miércoles, 28 de mayo de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 6

-¿En verdad crees que funcionará?-pregunté al ver el intento de arreglo que Max hacía en una pata de silla rota.
-No...
-Pues, deberías rendirte.-me reí.-Oye, ¿crees que pueda salir a buscar un trabajo?-le pregunté cambiando de tema.
Se levantó de su incómoda posición y se puso de pie.
-Sí, igual si quieres puedo ir a ver si consigo algo para tus diseños...si es que tienes.
-¿Que si tengo? ¡Claro que tengo! Son millones, me pasé días diseñando...-notaba que a medida que hablaba y le contaba sobre mí, él sonreía con admiración. Al darme cuenta de esto, dejé de emitir palabras y mi cara quedó inexpresiva.
-¿Qué? ¿Tengo algo?-pregunté a la defensiva, a modo de respuesta a su inexplicable sonrisa, y tocándome la barbilla como si intentara quitarme algún resto de comida o manchita que pudiera haberme quedado allí.
-No...-dijo riendo.-Solo me gusta escucharte hablar de ti.
Me extrañó su contestación, ya que a nadie le interesaba oír mis estupideces, ni siquiera a mis padres, que cada vez que yo les expresaba lo que me sucedía, solo fingían atenderme, pero me ignoraban.
-¿En serio es eso?-interpelé.
-Claro, ¿por qué te mentiría?
-Pues, no lo sé...
-Ya. Ahora debo irme, pero volveré a la noche.
-Está bien.
Nos despedimos y me quedé sola en el apartamento. Me acordé de mi otra vida al sentarme en un sillón del living, y me quedé pensando allí. ¿Qué pasaría luego? Conseguiría un trabajo, y...¿si él encuentra una novia? Yo no podré seguir viviendo aquí si eso pasa...ella no lo soportaría. ¿Y si fuera yo?
Allí mis pensamientos se trabaron. No sería yo, él no se fijaría en mí...Entonces tendría que irme, volver a Houston, o quedarme en Cartagena...O tal vez regresar a mi ciudad natal: Detroit. Dejé mis ideas pendientes y me paré de mi asiento, empezando así a dar vueltas por toda la casa sin tener ni idea de qué hacer, y al descubrir que nada sería de mi agrado allí, decidí irme a dar vueltas por la ciudad que, además, era muy bella.
Usé el ascensor para bajar del edificio, y luego salí por el amplio portón enrejado que nos otorgaba seguridad a todos los inquilinos. Caminé por la acera con el sol que me daba en los ojos, por lo que se me entrecerraban y si quería ver algo debía colocar una mano horizontalmente sobre mi frente. Iba vestida con mis jeans más cómodos, una remera simple y mis tacones favoritos. Era una costumbre usar pantalones con zapatos de taco para mí, amaba esa combinación. Todo iba perfecto, hasta que una grieta en la vereda hizo que se me doblara un pie y que cayera al suelo, mi taco crujió y sentí un intenso dolor en el tobillo. Mi cabeza golpeó con mi mano, que coloqué en el cordón justo antes de caer. Sentí que alguien me agarraba por el brazo.
-¿Estás bien?
La voz era masculina y tenía la tonada colombiana. No entendí lo que decía porque hablaba español. Alcé la vista y vi un chico de tez morena clara, ojos azules y un alborotado cabello café. En fin, totalmente atractivo. No respondí.
Él me ayudó a pararme del suelo, y al verme, al parecer se dio cuenta de que yo no era de allí, porque de inmediato me preguntó en inglés:
-¿Estás bien?
-Sí.-respondí.
Noté que mi taco se había quebrado, algo que era de esperarse, así que me lo quité.
-¿Te irás a casa sin un zapato?-se rió.-¿Eres acaso Cenicienta?
No sabía cómo interpretar aquella pregunta...Una broma, una burla, un cumplido. Me sonrojé y solté una risa casi imperceptible.
-¿Cómo te llamas?-me preguntó.
-Shailene.-respondí temerosa.-¿Y tú?
-Octavio.
El nombre era latino, o español, pero sonaba raro.
Sonreí.
-¿Y qué hace una chica de las afueras caminando sola por aquí?
Me reí.
-Vine con un amigo a vivir aquí y quería conocer la ciudad.-le contesté.
-Interesante...¿y él también es extranjero?
Asentí con la cabeza.
-Bien...¿y de dónde vienen?-interrogó.
-Larga historia...
-Tengo todo el día.
Entonces comenzamos a caminar, quizás era raro, pero anduve todo el tramo sin zapatos.
-Pues, él y yo nos conocimos en un avión a Québec, yo estudiaba en Houston, pero soy de Míchigan, y él de Yosemite. Nos hicimos amigos, y él tenía que venir aquí, pero yo estaba en plan de fuga de mi antigua y aburrida vida, entonces no tenía a dónde ir, y me dijo que venga con él, así que acepté. No me arrepiento, este lugar es hermoso.
Me impresionaba el poco tiempo en el que había conocido a otro chico, y nuevamente de una manera muy insólita. Viajes en avión, caídas en la calle, ¿qué seguía? ¿Un ladrón intentaba robarme y veía mi cara y decía "hola, ¿qué tal extranjera?"?
-¿Trabajas?-siguió cuestionando.
-Max está buscándome algo en diseño de indumentaria, es lo que más me apasiona. Allí en Houston estudiaba abogacía, una de las razones por las que huí.
-¿Max? Tu amigo, ¿verdad?
-Sí.
-Pues, una huida parece divertida.
-No vayas a creerlo, me fue bastante difícil y si no fuera por Max de seguro estaría tirada en una fría calle de Québec pidiendo comida.
Se rió levemente.
-Con lo linda que eres dudo que te hubieran dejado en la calle.
Me ruboricé y se me escapó una diminuta y tímida risa.
-¿Y ese Max es solo tu amigo o algo más?
Curiosamente dudé al querer responder. Yo sentía muchas cosas distintas por Max, pero nuestro título era de "amigos".
-Es mi mejor amigo.-le contesté.
Cambió su mirada por la de un triunfador y clavó los ojos en mí.
-Entonces no le interesaría verte conmigo...
Dudé todavía más de lo que debía contestarle.
-Pues no lo sé.-me sentí algo incómoda. Si bien Octavio era lindo, yo apenas lo conocía y además sentía que era infiel...¿A quién?
-Está bien.-se rió.-No haré nada.
Noté que estaba oscureciendo.
-Bueno, creo que debería irme a mi departamento.
-Te acompaño.
En parte no quería ir sola, pero por otro lado no sabía si ir con él era lo mejor que podía hacer. Finalmente accedí. Durante el camino hablamos, pero yo observaba la luna llena en el cielo, y las estrellas alrededor. Era increíble el paisaje nocturno.
-Aquí es.-dije al ver mi edificio.
-Bien. Entonces ya sé dónde visitarte.
Estaba a punto de replicar, cuando vi a Max aparecer por la dirección opuesta, y me vio. Nos vio. Su expresión se tensó y se acercó a nosotros.
-Hola Shai y...hola.-dijo mirando a Octavio.
-Soy Octavio.-objetó.-Tú debes ser Max.
-Sí...¿cómo supiste?
-Shailene me ha hablado mucho de ti...así que mejores amigos, ¿eh?
-Sí, mejores amigos...-dijo él, no muy convencido.
Temblé, tenía frío porque mi ropa era veraniega y la noche congelaba mis pies descalzos.
Max bajó la vista y vio mis zapatos agarrados en mi mano.
-¿Qué te pasó?-preguntó Max.
-Em...Pues me caí.
Él advirtió lo gélido de mi piel y se acercó a mí para darme una campera.
-Estás helada. Vamos dentro.-se apresuró a decir.
Era lo que más deseaba en ese momento.
-Bueno, Lene, los dejo. Otro día quizás venga a verte.-dijo Octavio.-Adiós.-se refería a Max y a mí.
-Adiós.-dijo Max fríamente y entre dientes.
-Adiós Octavio.-lo saludé.
Él se alejó caminando y nosotros nos fuimos adentro del edificio.
-Lene...-repitió Max imitando a Octavio.-Queda feo.
No pude evitar reírme. Estaba histérico, quizás...¿celoso?
-¿Qué pasa? Es un nuevo amigo y le gusta decirme Lene. Tú me dices Shai, entonces, ¿qué problema hay?-dije molestándolo.
-Nada...-protestó.
-Ay, Max, estás celoso.-lo fastidié.
-No es cierto.
-Sí.
-No.
-¡Sí! Estás celoso...-canturreé mientras daba vueltas alrededor de él.
Me agarró de la cintura y me subió a su hombro.
-¡Max! ¡No! ¡Suéltame!-dije riendo y golpeando su espalda.
-No te voy a bajar. Ahora te la aguantas, por cargosa.
-Vas a ver que me tienes que bajar. O sino voy a irme con Octavio a pasear por ahí.
-Ve con él, a ver si te consigue algún trabajo, o casa, o alojamiento, o comida...Mmm...
Me reí todavía más.
-¡Me rindo!
Me dejó en el suelo.
-Eres tú mi mejor amigo, imbécil.
Él sonrió y me dio uno de sus protectores abrazos que tanto me gustaban.
-Tú eres la imbécil que se va con colombianos flirteros.-me reprochó en broma.
-Mentira. A que tú tienes por ahí alguna amiga economista...rubia...y que se llama Brittany o algún nombre de esos.
Nos reímos juntos.
-De verdad no voy a cambiarte.-le dije, ahora hablando en serio.
-Sé que no lo harás, ni yo a ti.-me dijo él.
-Vamos algo así como una semana de amigos y eres incomparable, de verdad.
-Es verdad, lo soy.-bromeó.
Me dejé caer en su hombro y me di cuenta de que volteaba hacia mí. Hice lo mismo que él y quedamos mirándonos a los ojos. Mi deseo de rozar sus labios con los míos era irreprimible, y él se veía ávido por hacer exactamente eso. Quise dejarme llevar...

La Anónima.



sábado, 24 de mayo de 2014

What the heart really feels-Capítulo 5

Sentí mareos y la visión se me difuminó.
-¿Qué?-pregunté incrédula.
-Lo que oyó, señorita.
-¿Qué le pasó?-titubeé con el corazón yéndome a mil.
-A unas cuadras, en el supermercado, lo han asaltado y no quiso ceder, así que hubo un tiroteo.
La rebuscada historia era demasiado patética, excesivamente armada, pero mi trance no me dejaba razonar y lo tomé como cierto.
Sophie apareció por detrás de mí.
-¿Qué le sucedió al tarado de tu novio?-dijo despreocupadamente.
La desesperación pudo conmigo y me solté envuelta en un llanto desconsolado.
-¡Amy! ¡¿Qué sucedió?!-gritó mi amiga.
-Él...él murió.-respondí con la voz cortada.
-¡¿Qué?! ¡¿Este farsante te ha dicho eso?! ¡Y qué sabe usted viejo impotente!-le regañó mi amiga.-Vamos a buscarlo, ven.-me tomó por el brazo y me hizo salir de mi casa.
Noté que el señor se quedaba en mi puerta y sospeché, pero no me interesó ya que mi principal problema era descubrir si mi novio estaba con vida o no.
Mi estado era en un shock completo de no saber si creer en lo que me había dicho aquel hombre o no.
-¿A dónde piensas irlo a buscar?-hablé por fin, cuando íbamos ya a la mitad del camino.
-No lo sé, pensaba que tú me dirías.-dijo Sophie.
-En el supermercado, eso me dijo el tipo.
-¿Qué te dijo exactamente?
-Que lo habían asaltado y que como no se dejó robar, lo mataron.
-¿Acaso escuchaste tiros?
-No.
-¿Entonces de qué te preocupas? Dios, Amy, de seguro él está bien, cálmate, lo vamos a corroborar.
Me quedé callada porque sabía que tenía razón, pero eso no impedía que el miedo se apropiara de mí. Cada paso era sentirme más insegura de qué habría pasado, quería averiguarlo en ese mismo instante, hasta que por fin estuvimos en la puerta del autoservicio. Él no estaba, pero aquel lugar parecía en perfecto orden.
-Aquí no está.-confirmó Sophie.
No pude sosegarme.
-No sé qué pensar.-solté.
-Se nota que no hubo ningún incidente aquí, tranquila.
Las palabras de mi mejor amiga hicieron que me mitigue un poco, pero seguía angustiada.
Volvimos en dirección a mi casa, y mientras me mortificaban los pensamientos, vi a Taylor venir corriendo hacia nosotras. La plenitud me inundó.
-¡Taylor!-grité soltándome de la mano de mi amiga y yendo a los brazos de mi novio.
Apenas su piel hizo contacto con la mía, me dejé envolver por su abrazo.
-¿Qué pasó?-pregunté alarmada.
-¿Por qué lloraste?-dijo sin contestar a mi pregunta.
-Un hombre, un viejo...
-Un viejo de mierda.-se entrometió Sophie enfurecida.-Le ha dicho que estabas muerto.
A Taylor se le fue el alma a los pies.
-¿Qué?-se asombró.-¿No tenía una boina marrón?
-Sí.-respondí.
-¡Él me ha robado!-dijo Taylor alterado.
-¡Amy, la casa!-gritó Sophie, y recordé que habíamos dejado al hombre en mi puerta, de seguro ya tenía la mitad de mis cosas en su pertenencia.
Sophie salió corriendo, Taylor y yo la seguimos.
-¿Cómo fue?-me preguntó mi novio.
-Estábamos en mi casa con Sophie, y yo vi tu auto, y pensé que eras tú, entonces fui a abrir la puerta y ese viejo desagradable estaba allí, entonces me llamó por mi nombre y luego me preguntó si era tu novia, le dije que sí y me dijo que habías muerto, dios, qué idiota soy.-le conté con la voz apresurada.
-No lo eres, Amy, yo también le hubiera creído en ese momento si me hubiera dicho que algo te había sucedido.
-Es que si algo te pasa me muero.-confesé.
Dejamos de correr y me miró fijamente. Me rodeó la cintura con sus brazos y me besó, eliminando todo mi miedo y mis nervios, que aún no me habían dejado en paz, y de a poco me fue soltando.
-Ya pasó.-me consoló.-Yo tampoco soportaría que te sucediera algo malo, por eso nunca dejaré que pase.
Sonreí y me ceñí a su cuerpo.
-Te amo.-le dije.
-También te amo.-me contestó.
Me vi en medio de la vereda junto a él y me acordé del posible robo en mi apartamento.
-Deberíamos seguir yendo hacia mi casa.-aporté.
-Cierto.
Seguimos corriendo hasta llegar, Sophie ya estaba adentro. Cuando pasamos, oí maldiciones provenientes de la voz de mi amiga. Noté que faltaba mi tostadora.
-¿Qué pasó, Sophie?-le pregunté.
-Tu ropa, Amy, quedan pocas cosas.
Me fijé en toda mi casa y había cosas que no estaban. Despotriqué un rato y luego me senté junto a Taylor y Sophie.
-¿A ti que te robó?-le preguntó mi amiga a mi novio.
-Mi billetera y mi celular. Mi auto estaba al frente porque iba a venir aquí, pero quise ir al supermercado y de camino me encontré con este tipo, que me quitó mis cosas. No pude seguirlo y me encaminé hacia donde se me ocurrió, pero me equivoqué.
-Planeábamos una noche genial con Amy...-dijo ella.-Todo lo arruinó, viejo fanfarrón.
-Al menos vimos su cara, quizás podemos hacer algo...-dije yo.
-La denuncia, obviamente, pero tus cosas no van a volver, Amy.-me reprochó.
-No me digas.
-¿Cómo vas a dejar la puerta así? ¿Es que no piensas?
-Ya, Sophie, no es momento para que me eches en cara lo que hice.
-¡Es que no puedes ser tan idiota!
-Basta...-dijo Taylor.
-¡Tú cállate, inútil! Por tu culpa ella no pensó al actuar.-espetó Sophie.
-¿Qué dices? ¿Por qué eres así? ¡No ha sido su culpa!-le dije enojada.
-Todo lo haces mal, Amy, y encima has vuelto con este idiota. Me decepcionas.
No podía creer sus palabras.
-¿Te decepcionan mis decisiones? No sé si lo recuerdas pero tu solías decirme que era una estúpida por no volver con él cuando se me presentaba la oportunidad, y ahora que lo hago, "te decepciono". Pues bien, no eres dueña de mis relaciones, así que puedes irte cuando quieras.
Me miró con ira. Taylor estaba escéptico observando nuestra pelea y sin saber qué decir, se lo veía incómodo.
-Sí lo haces, porque siempre estás con la cabeza en otro lado, no lo soporto, ¿captas? Lo mejor sería que ahora, cuando cruce aquella puerta, no vuelvas a hablarme nunca más.
Sophie taconeó el piso con sus botas y salió de mi casa, dando un portazo. Involuntariamente, las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos y mi novio vino a mi lado.
-Se le pasará.-me dijo él.
-La conozco, no se le va a pasar...Y además tiene razón, soy una idiota, mira lo que he hecho.-dije refiriéndome a todo lo que ahora me faltaba por culpa de mi distracción.
-No fue tu culpa...No lo pensaste en ese momento, y además es tu problema, a ti te robaron, ¿y ella se enoja? Si tanto le importaba, ¿no podía cerrar la puerta con llave ella? Déjala, se dará cuenta de que cometió un error y te pedirá perdón.
-Hemos peleado muchas veces, pero nunca así. Creo que hablaba en serio, Taylor. Podría hacer lo mismo que ella cuando cree estar en lo cierto: esperar hasta que el otro pida perdón. Pero yo no puedo, no tolero estar peleada con alguien que quiero, aunque yo sepa que yo debería estar enojada y no esa persona.
-Ya lo sé. Trataré de hablarle, también puedo pedirle a Mitchell que la haga reflexionar, de seguro él podrá.
-Eso espero.
-Te prometo que haré lo posible.
-Gracias, amor.
-¿Es que nunca me habías dicho así?-dijo.
-¿Amor? Pues...No lo sé. No recuerdo.
-Suena bien.

La Anónima.



jueves, 22 de mayo de 2014

La ex-Capítulo 4

Clandestino
-¿Me vas a explicar que fue lo del viernes o no?-exclamó Jackie una vez más en tono enojado.
-¡Ya te lo he dicho mil veces! Nos conocíamos de antes y siempre nos odiábamos, punto.-le respondió Adeline.
-No te creo. Hasta que no me digas la verdad no pienso hablarte.-dijo Jackie y se alejó de su amiga.
-¡Jackie!-le gritó Dely.-Ay dios...-murmuró.
Adeline quiso perseguir a su amiga, pero inesperadamente fue tomada por el brazo y un aroma muy particular la abrumó.
-Hola Adeline.-era Chase.
-Chase, ahora no es momento...
-Nunca es momento para ti. La otra noche me dejaste muy rápido, ¿podríamos hablar?
-¿De qué? ¡Tengo cosas que arreglar!-chilló exaltada.
-Cálmate.
Chase se estaba tornando pesado para la chica, sobre todo porque no estaba interesada en lo más mínimo en él.
-No voy a calmarme, no somos nada y no tenemos porqué hablar, es algo que quiero que quede claro, ¿si? Ahora, si me dejas, iré a terminar de hacer lo que debo.
El joven no entendía las exasperadas reacciones de Adeline, pero se había sentido rechazado y no le gustaba ese papel, no era lo común para él.

-Te perseguí por todos lados.-le dijo Adeline a Jackie cuando la tuvo en frente.
-Y yo te dije que no te hablaría hasta que me dijeras la verdad.
-Y ya te la he dicho, no sé qué pretendes.
-Mira, Adeline, sea lo que sea lo que me ocultes, cuanto más tiempo esperes para decírmelo, más tiempo pasara para que te perdone. Suéltalo de una vez, ¿quieres?-amagó Jackie.
-Está bien. Voy a decírtelo, pero debes jurarme que no vas a dejar de ser mi amiga por eso.
-No voy a jurarte algo que no sé si podré cumplir. Solo dime lo que pasa entre ustedes dos. Ahora.
-Bueno...Lo que sucede es que, en mi antigua escuela de St. Smith, fue donde conocí a Drake. Él y yo éramos amigos...y...pues ya, es mi ex.
A Jackie se le desfiguró el rostro al instante que escuchó esas palabras salir de la boca de su amiga.
-¿Q-qué?-tartamudeó.
-Sabía que no iba a gustarte. No puedo cambiar mi pasado, aunque seguro lo haría.
-No puede ser.
-Sí, lo es.
-¡No! Adeline, ¿por qué no me lo dijiste antes?
-¿En qué momento? Nunca me imaginé que él sería tu novio.
-No, antes de esto, apenas te lo pregunté. No sé porqué no lo hiciste, ahora no puedo confiar en ti. Si me lo has ocultado todos estos días es porque sigue pasando algo entre ustedes, ¿verdad? ¡Sabía que no tenía que acercarme a ti!
-¿Puedes dejar de exagerar tan solo un minuto? ¡No lo hice porque no tenía idea de cómo te caería esa noticia! Él y yo no nos soportamos, entiéndelo de una vez.
-Me tomaré un tiempo para asimilarlo. Mientras, no quiero verte a ti, ni a él.
La puerta del instituto se cerró detrás de Jackie y el aire proveniente del exterior levantó el cabello de Adeline. La chica miró al suelo, pero a los pocos segundos el portón volvió a abrirse y alguien asomó, por lo que alzó la vista. Drake. Observó a Dely con atención y luego, como si nada hubiera sucedido hace unos días, le dirigió la palabra.
-¿No has visto a Jackie?
-Hola, ¿no?-respondió con un dejo de furia en las palabras.-Sí, acaba de irse. No quiere verte.
Drake frunció el entrecejo.
-¿Por qué?-dijo al fin.
-Porque ya sabe la verdad.
-¿Qué?
-Tuve que decírselo, no quería creerme otras cosas y me amenazó con no hablarme nunca más. Al final se enojó contigo y conmigo, y dice que no quiere vernos.
-¿Por qué aquí? ¿Justo aquí tenías que venir?-la culpó él.
-Claro, ahora yo soy la causante. Para el caso yo podría decir, ¿por qué ella? ¿Justo a ella la tenías que elegir? Imbécil, siempre fuiste un imbécil.
-La amo, Adeline, por eso la elegí. Si ha sido tu error, ¿cómo se te ocurre golpearme y perseguirme por todo el salón?
Adeline digirió aquellas palabras: "la amo", antes de responder, porque apenas él las pronunció, ella sintió una intensa punzada en el pecho.
-Fue involuntario, es normal en mí querer atizar a los que odio.-contestó Dely.
-Ah, y ahora me odias.
-Sí, lo hago desde hace tiempo, ve enterándote.
-No lo creo. Es más, lo dudo muchísimo.
-No te pienses tan importante.
-No me pienses tanto.
Ella lo miró a los ojos y se quedó en silencio. Sabía que él decía lo evidente: jamás dejaba de pensarlo. Finalmente, liberó una risa sarcástica.
-¿Que no te piense tanto? Eso es lo que tú quisieras...
Sobrecargada de nervios y en un intento de apartarse de allí, Adeline dio un paso en falso sobre el resbaloso piso y casi cae al suelo, pero Drake la sujetó a tiempo, aunque quedaron muy cerca el uno del otro.
-¿Estás bien?-preguntó él.
-Sí, casi me caigo y me has atrapado, ¡guau!-dijo ella con ironía.
-Adeline...
Mientras ella tanteaba un espacio para escapar de la situación, no se dio cuenta de que cada vez se aproximaba más a él.
-Mira Drake, no sé que pretendes con esto, pero...
Por alguna razón, sus labios se unieron en un beso junto a sus manos que se entrelazaron perfectamente, y ninguno de los dos se resistió. Luego se soltaron, Drake la estrechó más contra su cuerpo y ella le rodeó la cintura con sus brazos.
Un molesto sonido los hizo parar, y fue ahí cuando sus miradas se cruzaron, extrañadas, con ojos culpables y apesadumbrados, aunque por dentro solo deseaban que se pudiera detener el tiempo para no dejarse nunca más.
-Me voy.-dijo ella y se alejó avergonzada.
Él quiso contenerla, pero no logró nada y se dio por vencido, quedándose pensativo y sin saber qué hacer. Acabó yéndose de allí, sin poder dejar de preguntarse si lo que había pasado era real o no.

La Anónima.




domingo, 18 de mayo de 2014

Beyond the appearance-Capítulo 5

-¿Y todos estos papeles? ¿Dónde los dejo?
Silencio. Max no contestaba mi pregunta.
-¡Juro que si no me respondes lanzaré todo por la ventana y al diablo!-grité amenazando.
Lo oí venir corriendo hacia la habitación en la que yo me encontraba.
-¡No! Son mis papeles empresariales, Shailene, les haces algo y no vives para contarlo.-dijo con agitación en sus palabras.
-Vaya, típico de economistas.-farfullé.
Me miró de reojo, con un semblante exasperado, luego juntó el papelerío que yo le dejé sobre la mesa y se retiró del cuarto.
Seguí rebuscando entre las cajas, ordenando todo aquel desastre, y entre las blancas hojas de esos documentos, colores variados lograron captar mi atención. Mis ojos se abrieron de par en par al ver una foto de Max junto a una chica, bastante parecida a él, solo que con el cabello negro y ondulado, dientes perfectos y ojos grises. La tuve entre mis manos un buen rato y observé cada detalle de la imagen con detenimiento, mientras me preguntaba '¿quién es?'.

-Shai, ¿no viste mis...?-él fue bajando el tono de voz a medida que se me acercaba.-¿Qué haces con eso? ¿De dónde lo sacaste?
Su repentina aparición me hizo dar un sobresalto.
Me avergoncé y dejé rápidamente la fotografía sobre el escritorio.
-Lo siento, estaba entre tus cosas...
-No pasa nada.-dijo, tomó la foto e hizo un intento de irse de allí, pero mi voz lo interrumpió.
-Disculpa, sé que te molestará mi pregunta, pero como verás no tengo filtros. Me ha intrigado saber, ¿quién es ella?
Se quedó callado.
-Eso no te incumbe.-respondió al fin.
-Claro que me incumbe, sino no te hubiera preguntado, ¿no crees?
-Es mi hermana.
Arqueé las cejas y enmudecí.
-¿Y qué tiene?-quise saber.
-Era.
No entendí al instante, pero luego lo hice perfectamente. Ella ya no estaba en este mundo.
-Lo lamento, no quería...-traté de excusarme.
-No importa.-dijo y esta vez sí se largó.
Recordaba que hace tan solo un día, cuando las bragas rosadas ocupaban su valija, él me había dicho que posiblemente eran de su hermana. ¿Acaso era ella su hermana? ¿Habría sido hace poco tiempo el terrible suceso? En ese momento me carcomía la culpa y a la vez la curiosidad. Quería preguntarle, pero no debía, solo conseguiría atormentarlo y traerle trágicas memorias.
Temía descubrir cosas sobre Max que él quizás no quisiera darme a conocer. No quería ahuyentarlo de mi lado por ser una invasora compulsiva. Terminaría haciéndolo si seguía con esa conducta.

Después de pasar todo un día arreglando el apartamento junto a mi amigo, aunque en completo sigilo y sin dirigirnos ni una sola palabra, él se fue a su cuarto, y yo al mío. Di mil vueltas en mi cama, sin poder pegar un ojo en horas, hasta que finalmente decidí salir de la pieza y hablar con Max, le debía una disculpa, y además tenía demasiado que conversar con él. Me paré, me puse unas zapatillas y atravesé la puerta. Me fijé por la rendija de debajo de su puerta y vi luz, así que la golpeé sin dudar.
-Pasa.-me dijo él desde el otro lado.
-Max...necesitaba hablar contigo.-dije apenas entré en la alcoba y cerré la puerta.
Me aproximé a su cama y cuando estuve lo suficientemente cerca me senté a su lado.
-¿Sobre qué?-preguntó a la defensiva.
-Sobre lo que hice hoy. De verdad lo siento, me picó la curiosidad e hice esa innecesaria pregunta, pero no quería molestarte...es solo que...sabes que soy así y...-las palabras se me dificultaban al hablar.
Él me corrió un mechón que me cubría la mitad del ojo y lo colocó detrás de mi oreja.
-No te pongas así, no fue queriendo, lo sé muy bien.
-Perdón.
-Está bien, ya pasó.
Me dio un reconfortante abrazo.
-Eres...mi único amigo.-mis ojos se llenaron de lágrimas al terminar de pronunciar esas palabras, y era porque sabía que eran ciertas. No tenía amigos.
-No digas eso, no es verdad, Shai, eres maravillosa y hay mucha gente dispuesta a quererte, solo debes dejarte conocer.-me consoló con una sonrisa en sus labios.-Como lo hiciste conmigo.-terminó de decir.
La felicidad se dibujó en mi rostro.
-Gracias, de verdad. Te quiero.-le dije secándome las gotas.
-Te quiero.-contestó.
Era la única persona que en vez de responderme 'yo también' o 'yo más', me había devuelto la frase.
-Sabes...Ella tenía 22 años, como tú. Se llamaba Erica y vivió muy bien hasta que enfermó de diabetes, a los 15. Su vida fue haciéndosele cada vez más insignificante, no quería seguir las dietas y todo se complicó, hasta que entró en un coma y falleció...hace un año.
No pude articular ninguna palabra.
-Yo...
-No digas 'lo siento', es una frase que expresa culpa cuando en realidad tú no tienes nada que ver.
Reflexioné y tenía razón. ¿Por qué decimos "lo lamento" o cosas así?
-Pues, entonces, me quedo sin qué decir. Es muy triste. La querías mucho, ¿verdad?
-Claro que sí. Era muy importante para mí, era mi hermanita.
Me enterneció su mirada y vi una lágrima caer para su mejilla. El corazón se me partió de verlo llorar, nunca pensé que me mostraría esa parte suya. Lo rodeé por la cintura con mi brazo y me apoyé en su hombro. Luego me separé de él y con mi pulgar toqué su suave rostro para secar su llanto. Me miró fijamente y no aparté mis ojos de los suyos, me acerqué a él con pudor y observé cada uno de sus finos rasgos con mi examinante mirada, acercándome cada vez más a sus labios. Un estallido hizo que me separara de su cuerpo.
-¿Qué ha sido eso?-solté con temor en mi voz.
-No tengo idea, será mejor que bajemos a ver.-dijo él con determinación.
Se levantó de un salto y salió por la puerta, yo lo seguí con desgano.
Ese ruido había interrumpido un momento clave en nuestra relación. Maldecía el momento en el que sonó, y también el segundo en el que decidí ser tan...lanzada con él.
Después de que ambos fuimos por el pasillo y bajamos las escaleras del edificio, cruzamos por el portón y fuimos a ver qué había sucedido. Era un accidente, una camioneta se había estrellado contra un poste en la esquina, pero la mujer que conducía se encontraba en perfecto estado.
-Mierda.-dije entre dientes para mis adentros. Estaba enojada porque, quizás podría haber resultado peor, pero, ¿justo en ese momento? Qué oportuno.

La Anónima.

viernes, 9 de mayo de 2014

Ella y él

Ella vivía en su mundo, acompañada pero sola por dentro. Caminaba junto a los demás y deseaba mimetizarse entre la multitud y no sobresalir, omitía ser ella misma solo para pasar desapercibida y evitar el "qué dirán". Su mirada se perdía por un camino, sin entender el mundo aún, cuando lo vio a él. Clavó sus ojos en los suyos y no apartó la vista hasta que él se dio por aludido. Se unieron en una sonrisa, y ella creó una ilusión. Insufribles se volvieron los días al observarlo y no poder decir nada, ella lo mantenía en secreto. Él no podía dejar de mirarla, no quería, y ella cambió. Él la cambió. Quiso ser alguien, se animó a más. Cada día esperaba ser un poco mejor y buscaba llamar la atención de él, buscaba la felicidad a su lado. Él siguió sus costumbres y repartió amor a infinitos corazones, menos al de ella... Y ella sufrió, derramó lágrimas, pero continuó el sendero. Un aluvión de sensaciones se encendía en todo su ser siempre que advertía la presencia de él, no podía pasar cerca suyo porque sus extremidades temblaban y su corazón se aceleraba, un desconocido y mágico sentimiento se apoderaba de ella y no podía pararlo. Él le dirigió palabras que afloraron aún más su ensoñación en un mundo cercano a él, pero finalmente se acobardó y se alejó de ella. El aire no volvió a transmitir mensajes de él para ella, ni de ella para él. Ella quiso vencer al orgullo, y lo hizo, pero tal vez se arrepintió, porque no transformó su relación. Su vida tiene una motivación desde que él entró en ella, pero también siente el miedo de la perdición, el temor a que la olvide otra vez. ¿Cree ella que él la quiere, o la valora? No es exactamente lo que piensa, pero su irreal artificio mental no la deja despertar a la realidad y aceptar que no es así. Lo dejará ir, él se enamorará de alguien más, y podrá ser feliz. Tan feliz como fue ella con él, aunque apenas se conocían.


La Anónima.

Beyond the appearance-Capítulo 4

Al lado mío había un señor que no paraba de toser. La verdad era bastante...irritante, pero daba igual, si así no hubiera sido probablemente ahora estaría volviéndome a Houston, ¿cierto?
Desde mi asiento podía ver a Max, sentado junto a una chica atractiva a la cual de vez en cuando miraba y eso me provocaba...celos. Éramos solo amigos, eso lo tenía claro, pero yo sentía otro tipo de lazo...Sentía que algo nos unía y no podía soportar verlo con esa. De todas formas era solo una tontería, ya se me iba a pasar y volvería a ser la chica fría de siempre.
Se hizo de noche y por la ventana del avión veía nubes y estrellas en el cielo oscuro. Miré para mi izquierda y a una considerable distancia estaba mi amigo, durmiendo. Tenía en mi mano una servilleta que me habían dado junto con una bandeja con comida. La abollé y me incliné hacia adelante mirando a Max, y sin pensar en el enojo que podría generar en los demás pasajeros o en él mismo, se la lancé. El bollo de papel le cayó en la cara y se despertó alarmado. Miró a su alrededor y me vio, riéndome como idiota.
-¿Qué rayos?-murmuró desde su asiento.
Solo contesté con mi incesante risa.
-¡No es gracioso!-dijo y me tiró el papel.
Me seguía riendo. Ya me daba vergüenza y no tenía idea de porqué nadie se había despertado con mis carcajadas. Max continuaba observándome.
-Bueno, no seas así, estaba aburrida.-le dije defendiéndome.
-Claro, y por eso me tiras papeles mientras duermo.-dijo sarcásticamente.
-Necesitaba hablar con alguien.
-Vamos a llegar en unas horas, duérmete.
Me di la vuelta y cerré los ojos, pero no pude dormirme.
Luego de un tiempo el avión aterrizaba. Me bajé junto al hombre que me había acompañado en el asiento, y después me encontré con Max.
-Bien.-dije al verlo.
-En mi departamento no se lanzan servilletas.-bromeó.
Me reí con inocencia.
-Perdón.-le dije.-No lo haré en tu casa.
-Mejor así.
Colombia se veía soleada, la gente era muy diferente que en mi país, pero todos sonreían y era un gesto que me parecía interesante, resultaba lindo ver personas tan felices.
-Me encanta.-dije.
Max me miró.
-La verdad, es un lugar muy bonito.-dijo él.
-Sí. ¿Te puedo hacer preguntas? He sido muy confianzuda contigo y apenas sé de ti.
-Es cierto.-dijo y rio.-Pregunta lo que quieras.
-¿Eres de Houston?
-No. Soy de Yosemite, Houston era otra de mis paradas, igual que Québec, por estudios y esas cosas. ¿Tú de donde eres?
-Tampoco, soy de Míchigan, bueno, Detroit.
-Lindo lugar.
-Mala vida.
-¿Mala vida?
-Sí. La secundaria fue un infierno para mí. Me iba mal en el colegio, la gente me rechazaba, mis padres estaban enfurecidos conmigo y yo solo sentía que todo me salía mal. Cuando me enviaron a Houston a estudiar pensé que cambiaría, pero solo conseguí unas falsas "amigas".-dije haciendo comillas con los dedos.
-Bueno...Espero que aquí mejore.
-Ya lo hizo.-dije y sonreí.
Se sonrojó tímidamente y pensé que eso lo hacía ver muy dulce.
-Nunca me dijiste, ¿qué estudiabas?
-Derecho. Lo odio. Yo quiero ser diseñadora de indumentaria.
-¿De verdad? Creo que puedo conseguirte algo de eso por aquí.
-¿En serio?
-Sí, es probable.
-¡Gracias!-dije sin intenciones de ocultar mi emoción.
-De nada.-respondió y curvó sus labios en una casi sonrisa.
Luego de un largo y reticente rato, decidí hablar.
-¿Te gusta tu carrera?
-Sí me gusta, ¿por qué?-preguntó extrañado.
-Solo decía. Me parece...aburrida.-dije sin filtro.
Se rió.
-¿Ah si? Bueno.-exclamó y fingió un enojo.
-Los economistas son aburridos.-lo desafié.
-¿Te parezco aburrido? Ya verás.
-¿Qué veré?
-Aburrido te va a parecer acomodar todo el apartamento.
-¡¿Qué?!-grité.
Me paró en el medio de la vereda y me tomó por los hombros suavemente.
-Mira, tú decidiste venir, aún no tienes trabajo, y te parezco aburrido. Por todo eso te toca limpiar.
-¡Ay no! ¡Te odio!-espeté en broma.
-Sé que no es verdad.
Y yo también lo sabía. Lo apreciaba mucho, en pocos días había aprendido cosas de él y me había ayudado en todo. Además tenía una especie de atracción hacia él, aunque aún no lo entendía muy bien.
Una imponente edificación se abrió paso ante nosotros. Era de color gris, con varios pisos y amplios ventanales de cristal en cada uno.
-¿Este es el departamento?-pregunté asombrada.
-Sí.-me contestó Max.
-¡Es genial!-solté con el entusiasmo de una niña de seis años.
-Ya lo creo.
Mi amigo abrió el portón y subimos por las escaleras hasta el cuarto piso, donde fue a una de las cuatro puertas que había y la abrió.
-Bien.-dijo haciéndome pasar. Entré y tiré los bolsos al suelo.
-Esto se ve...excepcional.-dije examinando cada detalle del lugar.
-Como tus ideas de escape.
Me sorprendió que se acordara de nuestra primera charla en el viaje a Québec.
-Exactamente.-afirmé.
Agarré uno de los bolsos que estaba en suelo y cuando lo abrí, me di cuenta de que no era el mío, pero había algo bastante desconcertante adentro.
-De casualidad...¿no te habrás dejado alguna novia en Yosemite?-pregunté mientras sostenía unas bragas de color rosa en la mano.
Se dio vuelta en una milésima de segundos con todo el desconcierto en su rostro.
-Mierda....-atinó a decir.-No tengo ninguna novia en Yosemite.
Parecía muy sincero.
-Mmm...No me habías contado de tu travestismo, Max.
Se empezó a reír.
-Debe ser de mi hermana. Es en serio, seguro se ha mezclado entre mi ropa por equivocación...
No sabía qué pensar.
-Creo que es más creíble lo de la novia en Yosemite o lo de tu identidad transgénero.
Sonrió.
-Es verdad. Tuve novias pero ninguna que viviera conmigo, ni que dejara su ropa interior en mi casa...Además el bolso lo preparé en donde vivía antes y saqué ropa de un canasto, así que debe ser de June.
-Está bien, solo porque no tienes cara de ser un quitador de bragas profesional, te voy a creer.
Se le escapó una carcajada.
-¿Quitador de bragas profesional?
-Quiere decir que no hay chica que conozcas que se resista a tus...¿poderes de seducción?
-Basta, me haces reír.-dijo entre las risas.-¿Y cómo que no lo soy?
-Tienes cara de economista, ya te lo dije.
Me fulminó con la mirada.
-Los economistas también podemos ser quitadores de bragas profesionales.
-Mmm...De eso no estoy segura. Ni siquiera tenías una novia en Yosemite.
-Quizás no en Yosemite, pero tengo la certeza de que tendré una en Cartagena.
Me ruboricé. Había dos extremos: o el comentario había sido una indirecta para mí o estaba dejándome totalmente en la friendzone.

La Anónima.






jueves, 1 de mayo de 2014

Between the sky you and I.-Capítulo 1.

Ya pasaron diez horas desde que estoy aquí, en esta sala de mierda escuchando a gente estúpida contarme sus problemas sin sentido. La verdad es que no sé porque rayos elegí esta carrera, solo quería complacer a mis padres, que siempre me decían que estudiara una carrera tradicional porque si no me moriría de hambre. Pero ahora me arrepiento, mi vida es infeliz, me dedico a algo que no me gusta, sabiendo que algún día me moriré sin haber aprovechado mi tiempo en la Tierra a algo que realmente me apasionara.
Muchas personas dicen que esta profesión es algo sensacional, pero... para mí es una completa pérdida de tiempo, solo ves a personas inútiles llorar por cosas inútiles. TODO ES INÚTIL. 

Al salir del trabajo, decidí dar un paseo por el parque, tomar aire fresco de vez en cuando, pensar en lo miserable que era vida, ver a familia felices divirtiéndose mientras yo solo me tenía a mi misma. Me gustaba pensar que algún día esa sería yo, feliz, con mi familia pero eso no era así, mi vida era esta, la de una solitaria chica de 25 años, residente de un hospital, estudiando algo que no le gusta. Pero no crean que todo era tan malo, había algo que siempre me motivaba todas las mañanas y era saber que yo seguía viva, que si quería podía cambiar mi vida, tan solo tenía que renunciar a esa ocupación y ya.
Luego de que pasaron diez minutos, decidí caminar un poco al lado de un estanque lleno de patos que no podía dejar de observar.
Al llegar a cierta parte del parque, vi a varias personas vestidas de manera muy elegante, también había un sacerdote y dos personas en junto a él. Era una boda, la novia era muy bella, se notaba el amor que se tenían.
Me senté en un banco a observar la celebración, era algo fuera de lo común pero me agradaba. 
Una vez visto todo, decidí marcharme, la novia estaba por tirar el ramo y eso era algo que ya no me importaba ver. Pero... al momento en que lo lanzó, al parecer fue muy lejos porque lo atrapé.
Todas las mujeres me miraban con envidia y yo seguía ahí, sin saber que hacer, congelada. Desvié la vista a las flores y luego hacia la multitud cuando noté que la chica con el vestido blanco, se dirigía a paso apurado hacia mí articulando palabras que me eran imposibles de descifrar.
Luego de unos cuantos minutos, la tuve en frente mío, temía lo que me fuera a decir, así que me adelanté:
-Lo siento, ya me iba.-titubeé.
-No, no, por favor, tú agarraste el ramo en buena ley y... ¿sabes lo que significa?-me dijo con una radiante sonrisa. No sabía a dónde quería llegar y empecé a preocuparme.
-No, la verdad que ni idea.- respondí.
-Bueno...se ve que como aún no te has casado, digo porque no tienes ninguna sortija, te lo explicaré. Como verás, es una tradición en las bodas que cuando la novia, en este caso yo, tira el ramo, la persona que lo atrapa, en este caso tú, deberá bailar el vals con cualquier chico que haya sido invitado y se ofrezca.
Me queda atónita. Debía bailar y no sabía como, ¿y que alguien se ofreciera? Con la pinta que llevaba seguro nadie lo haría.
-¿Qué? Pero...yo no sé bailar.-me animé a contestar.
-Pues tendrás que hacerlo.-dijo mientras me llevaba a la pista de baile.
Al llegar allá, me dejó parada en el medio mientras todas las personas hacían un círculo alrededor de mí.
-Muy bien, ¿quién quiere bailar con...? ¿Cómo era tu nombre?-preguntó.
-Amber.-respondí algo nerviosa por lo que iba a pasar.
-¡Amber! ¿Quién quiere bailar con Amber?-volvió a decir.
En ese momento, vi salir a un chico de entre medio de la multitud, tenía pelo castaño y algo alborotado, le quedaba realmente bien.
-Yo bailaré con ella.-le dijo a la novia con una sonrisa de par en par.
Luego se acercó a mí.
-De verdad no sé hacer esto, solo atrapé el ramo por error.-susurré.
-Tú solo sígueme.-dijo tomándome de la mano y pasando la otra por mi cintura mientras me pegaba a su cuerpo.
En ese momento, la música empezó a sonar. La verdad es que bailaba muy bien.

Al fin había terminado el baile, yo miraba al piso mientras él sonreía.
-Bailas muy bien.-me animé a decir.
-Y tú también.-contestó.-Digo para ser tu primera vez.
-Gracias.-balbuceé. Me ponía muy nerviosa que me pegara tanto a su cuerpo.-Bueno... ya tengo que irme, pero fue una linda experiencia.-dije y me marché lejos de aquel lugar.
Mientras caminaba, pensaba en que rayos había sido eso. Después de dar unos cuantos pasos, sentí que alguien me estaba siguiendo, era el chico con el que había bailado.
-Amber... te olvidaste esto.-dijo y me entregó el ramo de rosas blancas de la boda.
-Te lo agradezco.-contesté.
Él sonrió.
-Me llamo Will.-dijo.
-Mucho gusto.-contesté.
-¿Eres alguna clase de médica aburrido que dedica doce años de su vida al estudio?-preguntó.
-Pues...sí ¿y... tú... a qué te dedicas?-vacilé.
-Oye...tranquila.-respondió agarrándome fuerte de la mano.-Parece que nunca hablaste con un chico...un minuto, te has enamorado de mí, por eso estas tan nerviosa.
-¿Qué? Estás loco, recién te conozco.-dije poniéndome a la defensiva.
-Recién me conoces, pero de tan solo verme seguro que te quedaste hipnotizada, tanta belleza no la vas a poder encontrar en cualquiera.-agregó riéndose como estúpido.
Realmente no la iba a encontrar en cualquiera, pero igual él no me gustaba.
-¿Me puedes responder que estudias?-dije para evadir esa conversación que me ponía tan incomoda.
En ese momento llegó otro chico de traje, al parecer el novio.
-Will, hermano, vamos, la fiesta ya esta por comenzar.-dijo e hizo un gesto con la mano para saludarme.
Enseguida se lo devolví.
-Si si, ya voy.-contestó Will.
-Debes irte, tal vez otro día podamos hablar.-dije marchándome.
-Espera.-respondió y me agarró la muñeca.-Podemos vernos mañana, aquí, en el parque, digo si te parece.
-De acuerdo.

Al llegar a mi departamento, solo pensaba en comida. Después de cenar, me fui a la cama, pero no me pude dormir tan rápidamente como siempre. Solo pensaba en una cosa, y era en Will.


©Srta. Misteriosa.


Beyond the appearance-Capítulo 3

Un almohadazo me despertó a la mañana.
-Au...-dije abriendo un ojo.
-Debes despertarte. Te dije que solo me quedaría una noche y era cierto.-me dijo Max con la almohada aún en sus manos.
-¡No hacía falta golpearme con una almohada en la cabeza!-me quejé.
Él reía divertido.
-Bueno, lo siento, vayamos a desayunar al comedor.
Salió por la puerta y me dejó en la habitación para que me vistiera. Luego me cambié, cepillé mis dientes y guardé todas mis cosas en mi bolso, ¿qué haría cuando se fuera? Eso no lo sabía. Pequeño detalle. Me fui del cuarto hacia la cantina y me senté en la mesa donde mi amigo estaba.
-Espero que te guste el zumo de naranja, el cortado y las medialunas.
Sonreí.
-Me encanta.-afirmé.
Él me devolvió la sonrisa y sacó su teléfono móvil.
-Creo que debería tener tu número por si las dudas, ¿no crees?-dijo.
-Em, pero hay un inconveniente con eso...
-¿Cuál es?
-Recuerda que vine aquí en plan de huida. Lo que menos me apetecía era llenarme de llamadas teléfonicas de mis padres o quien sea, ¿no te parece? Así que olvídalo, no tengo móvil, lo he dejado en Houston.
Me miró expectante.
-Bueno...-dijo al fin.
El mesero salió de la cocina con una bandeja que tenía lo que habíamos pedido. Con sumo cuidado y delicadeza dejó la comida sobre la mesa y se retiró con una sonrisa complaciente.
-Gracias.-dijo Max.
Eché azúcar de un sobrecito en el cortado y corté un pedazo de la medialuna.
-Y bien, ¿a qué hora te vas?-le pregunté.
-Por la tarde-noche.-me respondió al tiempo que le daba un sorbo a su jugo de naranja.-¿Qué tienes pensado hacer?
-No lo sé...
Noté que se llevaba la mano al bolsillo trasero de su pantalón y sacaba su billetera. Extrajo varios billetes de ésta y me los tendió.
-Los necesitarás. Aquí en Québec no te será difícil encontrar un trabajo, pero hasta eso, te servirá.
-No tienes que...-me apresuré a decir.
-Acéptalos, ¿si? Solo eso. Regalo de amigos.
Sonreí al oír que éramos amigos y agarré el dinero.
-Gracias.-le dije.
-No es nada.
-¿A dónde viajas?-lo interrogué con curiosidad.
-Voy a viajar a Sudamérica, hay grandes oportunidades allí para mí. Vine a hablar con unos colegas y arreglar otras cosas aquí.
Sudamérica me llamó siempre la atención, sus paisajes eran increíbles y distintos a los de aquí. Además su gente derrochaba buena energía por lo que me habían contado.
-Qué lindo. Y, ¿a qué parte?
-A Cartagena, en Colombia.
-Vaya, es un lugar hermoso.
-La verdad que sí.
-Tienes suerte.-dije y noté una sonrisa triste brotar de sus labios. ¿Estaba apenado por mí? ¿Por que yo no tenía esa suerte?
-Bien, es hora de que me vaya a hacer unos trámites, ¿te quedas aquí o sales?
-Saldré a conocer un poco el lugar...Además, tal vez encuentre algún puestito, ¿verdad?-bromeé.
-Está bien.-dijo riendo.
Nos despedimos y yo me quedé en la calle. Estaba frío afuera, así que entré un momento al hotel para buscarme un saco y luego volví a salir.
En parte sentía que si no regresaba a Houston iba a morirme de hambre o algo parecido en pocos días, me repetía a mí misma que la decisión de escapar había sido una de las peores que tomé en mi vida, pero algo muy extraño me decía que si no fuera por eso no habría conocido a Max, como si significara tanto para mí...¿Lo hacía? No podía describir exactamente lo que sentía por él. Estaba agradecida porque si no me hubiera ayudado estaría tirada en la calle mendigando, a la vez me caía muy bien y por otro lado me hacía sentir algo raro en el pecho. Bien, no, no es amor. Todo eso pensaba mientras caminaba por la ciudad, y no me di cuenta de que el tiempo se había volado. Miré el reloj en mi muñeca y eran las 3 de la tarde. Fui a un kiosco que estaba cerca y con un poco de dinero que tenía en el bolsillo delantero me compré unas galletas. Tenía hambre, pero era tarde para que fuera a comer un plato muy elaborado, así que opté por algo más simple.
Luego decidí retornar a mi hospedaje. Sentía el viento fresco en mi cara y como alborotaba mi largo cabello. Esa sensación me encantaba. Cuando llegué al hotel y entré en el dormitorio, mi amigo ya estaba ahí y se encontraba recogiendo sus cosas y dejándolas en su valija.
-¿Ya te vas?-lo cuestioné.
-Me han adelantado un poco el vuelo.-se justificó.
-Ah...-dije desganada.
-¿Me acompañas afuera?-preguntó.
-Claro.-le dije aún desanimada.
Estábamos en la vereda con sus cosas y me dijo:
-Voy a ir yendo a la parada de taxis que hay en la otra esquina, ya pagué la estadía, así que no te preocupes. Bueno...
Era una despedida. Lo sabía.
-Creo que es hora de decir adiós, ¿no?-dijo con una mirada alejada.
-Sí...
-Ha sido bueno conocerte, Shailene. Quizás volvamos a vernos en otra ocasión.
-Quizás...
-¿Estarás bien?
-Sí.
-¿Te alcanza con lo que te di?
-Sí.
Me dio un beso en la mejilla, lo que me hizo dar todavía menos ganas de alejarme de él. Lo abracé fuertemente casi por instinto y luego lo solté.
-Que te vaya bien.-le dije y para no hacer más largo el momento que tanto me lamentaba que hubiera llegado, me di vuelta para entrar al hotel.
-Adiós.-pronunció y sentí el ruido de las ruedas de su valija girando en el piso.
Nuevamente mi tentación pudo conmigo y me volteé.
-¡Max!-grité. Él no estaba muy lejos.
Él se volvió y me miró desde la mitad de la cuadra. Corrí hacia él.
-¿Qué sucede?-preguntó impaciente.
-Es que...-no sabía qué decirle.
Se quedó observándome, esperando una respuesta.
-No sé. No quiero separarme de ti.-solté.
Permaneció contemplándome ante él con una mirada interesada.
-¿De verdad lo dices?-preguntó impresionado.
-Me siento sola.-confesé.-He venido aquí y no quiero molestarte, pero has sido el único que me brindó ayuda cuando más la necesitaba y ahora no sé cómo seguir, sé que es problema mío pero...
-No sigas...Entiendo perfectamente.
Estaba impresionada, ¿me entendía?
-¿En serio?-curioseé.
-Sí.-tendió su brazo haciendo una ademán de que fuera a su lado y lo hice. Me abrazó.-Ven conmigo. Los amigos no se separan.
No contuve mi amplia sonrisa al escuchar eso. Ya tenía a alguien en el mundo que se preocupaba por mí y me hacía muy feliz.
-¿Que vaya contigo? ¿No es una locura?
-¿Por qué lo sería? Tengo un departamento donde vivir allí, puedes conseguir un trabajo, conocer gente y todo eso, ¿verdad? Los pasajes los tengo gratis.
-¿Gratis?
-Sí. La empresa con la que voy a trabajar ahora me los da gratis, no hay problema en llevarte. Lo que sí...Creo que estaremos en asientos separados, así que limítate a comportarte.
Solté una risotada.
-Voy a comportarme...con mi acompañante de viaje...pero eso no significa que no pueda molestarte estando lejos de tu asiento.
-¿Ah si? Ya veremos.-dijo y nos fuimos hacia la parada de taxis.                                                                
♥La Anónima.