martes, 29 de abril de 2014

Beyond the appearence-Capítulo 2

Mis impulsos fueron incontrolables y le tomé la mano. El avión descendía en picada para aterrizar y tenía muchísimo miedo, era la primera vez que viajaba en uno. Max iba demasiado tranquilo y cuando sintió mi mano apretando fuerte la suya, me miró con extrañeza. Solté un casi imperceptible grito cuando las ruedas rozaron la pista. Finalmente estacionó.
-Bien.-dije y me solté de su mano, avergonzada porque creo que el miedo me había hecho sudar.
-Bajemos, así busco mi equipaje.-dijo Max y se paró de su asiento. Lo seguí.
Luego de que nos dieron nuestras maletas, nos quedamos sin hablar. La gente en el aeropuerto caminaba con mucha ligereza, mientras que otras leían revistas o diarios sentadas en asientos. Miré a mi...¿amigo? No sabía cómo llamarle exactamente a Max. Quizás debería decirle "compañero de viaje en avión". Bien, él iba mirando hacia adelante, y daba la impresión de que era un hombre que tenía muy definido lo que quería en su vida, aunque todo cambiaba cuando hablabas con él, todo se tergiversaba y aparecía un chico tímido e inseguro que apenas te daba charla. Me gustaba su personalidad.
-Y...¿cuánto tiempo te quedas en Qúebec?-me animé a preguntar.
-Solo esta noche.-contestó.-¿Y tú?
Me preocupé.¿Qué haría yo ahora? No tenía tiempo de conseguir más dinero para hospedarme mucho más. Me fui en plan de escape y ahora no tenía a dónde ir. 
-Pues...no lo tengo definido.-contesté insegura.
Luego de que pronuncié la última palabra, vi en frente mío un edificio con puertas altas talladas en madera, con paredes de color beige y amplias ventanas, y allí entramos.
-¿Este es el hotel?-pregunté con curiosidad.
-No, solo entro y pido la llave porque es mi hobbie.-respondió irónico.
Lo fulminé con la mirada. Le dieron la llave de su habitación y yo lo seguí.
-Oye. ¿Qué haces?-preguntó al verme en su puerta.
Sonreí con vergüenza y esperé a que adivinara.
-No me digas que...
Miré al suelo.
-¿No tienes dinero para alojarte?
-Digamos que...mis fondos son...insuficientes.-respondí.
Él puso los ojos en blanco y se agarró la frente con una mano. En ese momento pensé: "¿Qué diablos te ocurre? Ni siquiera es tu amigo, apenas lo conoces, vete y déjalo en paz, arruinarás todo, como siempre." Y mi mente tenía razón, no podía seguir molestándolo.
-Disculpa, ni sé que hago aquí, mejor me voy, he venido por mi cuenta y no quiero ser una carga, quizás algún día...-no terminé la idea.
-No, no, no, ¿cómo crees? No te vayas, no tienes dinero, no te voy a dejar por ahí a tu suerte.
-Pero no te corresponde ayudarme, apenas me conoces y...
-No importa, así se empiezan las relaciones, ¿verdad?
Pensé un minuto.
-Verdad...
-Preguntaré si quedan habitaciones. 
Él salió del cuarto y fue a la recepción. Con un gesto negativo me dijo que no quedaban.
-Gracias por intentar ayudarme, pero tendré que seguir yo sola.
No quería dejarlo. Pensaba que había encontrado un amigo, pero volvería a la soledad.
-A menos que...
Me volteé para ver qué iba a decirme.
-Es algo incómodo y vergonzoso, pero si no quieres pasar la noche en la calle puedes aceptar. 
Me preparé para su propuesta.
-¿Qué?-interrogué.
-Mi habitación es para dos personas, pero el problema es...la cama es de dos plazas.
Me sonrojé.
-Eh...
-No sé si te importaría compartir...-se tocaba el cuello, típico de chicos cuando se sienten incómodos.
-Pues si a ti no te importa, a mí tampoco.-dije en actitud lanzada.
Me miró sorprendido y se encogió de hombros.
-Ya, vamos.-dijo y me hizo un ademán de que lo siguiera.
¡Iba a dormir con un extraño! Bueno, con mi compañero de viaje de avión. De repente no era yo, estaba dispuesta a todo por independizarme y poder encontrar lo que realmente era que olvidé por completo mis "modales", como diría mi madre. De todas formas le daría la espalda y me dormiría.
Entramos en el dormitorio, tenía una vista única de toda la ciudad. Québec en verdad era maravilloso. Me quedé lo que restaba del día allí, Max salió no sé a donde, y cuando volvió, llegó la peor parte.
Quise romper con lo fastidioso del momento y dije:
-Yo me canto el lado izquierdo.
Él rió.
-Está bien. Encima que te doy hospedaje me robas el lugar.
No oculté mi risa.
-Sí. Así soy yo, deberías saberlo.
Fui al baño y me puse mi pijama, que por suerte no era nada sexy, sino una remera y unos pantalones blancos con un estampado de corazones, muy infantil.Cuando salí él aún no se había puesto la remera, pero no me oyó abriendo la puerta. Estaba de espaldas y se dio vuelta para buscar su parte de arriba del pijama, fue ahí cuando me vio y se notó una expresión de perturbación en su rostro, aunque quiso disimularlo y mientras yo miraba lo detalladamente trabajado que estaba su cuerpo, agarró la remera rápidamente y se la puso. 
-Bueno.-dijo sacándome de mi trance "baboso".-Voy al baño.
Me reí cuando desapareció tras la puerta. Estaba bastante bien, y recién me daba cuenta. Me acosté del lado izquierdo de la cama, apartándome lo más que pude del derecho, y apagué la lámpara de mi mesita de luz. Luego él salió del baño y se acostó, pero casi que ni lo noté y al poco tiempo caí en un sueño profundo. 

Me desperté y todavía estaba oscuro, sentí que me caía de la cama, y volteé mi cabeza para ver a Max. Ahí estaba, se había explayado por toda la cama y me estaba tirando al suelo. Lo empujé y se despertó sobresaltado. Me miró y no pude evitar reírme. Me empujó y me caí al piso, y lo escuché matándose de la risa. Me senté en el suelo y lo observé desde allí. Luego me paré y me tiré en la cama donde quise devolverle el empujón, pero se apartó, y al hacerlo, cayó como yo lo esperaba. Estallé en carcajadas y él volvió a su lugar deprisa, y ahí nos miramos, la risa paró, y sonreímos juntos. Fue raro todo aquello, me quedé pensando y me volví a dormir.

La Anónima.



jueves, 24 de abril de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 1

Olvidada. Así me sentía. No podía más, y gastaría mis días haciendo estupideces, como de costumbre. Tan solo pretendía ser como los demás para conseguir aceptación, porque ya lo había comprobado por mí misma: no servía actuar como realmente era. Aquellas a quienes yo llamaba mis "amigas", eran tan solo chicas que pensaban que yo era una persona frívola, a la que únicamente le importaba la ropa lujosa, el dinero, las últimas tecnologías, y esas superficialidades. Nada que ver con mi personalidad verdadera. Pero nada podía hacer, sufriría de soledad si evitaba ser así, justo como no quería...Justo como la gente que me repugnaba.
Trastornos psicológicos no me faltaban...Padecía ansiedad, estrés, depresión...Dicen que son traumas típicos en la adolescencia, pero a mis 22 años creo que no es la única edad a la que se pueden adjudicar esos problemas. Quizás, la gente piensa que darle importancia al "qué dirán" es algo inmaduro. Tienen razón, pero yo no puedo evitarlo. No soporto no encajar. ¿Algún día estaría en el lugar en el que ciertamente quería estar?

Hace cuatro años que no vivo con mis padres, desde que voy a la universidad. Ellos me impulsaron a estudiar Derecho, más bien, me obligaron. Yo, personalmente, detesto esa carrera. De pequeña soñaba con ser una diseñadora de modas, o una psicóloga, pero mi familia se reía de manera burlona, creyendo que sus risotadas eran inocentes, ingenuas, sin saber que dolían. Toda mi vida me sentí desvalorada, subestimada e incapaz de concretar mis proyectos. Y estoy a punto de hacer algo de lo que tal vez me arrepienta, pero no le hallo otra solución.

Es un fin de semana como todos, menos para mí. En mi diminuto apartamento, planeo mi escapada. Primero armé un bolso con toda mi ropa, que no es mucha. Luego, partí hacia el aeropuerto. Cualquiera preguntaría: ¿de dónde saqué el dinero? Es fácil. Mi madre me envía bastante efectivo cada mes para mi alquiler y mis estudios, nunca pensé en gastarlo en algo que no fuera eso... Ahorré lo que me sobraba durante años y conseguí una considerable cantidad.
No tenía un destino, solo sabía que me iría y muy lejos. Estudio en Houston, es decir...estudiaba.
Ahora que ya estoy en el aeródromo, me fijo en la tabla de vuelos próximos y el primero es a Québec. ¿Me sería útil trasladarme a un lugar no tan apartado de mi ciudad? Daba igual. Iría allí.

-¿Boletos para Québec?-le pedí a la recepcionista que estaba en el mostrador.
-Queda uno. Del lado de la ventana.-respondió con seriedad.
-No importa. Lo quiero.
Se quedó en silencio y me dio mi pasaje. Me cobró y me quedó un poco más de la mitad del dinero que había juntado.
Corrí hacia donde estaba mi avión y me preparé para subir. Cuando me llegó el turno, miré en mi ticket el número de asiento que tenía, y rápidamente lo divisé, ya que era el único que estaba vacío. Del lado del pasillo había un chico con pinta de misterioso. Pasé delante de él para ubicarme en mi butaca y mi andar era tan escueto y desastroso que me miró pasmado. Sumado a eso que mi cara estaba desarreglada y mi ropa ni combinaba, además de que él probablemente no sabía que tendría una acompañante, y menos que sería tan descuajeringada como yo. Me dije a mí misma que por una vez en la vida debía mostrarme tal cual era, y esta era mi oportunidad. Estando consciente del nido de pájaros que era mi pelo, di vuelta mi cabeza y lo miré.
-Hola.-dije con una amplia sonrisa en mi rostro.
Me miró extrañado.
-¿Hola?-articuló temeroso.
-¿Cómo te llamas?-pregunté, aparentando seguridad en mí misma.
-Max.-tartamudeó.-¿Y tú?
De seguro me lo había consultado por compromiso.
-Shailene.-le respondí.-¿Y por qué viajas a Québec?-no quería terminar la conversación.
-Pues...trabajo, ¿tú?
Me percaté de que debía ser mayor que yo. Además su aspecto no era el de un niño flacucho y débil, sino el de un joven hombre lleno de vitalidad, pero al hablar no demostraba lo mismo.
-Escape.
Abrió los ojos de par en par.
-¿Escape? ¿Qué quieres decir?
-Simplemente eso. Decidí irme de Houston a cualquier lado porque estaba harta de mi vida.
Le solté la verdad porque necesitaba confiar en alguien, a lo mejor él era la persona indicada para hacerlo.
-Eso es excepcional.-dijo al fin.
No pude contener una sonrisa al oír su comentario. ¿Yo y mis ideas, excepcionales? Nunca me habían dicho algo así.
-¿Lo crees? Yo pienso que es...estrafalario.
Él rió.
-Tal vez lo es, pero no le quita lo estupendo.
Volví a sonreír.
Nos quedamos callados un tiempo, hasta que yo decidí sacar el tema de charla.
-Así que trabajas, ¿de qué?
-No es un trabajo exactamente, es investigación para completar mis estudios.
-¿Qué estudias?
-Economía.
Tragué saliva y asentí. De solo pensar en estudiar esa materia me daba dolor de cabeza.
-¿Y ya terminas?
-Este año.
-Entonces debes ser mayor que yo.
-¿Cuánto crees?
-Unos...¿dos años?
-¿Edad?
-22.
-Entonces acertaste. Tengo 24.
-Soy buena calculando, ¿ves?
Esbozó una tímida sonrisa.

Al ver que llegaríamos pronto a nuestro rumbo, me apresuré a interrogarlo.
-¿Dónde te alojarás?
-En un hotel de por ahí...¿Por qué?
-Es que...No tengo donde.-dije con una sonrisa vergonzosa.
Cerró los ojos a modo de reproche y luego me miró.
-Hospédate allí, no es caro.-afirmó al fin.
-Está bien, pero tú me guías.
-Por supuesto...

La Anónima.




sábado, 19 de abril de 2014

Perfect Combination.-Capítulo 3.

Todo va de mal en peor.
Al día siguiente, me lo encontré en la puerta del colegio, solo. El timbre había sonado hace ya diez minutos y él seguía ahí.
Apuré un poco el paso porque sabía que estaba llegando tarde, pero de repente sentí que alguien me sujetaba fuerte del brazo y pronunciaba las siguientes palabras: 
-Me echaron.
Al oír aquella frase, una tristeza me inundo el corazón.
-¡¿Qué?!-pregunté.-¡¿Por qué?!
-No lo sé, yo no hice nada. La portera me aviso que me habían echado.
-Pero no pueden echarte así como así.
-Lo sé, no se que hacer, ayúdame Lucy, por favor.-me dijo.
-Esta bien, lo haré.-contesté.

Nos dirigimos a la oficina del director a paso acelerado. Al principio no nos quiso explicar porque había expulsado a Raymond, pero después de insistirle una cuantas veces decidió hacerlo.
-Verá señorita Anderson, echamos al señor Parker porque descubrimos que él era el que escribía esas obscenidades en el baño de hombres y no toleraremos ese tipo de comportamiento en esta institución. 
Me quedé atónita, sin saber que decir.
-¡Pero yo no lo hice!-dijo Raymond.
-No me mienta señor Parker, tenemos testigos.
-A ver, ¿quién?-agregó Raymond en tono desafiante.
-La señorita Brown dijo que vio como usted entraba con un marcador indeleble al baño de hombres y escribía las puertas.
-Ya le dije que yo no fui.-reafirmó Ray.
Me quedé pensando un buen rato y por fin pude descifrar este feo malentendido.
Me encaminé en busca de Ashley, sabía que ella estaba detrás de todo esto. 

Después de estar como media hora tratando de encontrarla, me encontré con su mejor amiga Teddy.
-Fuera de aquí molestia.-me dijo. 
-¿Dónde esta Ashley?-pregunté.
-Eso no te interesa.
-Contesta.
-¿Y si no quiero?
-Lo lamentarás, ustedes se metieron con mi amigo y no lo permitiré.
-Ay, no sé de que me estas hablando.-me dijo. Teddy era una pésima actriz. Era obvio que mentía.
-No te hagas la tonta, estoy segura de que sabes de que te hablo. ¡Ahora dime!-dije levantando la voz. 
Al instante, sentí como alguien me tiraba de mi cabello.
-Mira chirusita, a mi amiga no le gritas, ¿vale?
-Au, Ashley, me estas lastimando.-dije entre sollozos.
-Es lo que pretendo, ahora no te metas conmigo, ¿okay?
-Okay.
-Buena chica, y para que sepas, si fui yo la que escribió esas cosas en los baños, pero no dirás nada, porque si lo haces, lo vas a lamentar, ¿comprendido?
-Si.
En ese momento, ella me soltó y en un abrir y cerrar de ojos, comencé a correr.
- Le diré al director que fuiste tú, maldita perra.-gritaba.
-Ya verás cuando te alcancé.-contestaba ella.

Después de correr como diez minutos para llegar a la oficina, traté de explicarle todo lo ocurrido al director, pero no quiso creerme. 
Era el peor día de mi vida, quería llorar, habían echado a la única persona que me importaba en esta maldita escuela y no podía hacer nada.

Al llegar a casa, me dejé caer en la puerta y lloré como nunca. Estuve así un bien rato hasta que vi a una persona treparse por mi balcón, al principio me asusté pero después me di cuenta de que era Ray.
-Cualquier persona normal tocaría la puerta de una casa ¿no?-dije limpiándome las lágrimas. 
-Ahora notarás que yo no soy normal, ¿cómo estas? 
-Pues... estoy algo mal, no puedo creer que te hayan inculpado así.
-Ya no importa ¿si?, ya verás que volveré, al fin al cabo descubrirán a esa zorra. 
-Si, creo que si.
-Ya no llores por favor, no lo soporto, ya verás que todo se va a solucionar.
-Quisiera, quisiera dejar de llorar, pero no lloro solo por lo que pasó hoy.
-¿Y por qué lloras entonces? 
-No es nada, es solo por un chico, nada importante.
-Ahora me cuentas.-insistió.
-Bueno, pues... siento cosas por él, pero me temo que solo me ve como una amiga.
-Es un idiota, no sabe de lo que se pierde.
-Si tú lo dices.
-¿Y quién es ese chico si se puede saber?
-Es...


©Srta. Misteriosa.


Con vos hasta el final-Capítulo 8

Un vestido que Zoe había confeccionado especialmente para mí, de color blanco, me cubría el torso hasta arriba de la rodilla. Era sumamente fino y delicado, encajaba perfecto con la forma de mi cuerpo, pequeño en la cintura y se ensanchaba a medida que bajaba a la cadera. Constanza me había obsequiado unos tacones plateados abiertos en la punta, que dejaban ver mis uñas francesas, un trabajo que Mara se había tomado, junto con la manicure. Mi cabello, desde las raíces hasta debajo de mi busto, estaba sumamente liso, y al final se ondulaba prolijamente, lo que era obra de Valeria. Mis ex compañeras de trabajo, con las que aún mantenía contacto, Lucía, Rita y Alisa, se habían encargado de la comida, y mis actuales colegas solo se molestarían en ir a mi boda, pues no había entablado una amistad muy fuerte con ninguno de ellos. En cuanto a los amigos de Facundo, solo sé que ellos se habían ocupado de la fiesta en sí, la música y los invitados.

Un prado de flores y pastos verdes me esperaba aquel día. Los pájaros cantaban ya, pero pocos, era el final del atardecer y la luna iba a salir en poco tiempo. Había asientos por todos lados, desperdigados como cualquier cosa, algo tan descontracturado que solo podía ser idea mía y de Facundo...Algunos de los invitados ya habían llegado, pero faltaban unos cuántos. No sería un casamiento de iglesia, ni menos uno de civil. Iba a ser una ceremonia inigualable, solo nuestra, única. Luego haríamos papeles legales, pero nosotros no sentíamos el hecho de "casarse" a firmar un par de papeles y darse un beso en frente de un cura, sino a sentir la vida que corrió, recordar lo que habíamos vivido, estar con los que amábamos y compartir nuestro amor a nuestra forma, simplemente eso...Prometiendo estar juntos: hasta el final.

La noche cayó y mis nervios afloraron como nunca. Me miré al espejo por última vez y abracé a mis amigas. Me preparé para hacer mi entrada, vi a todos observando hacia donde yo estaba y visualicé a lo lejos, en el final del pasillo creado por la separación entre las filas de bancos, a Facundo, con su cabello mojado por la ducha, como cuando visité su casa y conocí a su padre...Caminé hacia él lentamente, con una sonrisa imborrable en mi rostro. Llegué hasta él y tomé sus manos, entonces se acercaron a quienes considerábamos nuestros mejores amigos: Constanza, por mi parte, y Joaquín, por la suya. Hicieron una ronda de chistes sin sentido, que daban risa por lo malos que eran, y luego empezaron con la parte seria. Nos preguntaron cosas sencillas, hicieron que nos sinceráramos del todo, cuestionándonos cosas como: '¿Crees que Facundo duerme demasiado?' o '¿No te parece que Emma es pésima cocinando?', lo que causó varias carcajadas entre los presentes. Al final nos interrogaron con una pregunta decisiva:
-¿Quieres pasar el resto de tu vida junto a él?-dijo Zoe.
-Claro que quiero. Lo ansío.-respondí.
Facundo me sonrió.
-Y tú, ¿quieres ser un esclavo de tu mujer por el resto de tu vida?
Todo mundo rió y yo lo acompañé de una mueca de disgusto bromeando.
-Me encantaría.-respondió él al fin.
-Y, ¿juras, juras por el maní con chocolate, que nunca vas a dejarlo, ni aunque te venga un papichulo a pedir por favor que salgas con él?-cuestionó Zoe.
-Lo juro. Nunca en la vida.-aseguré y miré a mi "casi" marido. Luego le coloqué su respectivo anillo.
-Facundo, ¿prometes que jamás vas a abandonarla? Tú júralo por la cerveza...
Se oyeron risas de hombres sobre todo, aunque las chicas también sonrieron.
-Lo prometo, jamás.-dijo y me puso un anillo precioso, de oro y con delicados brillantes, hecho perfectamente a mi medida.
En ese momento tuvimos la misma idea y el momento fue sellado por un beso al que todos aplaudieron y nos lanzaron flores. Tomados de la mano, nos fuimos de allí con nuestros amigos a festejar. La noche fue muy divertida, pero no podía esperar a estar a solas con él, en nuestra casa.

-Es hermoso.-le dije mientras me observaba el dedo anular y fijaba la mirada en el anillo de casada.
-Sabía que te gustaba ese.-dijo y sonrió.
-Te quiero tanto...
-Te ves increíble hasta el final de la noche, ¿es costumbre?
Me reí.
-No lo sé...Solo mientras no corra desesperadamente para escaparme y no hablarle al chico que me gusta.
Sonrió y me di cuenta de que sí recordaba aquella vez en que Zoe me presionó para que le dirigiera la palabra en una fiesta y yo no tuve mejor idea que huir disparando y "robarme" el auto de mi mejor amiga para mi plan de fuga.
-Eso también me gusta de ti. Tenías vergüenza de hablarme pero no de escabullirte estrepitosamente para no hacerlo. Eres realmente única.
Un ave silbó. El amanecer se acercaba a pasos agigantados.
Lo abracé fuertemente.
-Vamos a estar juntos hasta el final.-le dije recostándome en su pecho.
-Siempre.
-Yo estaré contigo y tú conmigo, en buenas y malas.
-Hasta el final. Lo juro.
-Lo prometo.
Le di un beso y no pude parar.

La Anónima.






viernes, 4 de abril de 2014

Predestinados

Título original: Starcrossed
Autora: Josephine Angelini
Año de publicación: 2011
Trama: Helena Hamilton se ha pasado sus dieciséis años de vida tratando de esconder que es diferente, una tarea nada fácil en una isla tan pequeña como Nantucket. Sobre todo porque ha intentando asesinar a un compañero del instituto: el guapísimo chico nuevo, Lucas Delos.
Ninguno de los dos sabe que están destinados a encontrarse y convertirse en los protagonistas de una historia que se ha repetido durante milenios, desde que la Helena original, la de Troya, fue la causante de una guerra. El enfrentamiento de dos familias y un final feliz que parece imposible...
Opinión personal: en cuanto al romance, la típica, se enamora del nuevo. Algo muy común en los libros de ahora, pero que me gusta bastante. Causa muchas emociones, y molesta demasiado el hecho de que el 'no podemos estar juntos' se interponga cada dos páginas del libro. El argumento es original, me parece algo interesante que se incorpore la mitología griega a una novela para adolescentes. A muchas personas no les ha gustado este libro, pero no estoy entre ellas. Por más que sea predecible todo el asunto del romance en esta novela, es atrapante, y está bien escrita, mi puntaje es 9,50. Esta novela se sucede de dos libros más (Malditos y Diosa). Se lo puede conseguir en formato pdf:
http://libroseternos-ingrid.blogspot.com.ar/2012/12/saga-predestinados-de-josephine-angelini.html
O el libro original a $89 en librería Yenny, Argentina (actualmente en faltante).

La Anónima.


jueves, 3 de abril de 2014

¿Saldrías con él?-Capítulo 4

Nueva mirada
Candelaria recibió un mensaje de texto en su móvil y al instante en que lo vio, su sonrisa se borró. Nuevamente era su madre con sus problemas. Esperó a que todos se fueran de la universidad para quedarse sola en el gimnasio. Se apoyó en la pared y dejó su mochila en el piso. Lloró como nunca antes.
Franco salía del baño, notó que estaba todo vacío, y cuando pasó por el gimnasio, oyó sollozos, advirtió que eran de una chica. Alarmado, se dirigió a ver qué pasaba. Sigilosamente, abrió la puerta y vio a Candelaria derramando lágrimas, jamás se le hubiera ocurrido que era ella. La chica no se había dado cuenta, miró al suelo y cuando alzó la vista, lo vio allí parado, callado, sin saber qué hacer. Violentamente, tomó su mochila, se secó las lágrimas y volvió a su papel de ruda. Luego salió por la puerta trasera del gimnasio. Él se quedó intrigado por saber qué le pasaba, pero volvió a su camino. Al salir por la puerta de la universidad, la divisó yéndose hacia el lado opuesto por el que él volvía a su casa. Sin más, se fue hacia donde debía ir, pero al cabo de unos pasos, la culpa lo hizo volverse y perseguir a Candelaria. Como estaba un poco lejos, corrió. Antes de que ella volteara para ver de quién provenían aquellos pasos que oía, él la tomó de la mano. Ella se dio vuelta y lo vio, extrañada.
-Si venís a amenazarme con contarle a todo el mundo que me viste llorar, despreocupate, no me importa.-dijo ella dándose vuelta e intentando zafarse de la mano de Franco, que le agarraba el puñó del suéter blanco de lana de llama.
-No vengo a hacer eso.-le dijo él.
-¿Ah, no? ¿Y entonces qué?
-Quiero saber que te pasa. Y ya sé que es raro que yo te lo pregunte, pero en serio, me gustaría entender.
Ella se sorprendió más que nunca y se quedó muda.
-Soy el menos indicado para preguntarte por tu estado de ánimo, pero capaz eso mejore nuestra relación de enemigos para siempre...¿no?
Candelaria no pudo evitar sonreírse.
-Bueno. Puede ser. Pero igual, si quiero compartirlo con vos, será en otro momento, ahora me tengo que ir.
-Bueno...Pero si necesitás algo avisame, en serio, soy una buena persona en el fondo.
-Capaz...
Él soltó la manga de Candelaria y se dio la vuelta para irse. Ella siguió su camino con una sonrisa, hasta que ésta se fue cuando llegó a su casa. El silencio ancestral la invadió por completo. Cruzó el pasillo que llevaba a las habitaciones y por el rabillo del ojo vio a su madre sentada en su cama, dándole la espalda. Dejó su mochila en el piso de su habitación y fue a ver a su mamá.
-¿Lo de siempre?-preguntó ella con la voz quebrada.
-Sí.-dijo su madre entre lágrimas.
Candelaria la abrazó un buen rato hasta que ambas sintieron el ruido de la puerta abrirse y su madre la apuró para que se fuera a su cuarto. La chica ya sabía lo que iba a pasar. Oyó el ruido del portafolio de su padre cayendo al piso, los quejidos del hombre y luego la peor parte: el momento en que se encuentra con su mamá.
-¿No hiciste la comida?-pregunta él.
-No tuve tiempo...Sabés que llego tarde del...-la mujer no pudo terminar la frase.
Una palmada se oyó, seguida de un chillido agudo. Candelaria, que escuchaba desde su habitación, cerró los ojos al escucharlo todo y se deslizó hasta caer en el piso y romper a llorar. Su padre golpeaba a su madre todos los días. Y a ella también, a menos que no se entrometiera. Tenía miedo de pedir ayuda, nadie sabía de sus problemas, ni siquiera sus mejores amigas. Se puso los auriculares para aislarse del mundo, pero no aguantó ni dos minutos. Se los quitó y escuchó a su padre gritar cada vez más fuerte, estaba dándole una paliza a su madre. Con los ojos envueltos en lágrimas, tiró su celular a la cama y salió corriendo de su cuarto, de su casa. Corrió sin saber hacia dónde iba, más bien, sí que lo sabía...Quería encontrar a Franco y decirle todo lo que le estaba sucediendo, quería su ayuda. Fue hasta la universidad, pero él no se hallaba allí. Se vio desentendida, sin saber qué hacer, hasta que recordó la vez en que él la besó en su casa, recordó la dirección, la forma de llegar, y rogó que siguiera viviendo allí. Siguió corriendo hasta que se encontró con esa calle y con esa casa. Estaba en el patio delantero y no sabía si tocar la puerta o no, era demasiado orgullosa como para aparecerse en la casa de Franco para pedirle consuelo y ayuda. Pero llamar a la puerta no fue necesario, ya que él la abrió y le hizo un ademán de que entrara a Candelaria. La chica tuvo el impulso de abrazarlo...y lo hizo. Él se sorprendió, pero le devolvió el abrazo y la calmó.
-Así que decidiste contarme.-dijo él.
-Sí...-asintió ella.
-No tengas miedo.
-Mi papá...mi papá le pega a mi mamá. Y a mí.
Franco se quedó sin habla.
-Desde que soy chiquita. Él le reclamaba todo y si no hacía lo que él quería, le pegaba una cachetada. Y fue haciéndose cada vez peor. Tenemos miedo de llamar a alguien que nos ayude...Mi papá nos amenaza y no nos animamos. No recurrí nunca a nadie, no se lo conté a nadie. Solo a vos, porque me viste llorar...Ah y...soy así, violenta, agresiva, malhumorada, con los hombres, porque tengo miedo. Tengo miedo de terminar como mi mamá.
Entonces él entendió todo. Las cachetadas, el odio de siempre, la mala onda. Era miedo.
-¿Miedo? Bueno, podés estar segura de que yo nunca te haría nada...Ni a vos ni a ninguna otra mujer.
Ella pudo sonreír. Nunca se había acercado tanto a ningún chico. Realmente le daban mucho miedo. Que uno de ellos le dijera eso, la tranquilizaba bastante.
-Estoy segura de que no, pero necesito que me ayudes.
-¿Querés que llame?
Asintió repetidamente y lloró.
Él marcó un número que tenían para ayudar a las mujeres que sufrían de violencia de género y avisó. Hizo la denuncia. Un poco de calma ingresó en el ser de Candelaria.
-Gracias, muchas gracias.-dijo ella secándose las lágrimas.
-De nada. Contá conmigo.
-Tengo miedo de volver a mi casa...-dijo ella.
-No tengas miedo. Te llevo, es tarde.
Ella aceptó y él la llevó. La acompañó hasta la puerta y se despidieron.
-De nuevo, gracias.
-¿Segura de que no va a pasar nada con tu papá?
-Segura. Él vuelve de trabajar a la tarde y se va a la noche de nuevo. No va a estar.
-Bueno. Te veo mañana.
-Sí.-dijo ella.
Luego cerró la puerta y se quedó allí, pensando en que le gustaría que él la acompañara esa noche, simplemente para sentirse protegida. Estaba a punto de ir a su habitación cuando alguien golpeó la puerta. El miedo reinaba en su interior, pensando en que encontraría a su padre furioso que venía a golpearla a ella y a su madre, pero en vez de eso, encontró a Franco, con su resplandeciente sonrisa de siempre.
-No creo que quieras quedarte sola, ¿verdad?-dijo él.
¿Cómo lo supo?
Lo hizo pasar y esa noche se quedó con ella.
-Insisto. ¿Cómo fue que adivinaste que no quería quedarme sola?
-Creo que lo intuí. Además yo tampoco quería dejarte sola...
-Gracias por todo, Franco.

♥ La Anónima.



Casualty-Capítulo 6

Nueva York, 29 de febrero de 2008
El sonido de un claxon hizo que Mackenzie despertara de sus dulces sueños. Todo era oscuro en su habitación, aún no había amanecido. Calculó que eran aproximadamente las 4 de la mañana. Ruidos espantosos afuera de su casa hicieron que no pudiera volver a dormirse y decidiera levantarse a ver qué había sucedido. Salió de su cuarto descalza, todos seguían durmiendo. Abrió la puerta principal de su casa y: nada. Se apartó un poco más y oyó algo caer al suelo. Vio a Christopher agazapado detrás de un arbusto, él le había lanzado una piedra.
-¿Qué haces?-le gritó ella.
-Tiro piedras a la nada por diversión. Intentaba golpearte, idiota.-dijo él.
-¿Qué quieres? ¿Acaso no ibas a dejarme en paz? Ya he saldado mi deuda.
-Que tu novio pague por lo que tú hiciste no es saldar tu deuda, querida.
-No me llames así.
Él rió, a Kenzie le causó repugnancia.
-Vete de aquí, ya mismo.-dijo ella enojada.
-¿Y tú quién eres para mandarme?
-Eso qué importa. Solo vete.
-Me iré, pero no para siempre. Te encontraremos, Mackenzie.
Se alejó de ella y se subió a su auto, en el que probablemente también se encontraban los de su clan. Mackenzie entró a su casa y se quedó pensativa, con miedo, abrumada. Quiso llamar a Alex, pero era muy tarde y no quería despertarlo, no resultaba para nada agradable recibir una llamada de un ser querido en el medio de la noche, a decir verdad, asusta bastante.

-No vuelvas muy tarde, Alexander. Me preocupa lo que me has contado.-terminaba de decir el padre de Alex aquella mañana al despedir a su hijo.
-Sí, papá, no tardaré...-dijo él y cerró la puerta. Iría a ver a su novia, que lo había llamado preocupada por lo de la noche anterior.
Tocó la puerta al llegar y ella lo recibió con un abrazo y un beso.
-Dijiste que harías cualquier cosa loca por salvarnos, ¿verdad?-preguntó él al instante de que se separó de su abrazo.
-Claro que sí, ¿por qué lo dices?
-Tenemos que escapar.
Ella frunció el entrecejo y lo miró desconcertada.
-¿Escapar? Pero...¿por qué?
-Ellos son peligrosos...Después de lo de anoche estoy más que seguro de que quieren hacerte daño...Y si no es a ti, será a mí.
Mackenzie visualizó una vida fuera de Nueva York, sin Josh, sin el resto de sus amigos...Pero con Alex. Fuera de aquel mundo donde cada día era un desafío averiguar qué se podía comer. ¿Sería feliz allí? Eso no lo sabía. Lo único que sabía a ciencia cierta era que si se quedaba allí, el clan de seguro los atraparía a ambos, y, ¿qué más quería ella sino el bien de su novio y el suyo propio?
-Debería pensarlo...
-No hay tiempo para pensar, Kenzie. Debes aceptar o rechazar, ahora mismo. Mañana podemos irnos, y con tiempo, sino será demasiado tarde...Los conozco y es demasiado obvio que ya han tramado algún plan para hacernos desaparecer del planeta, así que, ¿qué me dices? Te advierto desde ya que no me iré sin ti. Si te quedas, yo también lo haré. Estamos juntos en esto. Y en todo.
Ella lo miró con indecisión. Asentió luego de vacilar un rato.
-Iré contigo.
Alex sonrió y estrechó sus brazos, en los que ella se sumió y lloró. No quería irse, no quería dejar a sus amigos allí, pero debía hacerlo. Él le acarició la espalda y la tranquilizó.
-No pasará nada, si todo sale bien, podremos volver cuanto antes, ¿si?-le dijo él.
-¿A dónde iremos?-preguntó ella.
-Lejos de aquí.
-¿Exactamente?
-En realidad, no tenemos ningún punto específico. Pienso dar vueltas alrededor de todo el mundo. Lo único que sé es que nuestro primer destino es Londres.
Ella sonrió. Amaba esa ciudad. De pequeña soñaba con ir allí.
-¿Puedo elegir yo el segundo?-preguntó Mackenzie.
-Por supuesto que sí. Y si quieres también el tercero...y el cuarto...
Ella se rió, con amor, apoyó su cabeza en el hombro de Alexander y cerró los ojos.
-Te quiero.-dijo.
-No te separes nunca de mí.-le dijo él.-Jamás. Me derrumbaría.
-No lo haré.-dijo y selló el momento con un beso.
-Mañana pasaré a buscarte por la mañana, así que prepara tus cosas hoy...Y avísales a tus amigos, no vaya a ser que Josh quiera cancelar todo a último momento...
Esbocé una sonrisa.
-Está bien. Estaré lista a las 10, ¿te parece?
-Perfecto.

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Mejores amigos-Capítulo 2

Pensar y pensar y pensar...No hacía otra cosa. Alejo podía estar todo un día con la cabeza ocupada en el pensamiento. Tal vez acerca de porqué su amor no era correspondido, o simplemente en Victoria, en su nombre, en su belleza, su personalidad. Faltaba poco para el cumpleaños de su mejor amiga, ella ya había repartido las tarjetas de invitación. Esperaba aquel día y quizás encontrar algo en Alicia, la amiga que Victoria quería presentarle. Ella capaz podría hacerle borrar a su mejor amiga de la mente, verla sencillamente como lo que era: su amiga.
Una vez se dedicó a creer que si no le hubiera tomado tanta confianza, podría haber llegado a algo...Tal vez ella podría verlo como ve a Martín y no como un hombro para llorar. Se cansaba de consolarla noche tras noche porque alguien le había roto el corazón, quería decirle que él podía amarla, que de hecho, ya lo hacía, pero ella no a él...
¿Malgastaría su tiempo un segundo más? No. Estaba decidido a decirle todo lo que sentía, sin importar su respuesta. Aunque arriesgara su amistad, no daba para más. La recibió en su sala para ir a hacer compras para el sábado, el día en que sería su esperado cumpleaños.
-Alejo, ¿vos qué decís que debería comprar?-preguntó ella, ya en el pasillo del supermercado.
-No sé...-dijo él, sin voluntad de hablar.
-¿Te pasa algo?
-No.
Ella esperó unos segundos a ver si surgía una contestación de parte de su amigo, pero esto no pasó, así que siguió buscando comida y bebida entre la mercadería.
-Y, ¿cómo es Alicia?-preguntó él para parecer interesado.
-Mirá. Rubia, alta, tiene unos ojos preciosos, es toda una modelo. Tiene nuestra edad, pero la conozco de la academia de baile.
-Ah...
-Para hacértelo más fácil, ¿yo te parezco linda?
Alejo se quedó mudo. ¿Que si le parecía linda? Hermosa, perfecta, única. Pero no podía decirlo así.
-¿Te parezco linda o no?-reiteró la pregunta al ver que él no respondía.
-Pues...sí.-balbuceó él.
-Entonces, ella te va a parecer hermosa. ¡En serio envidio su belleza!
Pero a él no le interesaba eso...Él la quería a ella, no a otra, por más linda que fuera.
-Bueno, Alejín-así lo llamaba ella más amistosamente.-Me voy a encontrar con Martín, ¡después te cuento todo por chat!-dijo y se despidió llevándose con ella las bolsas del súper.
No me interesa Martín. No quiero saber nada sobre él, ni sobre lo que vaya a pasar en su encuentro, totalmente insignificante para mí. Esto es una mierda. ¿Por qué no puede gustarme otra? ¿Por qué no la puedo olvidar? Me gustaría poder ser como ella. Me gustaría ser como Martín, o como cualquier otro, todo menos yo. Cualquier persona en este mundo tiene más suerte que yo.-pensó Alejo en aquel momento.

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Con vos hasta el final-Capítulo 7

-¡No!-le aventé un zapato de tacón a Facundo y casi lo golpeo.
-Está bien...Tranquila...-dijo él luego de esquivar mi lanzamiento.
-Me tienes harta. Te odio.
-No me odias.
-Sí.
-No.
Me abrazó y tocó mi cabello con sus suaves manos.
-Claro que sí. No te aguanto.-dije yo.
-No puedes decir eso luego de 10 años de estar a mi lado.
Me besó y me dejó sin habla. Sus cálidos labios hicieron desaparecer todo atisbo de enojo que me quedara. Y así concluyó con aquella pelea, como siempre lo hacía. Cuando el beso acabó, me miró sonriente.
-De verdad, Emma. Ni yo me aguanto. ¿Cómo soportaste dos años?
Me reí en sus brazos.
-Te amo. Lo sabes.
-Rara.
-¿Porqué?
-Hace tan solo dos segundos me odiabas y ahora me amas.
-No te odio. Tan solo odio amarte.
-¿De verdad odias amarme?
-Realmente no. Odio amarte en los momentos en los que debería odiarte.
-Ya me has hecho un lío.
-Calla, tonto.
Lo presioné contra mí y lo besé. Recordé la vida sin él y se me hizo extraño. Sentí un inmenso vacío de tan solo pensarlo.
-¿Qué pasa?-preguntó al ver mi mirada perdida.
-Nada. Imaginaba cosas.
Acarició mi mejilla.
-¿Y qué imaginabas?-preguntó curioso.
-Tan solo...cosas.
Revoleó los ojos.
-Qué específica.
Mentí.
-Pensaba que algún día deberías dar un concierto en la sala de espera del hospital, da pena ese lugar. Es tan...depresivo.
-Y qué pretendes...Es un hospital, no un salón de fiestas.
Lo miré con ironía.
-Ya lo sé. Solo buscaba un trabajo para ti.
-No te preocupes, ya lo conseguiré. Quizás deba ir a la plaza con una latita y mi guitarra como tú hacía cuando nos conocimos.
Sonreí al recordar aquellos días tan inolvidables.
-¿En serio te acuerdas de eso? Solo lo hice un par de veces.-dije incrédula.
-Lo sé. Pero yo fui quien te dijo que lo hicieras. En serio creía y sigo creyendo que tu talento no es algo que se pueda desaprovechar, y no tenías iniciativa propia, así que quise ayudarte y...En esos tres días me demostraste que eras parecida a mí en muchos aspectos, pero a la vez muy distinta, y creo que fue eso lo que me...
Por alguna razón no podía completar la frase. Lo miré inquisitiva.
-Enamoré.-completó.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro cuando escuché sus palabras.
-Qué lindo.-dije.
-Tú sí deberías ir a la plaza y volver a eso. Te divertirías más que en aquel hospital.
-Tal vez, pero gano dinero en el hospital, bastante más que lo que me dejan en la latita...
-¿Importa eso? Puedes hacerlo en tu tiempo libre. Sé que amas la música, no hay otro momento en el que se te vea con la misma felicidad que cuando tocas.
Me conocía mucho, pero tal vez se equivocaba, solo en una mínima cosa.
-Claro que lo hay.-dije segura.
-¿Cuál?
-Cuando estoy contigo.
Él se ruborizó y sonrió. Hasta yo me sorprendí de mis palabras, no solía hacer ese tipo de comentarios de galán de libro, pero era la verdad. Tocar la guitarra y estar con él hacían que llegue a mi culmen de felicidad.
-Me gustaría decirte algo.-pronunció.
-Hazlo.-le dije.
-Aquí no. Aburre este lugar. Mejor vamos a otro lado.
Me agarró de la mano y bajamos las escaleras juntos. Cruzamos por la puerta y corrimos, aún tomados de la mano, con el viento golpeando en nuestras caras sonrientes. No sabía a dónde me llevaba, pero me di cuenta que aquel camino era el que yo hacía hasta hace poco tiempo para ir a la universidad. Me encontré de repente en una parada de autobús, junto a él, y la magia de los recuerdos volvió a mí. Él buscó en su bolsillo y sacó mis lentes para colocármelos. Lo sentía como si estuviera volviendo en el tiempo.
-Si estuviéramos en esos años, te los hubieras quitado sin disimulo alguno.-me dijo.
Sonreí.
-No lo haré. Pasé por aquel momento una vez y fue lo suficientemente vergonzoso como para hacerlo dos veces.-dije riendo.
-Entonces déjame que te pregunte ahora...
La intriga me carcomía.
Un colectivo pasó por nuestro lado velozmente.
-¿Te acuerdas del bar que atendías? ¿De que fui como cliente y me atendiste tú? ¿De que te pregunté sobre tu vida descaradamente y me respondiste con cada detalle? ¿Qué sería de nosotros si no hubiera pasado eso?
Las luces del alumbrado público ya se veían de color naranja por la noche.
-Tal vez no existiría un 'nosotros'. O tal vez nos hubiéramos encontrado en otro lado, como siempre. ¿Quién sabe? Pero creo que por algo ha sido así.-le respondí.
-¿Y quién diría que diez años después de ello, estaría en el mismo lugar en el que te conocí, apunto de decirte algo demasiado importante?-dijo él insinuante.
No podía más, necesitaba oír su pregunta.
-Dímelo.-dije.
-Emma. ¿Te gustaría acompañarme por el resto de mi vida?
-Desde ya puedes saber que sí.
-Entonces, ¿te casarías conmigo?
Me quedé atónita, sorprendida, con una expresión de total asombro en el rostro. Estuve muda durante unos segundos, hasta que volví en mí. Me llevé las manos a la boca para cubrir mi expresión de felicidad. Él seguía delante mío, esperando una respuesta, sin dejar de sonreír.
-¡Claro que sí!-dije y lo abracé demasiado fuerte.
Él rió y luego de levantarme en el aire, me dejó en el suelo de nuevo y me besó.
No quedaba tiempo que perder. Mi relación con él era tan pura que jamás se me hubiera ocurrido decir que no.
-Te amo, en serio.-dije.
-No te das una idea de lo feliz que estoy.-me dijo.
-¿Y yo? No puedo creerlo.-dije y miré al cielo, haciendo notar mi alegría.
-No pienso hacer ceremonias formales con gente que tire arroz.-dijo riendo y cruzándose de brazos.
Era lo que esperaba de él, así que reí.
-Claro que no. Yo también odio eso. Haremos algo especial. Muy especial.-dije.
-Único. Como tú y yo.
-Exacto.-dije y esbocé una sonrisa.

La Anónima.






What the heart really feels-Capítulo 4

-Insuperable día.-me dijo Sophie luego de golpear repetidas veces en mi puerta y al tiempo que le abrí.
-La verdad que sí, no puede haber algo mejor.-aseguré.-Mira,-dije señalando la bolsa que había sobre la mesa del comedor.-compré galletitas, como dijiste.
-¡Genial! Vamos a la ventana y gritemos.
-Creo que no te dije que...
Sophie hizo un gesto de disgusto esperando a lo que yo le tenía que decir.
-Habla.-amenazó.
-Pues, olvidé que vendría Taylor y...
-Claro, ahora vas a cambiarme por tu ex y actual novio, marido, acosador, etc. Pero bueno, no importa, así quedamos...-dijo haciendo un ademán de desprecio con las manos.
Me reí, siempre bromeábamos con eso.
-¡Sophie!-le dije.
-Me llevo las galletas. Chau.-agarró la bolsa y se dirigió rápido hacia la puerta, pero me interpuse bloqueándola.
-No. Deja las galletas sobre la mesa. Taylor vendrá por la noche, mientras podemos quedarnos aquí y...
-¡Prometiste una noche increíble! ¿Con quién pasaré esa noche yo? ¿Con tu televisor mientras tú y Taylor rompen la cama?
Le pegué en broma.
-¡Sophie! ¡Cállate! No vamos a hacer eso.
-Porque estaré yo.
-No dije que tenías que quedarte. Puede venir y cenar conmigo, pero yo ir luego contigo, más tarde, ¿entiendes?
-Claro, a las 4 de la mañana.
Puse los ojos en blanco.
-Sophie, no lo tengo conmigo hace 6 años. Quiero estar con él, un rato, ¿puedes comprender?
Mi amiga hizo un gesto de que estaba conmovida y sonrió.
-Qué tierna. No sé cómo aguantas, empalagas.
Me reí.
-Cállate. Si me esperas hasta la 1 le diré a Taylor que cada vez que nos juntemos traiga a Mitchell.
-Puedo sola.-dijo orgullosa.
La miré desafiante.
-Está bien, no. Ayúdame.
-Lo haré.-dije y me reí.
Fui a la cocina a preparar té y Sophie me siguió.
-Volví a ver a Lexy y Lila.-comentó.
-¿Si? ¿Y cómo están?-pregunté.
-Pues, bien. Las he extrañado...Aún recuerdo cuando nos peleamos por culpa de Danny. Y hay una chica nueva, se llama Kristine.
-Qué bueno.-dije mientras mezclaba el azúcar con el té.-¿Y crees que volveremos a ser amigas?
-Podría ser. Es una buena idea.
-Quizás quieran venir esta noche.
-Les avisaré.
Serví las tazas de té sobre la mesa y abrí la bolsa de galletas, pero para mi sopresa no había ninguna.
-Sophie...¡te comiste todo!
Mi amiga sonrió con la boca llena de migajas que la delataban aún más.
-Dios...-dije agarrándome la frente.
-Venga, solo eran unas cuantas...
-Unas cuantas, sí. ¡No comí ni una! Ya verás.
-¿Ya podemos ir a la ventana?-preguntó ansiosa por cambiar de tema.
-Sí...-le dije con aire cansado.
Corrió hasta el sillón que había del lado interior de mi ventana y se sentó. La oí gritar un piropo grosero, como los de albañiles, luego se ocultó como una niña de 7 años y soltó una carcajada.
-Pobre señora...-dijo después.
-A ver, yo también quiero hacerlo.-dije levantándome de la mesa.
Cuando fui a querer gritarle alguna estupidez a algún desconocido, divisé el auto de Taylor justo en la vereda del frente.
-Dijo que estaría aquí a las 8...-articulé y miré mi muñeca para comprobar la hora, pero no tenía puesto mi reloj.
-¿De verdad? Son las 8 en punto, idiota.-dijo Sophie.-¿Qué quieres que haga? ¿Que salte por la ventana?
-No...
-Entonces piropearé a Taylor.
-¡No!
-Bueno...Entonces que suba y me quedo observándolos.
-Ya basta de opciones absurdas, Sophie. Lo haré pasar y tú dirás con cortesía: 'Oh, debo dejarlos solos. ¡Adiós!'.
-Ni que fuera una obra de teatro como para que me des diálogos, Amy. Conozco a Taylor y sé bien qué decir.
El timbre sonando me sobresaltó.
-Ahí está.-dije sonriendo.
Caminé hasta la puerta y abrí...Definitivamente ese no era Taylor. En la sombra que formaba su boina marrón café, apenas se notaba el contorno de los profundos ojos oscuros de aquel hombre. Debajo de ellos tenía ojeras de tono violáceo, una nariz puntiaguda y finos labios.
-Amy Ryans...-dijo el hombre con una perversa sonrisa en su boca.
-¿Quién es usted?-pregunté titubeando.
-No creo que eso le importe cuando le diga por qué he venido.
-No hay tiempo, dígame de una vez.
-¿Es usted la novia de Taylor McKlein?
Mi corazón se aceleró al oír ese nombre ser pronunciado por aquel señor.
-Sí, ¿qué pasa con él?-pregunté asustada.
La mano de Sophie en mi hombro hizo que soltara un grito, estaba demasiado tensa y cualquier mínimo movimiento hacía que me alterara.
-¿Qué sucede?-me dijo antes de ver al hombre. Luego hizo una mueca de desconocimiento.
-Ve adentro. Luego te explico.
Sophie desapareció en el interior de mi casa.
-Dígame, ¡¿qué pasó con Taylor?!
-Ay, joven...¿Es que no se ha enterado?
Mi paciencia se acababa.
-¿Puede decirme qué está tramando de una vez?
-Su novio ya no está. Ha muerto.

La Anónima.




Eternidad

Título original: Evermore
Autora: Alyson Noël
Año de publicación: 2009
Trama: Ever guarda un secreto: puede oír los pensamientos de todos los que están a su alrededor, ver su aura y descubrir su pasado con solo tocarles la piel. Abrumada por la fuerza de este extraño don, vive encerrada en sí misma y solo tiene dos amigos, los excéntricos Haven y Miles.
Todo cambia, sin embargo, cuando Damen se incorpora a su clase; atractivo y enigmático, despierta rápidamente el interés de todas las chicas del instituto. Ever; como siempre, intenta mantenerse al margen, pero muy pronto descubre con una mezcla de temor y fascinación que Damen no tiene aura y que altera de forma misteriosa todos sus poderes...
Opinión personal: No sé pero este libro me lo terminé en una madrugada después de leer otro libro...La relación de amor-odio que hay entre Ever y Damen al principio del libro es lo que más me gusta, la terquedad de ella al no querer aceptar que él le encanta, lo seductor que él es y que a veces te den ganas de pegarle...En fin, a mi gusto es una novela con una trama no muy original, pero bastante atrapante, la autora a veces es reiterativa con los sucesos, pero tiene buen uso del vocabulario y no se puede dejar de leer hasta terminarlo, o al menos, así me pasó a mí. La saga Inmortales consta de otros cinco libros más (Espejismos, Tinieblas, Tentación, Desafío y Destino). Yo la recomiendo. Puntaje: 8. Para conseguir el libro en pdf: http://bosquelibros.blogspot.com.ar/2013/04/alyson-noel-inmortales-1-eternidadpdf.html
O la copia original en la librería Yenny (Argentina) a un costo de $99.

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