Me preparé para hacer mi entrada, vi a todos observando hacia donde yo estaba y visualicé a lo lejos, en el final del pasillo creado por la separación entre las filas de bancos, a Facundo, con su cabello mojado por la ducha, como cuando visité su casa y conocí a su padre...Caminé hacia él lentamente, con una sonrisa imborrable en mi rostro. Llegué hasta él y tomé sus manos, entonces se acercaron a quienes considerábamos nuestros mejores amigos: Constanza, por mi parte, y Joaquín, por la suya. Hicieron una ronda de chistes sin sentido, que daban risa por lo malos que eran, y luego empezaron con la parte seria. Nos preguntaron cosas sencillas, hicieron que nos sinceráramos del todo, cuestionándonos cosas como: '¿Crees que Facundo duerme demasiado?' o '¿No te parece que Emma es pésima cocinando?', lo que causó varias carcajadas entre los presentes. Al final nos interrogaron con una pregunta decisiva:
-¿Quieres pasar el resto de tu vida junto a él?-dijo Zoe.
-Claro que quiero. Lo ansío.-respondí.
Facundo me sonrió.
-Y tú, ¿quieres ser un esclavo de tu mujer por el resto de tu vida?
Todo mundo rió y yo lo acompañé de una mueca de disgusto bromeando.
-Me encantaría.-respondió él al fin.
-Y, ¿juras, juras por el maní con chocolate, que nunca vas a dejarlo, ni aunque te venga un papichulo a pedir por favor que salgas con él?-cuestionó Zoe.
-Lo juro. Nunca en la vida.-aseguré y miré a mi "casi" marido. Luego le coloqué su respectivo anillo.
-Facundo, ¿prometes que jamás vas a abandonarla? Tú júralo por la cerveza...
Se oyeron risas de hombres sobre todo, aunque las chicas también sonrieron.
-Lo prometo, jamás.-dijo y me puso un anillo precioso, de oro y con delicados brillantes, hecho perfectamente a mi medida.
En ese momento tuvimos la misma idea y el momento fue sellado por un beso al que todos aplaudieron y nos lanzaron flores. Tomados de la mano, nos fuimos de allí con nuestros amigos a festejar. La noche fue muy divertida, pero no podía esperar a estar a solas con él, en nuestra casa.
-Es hermoso.-le dije mientras me observaba el dedo anular y fijaba la mirada en el anillo de casada.
-Sabía que te gustaba ese.-dijo y sonrió.
-Te quiero tanto...
-Te ves increíble hasta el final de la noche, ¿es costumbre?
Me reí.
-No lo sé...Solo mientras no corra desesperadamente para escaparme y no hablarle al chico que me gusta.
Sonrió y me di cuenta de que sí recordaba aquella vez en que Zoe me presionó para que le dirigiera la palabra en una fiesta y yo no tuve mejor idea que huir disparando y "robarme" el auto de mi mejor amiga para mi plan de fuga.
-Eso también me gusta de ti. Tenías vergüenza de hablarme pero no de escabullirte estrepitosamente para no hacerlo. Eres realmente única.
Un ave silbó. El amanecer se acercaba a pasos agigantados.
Lo abracé fuertemente.
-Vamos a estar juntos hasta el final.-le dije recostándome en su pecho.
-Siempre.
-Yo estaré contigo y tú conmigo, en buenas y malas.
-Hasta el final. Lo juro.
-Lo prometo.
Le di un beso y no pude parar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario